Comencé a leer la obra de Javier Quevedo Puchal en marzo de 2009 cuando adquirí El Tercer Deseo; luego vendría Todas las Maldiciones del Mundo, y el año pasado Cuerpos Descosidos. De los tres he hecho algunos comentarios o publicado apartes de las fantásticas frases que su autor pone en la boca y en la mente de los personajes.
A partir del primer libro, contacté con Javier y desde entonces hemos tenido gratísimas conversaciones, gracias a las bondades de Internet. Javier me ha enseñado en primicia pruebas de la portada de algún libro, me ha pasado relatos cortos de una de sus pasiones, los cuentos de terror. Han sido tres años de intercambio de opiniones y hasta de alguna confidencia por messenger, por nuestros blogs y por whattsapp; una amistad a través del ciberespacio que ayer se vio recompensada cuando, al fin, nos hemos visto frente a frente y nos hemos escuchado el tono de nuestras voces por vez primera. No hubo sorpresas ni timideces cuando nos abrazamos y nos regalamos amplias sonrisas por la alegría de este encuentro. Sin preámbulos, bebiendo una fría cocacola en un conocido bar de la calle Fuencarral, hablábamos como amigos de toda la vida, como si ayer mismo hubièsemos quedado para una tertulia.
Javier es un hombre tranquilo, de voz serena y limpios ojos claros, con una memoria prodigiosa para el cine y la literatura, amante de la buena música y, ante todo, alguien que no va montado en los laureles de que es un escritor y de los buenos. Su modestia llega al punto de no terminar de creerse que tiene un excepcional talento y que publicará muchos más libros cada vez mejores.
Esta escapada a Madrid, de 24 horas, para desconectar de la provincia en la gran ciudad, me dejó además de otras vivencias, el fabuloso regalo de la dedicatoria de sus libros, no como quien firma a destajo en un stand de la Feria del Libro, sino pensada, una a una, personalizada y escrita en pequeños paréntesis de nuestra charla. Me sentí honrado por su afecto, por sus gigantes abrazos con cada una de ellas y en nuestra despedida en la entrada del metro de Madrid. Y aún más, cuando le acompañé a comprar lo que sería un regalo que querìa hacerme: Los Nuevos Mitos de Ctchulhu, una antología de relatos de horror en la cual figura una de sus creaciones.
Qué alegría dan las cosas simples y sencillas. Un abrazo, unas líneas, conversación distendida y la certeza de tener un buen Amigo.
Mis enlaces:
Debe ser muy gratificante conocer a alguien, dando ese salto abismal de la virtualidad de internet, a la realidad de la mirada a los ojos, en directo, en carne y hueso... eso es lo que esperamos todos, mientras tanto te felicito por ello, y me alegro...
ResponderEliminarNo sé qué decir sin sonar presuntuoso, de modo que: muchas gracias, me has dejado sobrecogido.
ResponderEliminarYa sabes que yo también disfruté mucho de la charla y de tu compañía... y de tu regalo: esa fotografía estupenda!
Un fuerte abrazo de osito!