viernes, 27 de diciembre de 2019

Los Amigos y los años

Artículo de David Escobar Arango, publicado en El Colombiano el 9 de diciembre de 2018
Querido Gabriel:

“Dime quiénes son tus amigos y te diré cuántos años vas a vivir”, le oí decir a Dan Buettner, autor de Las zonas azules. El explorador de la National Geographic se dedicó a recorrer el mundo para estudiar y elaborar una especie de taxonomía sobre los pueblos de mayor longevidad del planeta. Vivió en comunidades en Grecia, Italia, Japón, Costa Rica y California. Encontró varios elementos comunes que puedes encontrar en su libro o en internet, pero el de los amigos, que él llama “la tribu correcta”, me parece un tema maravilloso para una tertulia.
 La calidad y fortaleza de nuestras relaciones será determinante de nuestra longevidad, ¡y por supuesto de cómo la vamos a disfrutar! ¿Qué tal si conversamos sobre el valor y la dicha de la amistad? Cuenta Buettner que los habitantes de Okinawa, Japón, crearon unos grupos de amigos que llaman “moais”, compuestos por cinco personas que se comprometen mutuamente para toda la vida. Se reúnen cada tarde, a la misma hora, para conversar y reír. Se acompañan, nutren y apoyan hasta la muerte. ¿No crees que la vida es mucho más feliz, menos estresante, con amigos incondicionales con los que podemos contar? Qué privilegio saber que pase lo que pase, tendremos con quien compartir alegrías y penas, a quien llamar para preguntar algo que no sabemos o acudir en caso de emergencia.
La idea de “la tribu correcta” aparece también en otro libro del que te hablé, La vida de 100 años, de Gratton y Scott, con un término menos poético pero igualmente contundente. Lo llaman las amistades regenerativas, esas opuestas a las tóxicas, que lo llenan a uno de inspiración y tranquilidad. La obesidad, el cigarrillo y hasta la felicidad, dicen, son contagiosas. Por eso nos recuerdan que, para cuidar nuestra salud y vitalidad, hay que cuidar de esas relaciones que nos hacen mejores personas. Llaman la atención sobre esa época de la vida en la que los hijos o el trabajo hacen que muchos se alejen de sus amigos más queridos. Al cabo de los años, esa gente se da cuenta de que ya no tiene tribu, que no hay “red de soporte”, se quedó sola.
¿Será que en tu tertulia nos recuerdan ideas simples sobre cómo cultivar la amistad? ¿Cómo hacemos para que, desde el colegio, comprendamos que la amistad no es un derecho, sino una bendición que se construye? ¿Cómo nos explican que no hay reunión del trabajo que deba impedir un encuentro con los buenos amigos? ¿Cómo hacer comprender que el mejor regalo no son unas medias o una botella de ron, sino llevar sopa caliente a su casa el día que cae enfermo?

En un mundo en el cual cada vez hay más personas que viven solas, efecto de la demografía, y estamos más desconectados de lo que verdaderamente importa, efecto de la tecnología, la salvación para muchos de nuestros males de salud mental, suicidios y desamparo puede estar en la vieja, buena y pura amistad. ¿Qué tal si abrimos la tertulia con este texto, de El Profeta de Gibrán, para animarnos?: “Y en la dulzura de la amistad, dejad que haya risas y placeres compartidos. Porque en el rocío de las cosas pequeñas el corazón encuentra su mañana y se refresca”.

Director Confama

martes, 19 de noviembre de 2019

A un corazón de distancia



"¿Cuántas ciudades hay adentro de una misma ciudad? Medellín es una palabra distinta según la voz que la pronuncia. Un sitio del que te sientes orgulloso y también del que te puedes avergonzar. Un lugar que amas con todo el odio del que sos capaz y un lugar que odias con todo el amor que puedes dar. Una misma calle es tantas calles a la vez: distinta para el tendero que ve la vida pasar frente al mostrador, distinta para el niño que la cruza cada día camino a estudiar, distinta para el que en la esquina dio su primer beso, distinta para el que ayer se tuvo que mudar, distinta para el que ha pasado toda su vida en la misma casa, distinta para el que nunca ha ido y le contaron historias sobre cómo es la vida por allá.

"Esta ciudad ha sido mi hogar y caminar sus calles, de alguna manera, es lo que otros llamarían ir a la oficina. Es aquí donde aprendí a ser y contar.

"Recuerdo que hace años salir a la calle a producir un programa de tv era también salir a vencer prejuicios: una cámara no es un detector de crímenes aunque el periodista, tantas veces, sea un detective. Los niños nos veían llegar a su barrio y pensaban que algo malo había pasado porque la última vez que habían visto micrófonos cerca era porque el noticiero venía de la mano de la policía. Ese fue el asunto que debíamos cambiar: demostrar que estábamos allí para escuchar la voz de la vida y no sólo las noticias de la muerte.

"Una clase de geografía distinta a la que nos dictan las tragedias también se puede contar en televisión. Es necesario.

"He conocido gentes que con sus manos hicieron un barrio. He conocido madres que cuidan como suyos los hijos de otros. He conocido maestros que enseñan más con el abrazo y el consejo que con su rastro en el tablero. He conocido también al que tiene todos los motivos para no levantarse de su cama y sale a la vida y sonríen. He conocido campeones mundiales de deportes que nadie nombra con el orgullo intacto. He conocido asombrosos bailarines a los que nadie les quita lo bailado. He conocido literatos que jamás han publicado una página y escritores que nos ponen un espejo frente a nosotros con sus libros. He conocido héroes armados de canciones empuñando un micrófono.

"Caminar Medellín también es recorrer el borde de una herida. Caminar Medellín también es acariciar una cicatriz. La ciudad no es una isla y hace parte de este continente que hoy llamaré país. Los problemas de Colombia, todos, están aquí. Pero también la semilla para solucionarlos, estoy convencido. Y lo digo porque lo he visto incluso cuando la cámara se apaga y sigue la conversación en casa de alguien que me trata ya como parte de su familia.

"Como cualquiera, he sentido miedo. También he sentido confianza, como cualquiera.

"Andar esta ciudad también es una aventura parecida a recorrer el lado oscuro de la luna. Incluso el paisaje puede ser el mismo y el frío también. Es posible sentir que todo está por construirse en ciertas esquinas de este valle: lugares altos que tienen al frente una panorámica preciosa sucesión de edificios distantes como promesa de lo que nunca van a alcanzar. Las manos de ellos construyen muchos de esos sitios a los que nunca regresan. Estás aquí, cuentas una crónica, y sabes que este lugar está lleno de causas perdidas por ganar: la primera es contra la inequidad. Así aprendí que la cámara debe estar a la altura de los ojos, ser la mirada del otro, para contar su historia con dignidad.

"Las cámaras me llevaron junto a los televidentes a lugares que jamás hubiéramos conocido si no hubiéramos estado juntos. Y puedo decir que esos lugares de no se han ido de mí. Ése efecto tiene esta ciudad. Las puertas se fueron abriendo, igual las ventanas de casas modestas y salas privilegiadas, hasta las cocinas han sido lugar de visita. Igual en pisos altos, estratos altos o barrios altos que en callejones bajos, estratos bajos y las necesidades básicas serán las mismas: necesitamos motivos para la alegría. Tiene razón aquel que dijo que la sonrisa es nuestro idioma universal.

"En Planeación Municipal tienen un mapa con un número de barrios. Y tienen tanta razón sus datos como la tienen los despachos según la lógica y el reloj de las oficinas. Otro mapa tiene el que vive en un barrio que, sin planeación de por medio y sin reloj, ha visto levantar escaleras interminables para decir dos días después “esto eran mangas”. Comprendí, cámara en mano, que vivimos adentro de un ser vivo y cada uno de nosotros es una célula de esta Medellín que respira como respiramos vos y yo.

"Aquí siempre será posible el asombro: una biblioteca comunitaria adentro de la casa de un hombre que no puede salir de casa por una discapacidad pero que sale al mundo con cada libro que comparte, el restaurante comunitario de una mujer que no tenía nada en su nevera y decidió alimentar a los niños de los demás, la creatividad de las chicas que diseñaron cuadernos para zurdos, una cárcel que en un momento se la jugó entera por la no-violencia y lo lograron por largo tiempo, el arriendo de lavadoras a domicilio llevadas en moto, una urbanización con moneda propia, un barrio que después de existir veinte años se bautiza en votaciones hechas por televisión… es usual escuchar a los académicos decir que esta ciudad es un laboratorio, cabe la pregunta ¿hemos sabido contar el experimento?

"Medellín no es el cielo pero aquí he conocido a un coro de ángeles, de gente valiente, que nunca ha perdido la voz. Que pronuncian sus sueños en voz alta. Y con su trabajo lo hacen realidad. Para eso me ha servido una cámara: para ser su testigo. Porque delante de ella dicen Yo existo.

"También pierdo mis letras para escribir un silencio por los que no están. Por las madres sin hijos. Por los hijos sin padres. Por los hermanos sin hermanos. Porque ése silencio se tiene que escuchar hasta aturdirnos y no olvidarlos. Una cámara en Medellín sirve y es necesaria también para que la ausencia pueda hablar.

"Hace ya muchos años que no trabajo en televisión pero no olvido esto que ahí comprendí: antes de ser periodista siempre seré ciudadano. Urbanícola que aprendió a caminar por cada esquina y lugar, las historias que aquí he vivido están en mi manera de hablar. Mi acento está pleno de rostros que, si cierro los ojos, puedo verlos una vez más. Tantas cosas suceden a un corazón de distancia…"

*Comunicador social-periodista,  guionista y director de tv, ha trabajado además en prensa, radio y distintos proyectos sociales. Medellín es el lugar donde nacen muchas de sus palabras.


lunes, 9 de septiembre de 2019

Morirse es una costumbre que suele tener la gente


La gente muere y queda todo ahí: los planes a largo plazo, las tareas de casa, las deudas con el banco, las parcelas, las joyas, el coche nuevo que compré para tener estatus.

La gente muere sin siquiera guardar la comida en el refrigerador;  todo se pudre, la ropa se queda colgada o puesta en su lugar.

La gente muere, se disuelve toda la importancia que pensábamos que teníamos, la vida continúa, las personas superan tu ausencia y siguen sus rutinas normalmente.

La gente muere y todos los grandes problemas que creíamos que teníamos se transforman en un inmenso vacío. Los problemas viven dentro de nosotros. Las cosas tienen la energía que ponemos en ellas y ejercen en nosotros la influencia que permitimos.

La gente muere y el mundo sigue siendo caótico, como si nuestra presencia o ausencia no hiciera la menor diferencia. En realidad, no lo hace. Somos pequeños, pero prepotentes. Vivimos olvidando que la muerte siempre está al acecho.

La gente muere, pues así es: un parpadeo y al otro ya estás muerto. El perro es donado y se aferra a los nuevos dueños. Los viudos se casan nuevamente, andan de la mano, van al cine, se divierten y te olvidan.

La gente muere y somos rápidamente reemplazados en el puesto que ocupábamos en la empresa.

Las cosas que ni siquiera usamos, son donadas, algunas tiradas a la basura.

Cuando menos esperamos, la gente muere. Por otra parte, ¿quién espera morir? Si la gente esperase por la muerte, tal vez procurara vivir mejor, tal vez usara su mejor ropa hoy, usara su mejor perfume, viajará hoy, tal vez la gente comiese el postre antes del almuerzo, tal vez la gente esperase menos de los demás. Si la gente esperase por la muerte, tal vez perdonaría más, reiría más, apreciara la naturaleza, tal vez valoraría más al tiempo y menos al dinero.

Si la gente tuviera conciencia de que puede partir de este mundo en cualquier momento, tal vez entendería que no vale la pena entristecerse con las cosas banales, oyese más música y bailase aún cuando no lo sepa hacer bien.

El tiempo vuela. A partir del momento en que la gente nace, comienza el viaje veloz con destino al fin y aún hay quienes viven con prisa, sin darse el regalo de percibir, que cada día más es un día menos, porque la gente muere todo el tiempo, poco a poco y un poco más, cada segundo que pasa.

Respondamos para nosotros, la pregunta: ¿Qué estoy haciendo con el poco tiempo que me queda?

Te invito a reflexionar y ser proactivo. Disfruta todo lo bello de esta vida y aprovecha toda oportunidad de ser feliz y hacer felices a quienes te rodean.


jueves, 5 de septiembre de 2019

Amar la inutilidad



La utilidad es una cosa muy agotadora; ser útil para alguien es algo muy agotador (...) pero yo creo que la utilidad es un territorio muy peligroso, porque muchas veces, creemos que le gustamos a los demás, pero no es así, el otro está interesado en aquello que uno hace por él.

Es por eso que la vejez es ese tiempo en que pasa la utilidad y sólo queda su significado como persona, creo que es el momento en que purificamos, el momento en que tendremos la oportunidad de saber quién nos ama de verdad; porque sólo nos ama, sólo se va quedar hasta el final, aquel que después de nuestra utilidad, descubrió nuestro significado.

Por eso yo siempre rezo a Dios, siempre hago la oración de poder envejecer al lado de las personas que me amen, aquellas personas que me puedan proporcionar la tranquilidad de ser inútil, pero al mismo tiempo sin perder mi valor.

Cuando viva aquella fase de la vida:  "Coloca al padre Fábio en el sol, quita al padre Fábio del sol", entonces ahí yo pido a Dios siempre la gracia de tener a alguien que me coloque al sol, pero sobretodo de que haya alguien que venga a quitarme después. Alguien que sepa acoger mi inutilidad, alguien que me mire así, que pueda saber que yo ya no sirvo para mucha cosa, mas que continuo teniendo mi valor.

Porque la vida es así, … si quieres saber si el otro te ama de verdad, es sólo identificar si él sería capaz de tolerar tu inutilidad.

¿Quieres saber si amas a alguien? Pregúntate a ti mismo: ¿Quién en esta vida pueda ya volverse inútil, sin que sientas ganas de tirarlo a la basura?

Es así que nosotros descubrimos el significado del Amor, sólo el Amor nos da condiciones de cuidar del otro hasta el final. Por eso yo digo, feliz aquel que tiene, al final de la vida,  la gracia de ser mirado a los ojos y escuchar una voz que le diga: Usted no sirve para nada, pero yo no sé vivir sin usted.

Padre Fábio de Melo


(Nació en Formiga, Minas Gerais (Brasil), en 1971. Es sacerdote, escritor, profesor universitario y presentador, además evangeliza por medio de la música. Desde 2008,  ha vendido más de dos millones de CD y quinientos mil libros).

lunes, 2 de septiembre de 2019

¿Suerte o cojones?

Nunca le digas a un inmigrante que tuvo suerte porque le fue bien.

Suerte?  Suerte es la lotería. Suerte es que Dios te cuide la salud. El resto es tener huevos. El resto es ver venir la crisis y ver tu futuro truncado y querer algo mejor. Es armar el plan, ejecutarlo, pensarlo, ahorrar, buscarle la vuelta. Es llegar a tu país elegido, a tu nueva patria y darte cuenta que no te conoce nadie y que a nadie le importa quien carajos eras, sino quien eres. A ver, demuéstralo.

Es insultante decirle a alguien que le fue bien porque tuvo "suerte". La suerte se hace.  Uno trabaja de cualquier cosa y va progresando que es lo que normalmente pasa en un país normal. Después de muchos años uno levanta cabeza, arranca en serio. Cumple sus sueños a fuerza de poner el lomo y la cabeza. De saber insertarse, de hacer amigos, de poder aprender el idioma y la cultura. De capacitarse, de estudiar, de homologar títulos, de seguir capacitándose, de sacrificarse... ¿Suerte?

Suerte? no, mijito. Eso no es suerte. Eso es determinación y valor. Eso es apretar los dientes por no tener a la familia alrededor, es perderse muchas eventos familiares en su país de origen. Pero también es elegir zafarse del "destino". Despojarse de los mandatos paternos/familiares de que uno tiene que hacer A, B o Z. Hay que tener agallas. Hay que tener claridad mental y fortaleza de espíritu. Es poder decir "Lamento que no estés de acuerdo pero yo voy a conducir mi destino". 

Emigrar no es para cualquiera. Se necesita cierta locura, cierto apego a la aventura y valentía para afrontar lo desconocido. Hambre de aprender y de conocer.

Decirle a alguien "te va bien porque tuviste suerte"  es de mala leche. Es querer bajarle el precio a su esfuerzo. Es chorrear envidia.

Los inmigrantes pagamos la "suerte" muy cara. Con sangre, sudor y lágrimas. Y lo volveríamos a hacer una y mil veces. El inmigrante tiene un espíritu indomable. Es hijo de los barcos. Y los barcos están seguros en el puerto. Pero los barcos no se construyeron para eso. Se construyeron para desplegar las velas y echarse a la mar. En las tormentas se hacen los marineros. De suerte, muy poco. De coraje, valor y esfuerzo, mucho...

#byfabiomolina

viernes, 28 de junio de 2019

¡Oh Libertad que perfumas las montañas de mi tierra...!


El título de este post son las primeras palabras de la letra del himno antioqueño, que cada habitante de ese bello departamento colombiano canta con el alma en eventos deportivos, inauguraciones, festejos populares y demás celebraciones. Y viene a cuento por esta imagen que me ha enviado un amigo desde Medellín. El la comenta diciendo: "Mire pues, en la cima del Cerro Nutibara.  Somos un poquito menos fachos y un poquito más tolerantes".  



Medellín ha estado a la cabeza en muchos aspectos de la vida social, económica y política de Colombia. Ha vivido épocas dolorosísimas de violencia  y muchas de progreso. Es la ciudad de los contrastes. La de comunas diferenciadas por estratos socio-económicos, la de los paisajes urbanos y rurales más contradictorios, la de misa de 6 de la mañana y burdeles al mediodía, la que expulsaba a una pianista de la piscina de un club social por ser de piel negra y la que recibe a miles de inmigrantes  por sus calles. La que llora la muerte de sus hijos en manos de sicarios y alardea ante los turistas con edificios y tumbas de narcotraficantes. 

La ciudad que hizo sus primeras marchas un domingo cercano al día del Orgullo LGTB, con tres humildes carrozas y unos cuantos travestis ebrios, ante los sorprendidos y armarizados transeúntes de la ciclovía, es la misma que hoy iza la bandera arco iris en su cerro mas representativo, como una señal de la vigencia de aquel viejo slogan de un hotel que lleva su nombre: "Medellín es alegre y sorprendente, y queda alrededor del Nutibara".

Ojalá esta bandera no fuera una pose política sino una muestra de que allí también pueden convivir las personas, alejadas de radicalismos, cada una con sus preferencias políticas o sexuales; que se puede corregir un sistema plagado de prejuicios, para que no se señale a nadie por la forma en que viste, camina, se expresa o por la persona que ama. Quizás aun falten otros 50 años para que no tengamos que hablar de esto. Pero la bandera del arco iris es un símbolo de que las cosas cambian, lentamente, pero cambian, por la tolerancia y el respeto por los demás. Para que haya gente que se piense dos veces al hablar de "personas normales" o usar la homosexualidad como sinónimo de debilidad. 

jueves, 23 de mayo de 2019

¿Eres hetero? Pues no se te nota nada



En preguntas de este tipo se basa la campaña lanzada por la plataforma salirenvalencia.com bajo el lema:

‘Si esto te parece ridículo, a nosotros más’.


Lesbianas, gays, bisexuales, transexuales y demás miembros del colectivo LGTBI+ han escuchado frases de este tipo alguna vez –por no decir muchas– en su vida. Por ello, Piccadilly Downtown Club ha querido cambiarlas y orientarlas hacia la heterosexualidad para, así, demostrar lo ridículas que resultan.



La iniciativa se basa en empapelar toda la ciudad de Valencia con estos carteles durante los días en los que se celebra el Orgullo. Pretende poner el foco de atención en la condición sexual de los heterosexuales, para que sean conscientes de lo ridículas que resultan estas cuestiones independientemente de la sexualidad de la persona.



Fuente: Shangay

lunes, 13 de mayo de 2019

La gente que NO me gusta

Hay  mucha gente que me gusta y mucha gente que NO me gusta, que me enerva, me cabrea, me sulfura.

Como Usted, que me conoce, se sienta a mi lado en el bus y se dedica a chatear por el móvil... hasta que se pasa de su parada.

Usted, que cuando le contestan el teléfono no saluda y directamente pregunta la tasa de cambio a Nicaragua.

Usted, señor mayor, que se dedica a comentar en voz alta, para toda la sala, sus impresiones sobre la película de terror que están presentando.

Ustedes, pandilla de adolescentes, que charlan en voz alta, graban con sus móviles y chatean durante la película (la misma de antes o cualquier otra).

Usted, que grita y amenaza al conductor de autobús porque no le abre la puerta donde a Usted la da la real y santa gana. Si Usted, la que venia hablando como una posesa por el manos libres de su Iphone, con los pies sobre el asiento y tirando basura al suelo.

Usted, señora de las cuatro décadas, que interrumpe un concierto para preguntarle desde su butaca a un cantante  por qué no està concursando en un reality de televisión.

Usted, que no cede el asiento a una persona mayor, que se salta la fila en la caja, que habla en voz alta, que no corta una llamada telefónica mientras le atienden, que luego culpa de sus errores al dependiente...

Usted, que maltrata verbalmente a su marido, que le corta la conversación, que le interrumpe, que le llama imbécil y estúpido.

Usted, esposa de ministro de no sé cual culto, que me pide que le admita saltarme normas y leyes.

Usted, funcionario público, que no cumple sus horarios, que se escaquea del trabajo, que pierde el tiempo en recados y desayunos externos, que ficha entradas y salidas a la oficina pero no está presente. Que engaña al usuario, que le cita a ofertas de empleo que no son para su perfil, que lo último que le importa es el usuario (el que en últimas es quien paga su salario).

Usted,  que no conoce el concepto de compañerismo ni de sentido de pertenencia a su empresa.

Usted, que trata mal a la camarera porque no adivina su estilo preferido de café.

Usted que no recicla, que deja la basura en el suelo, que arroja un colchón en el contenedor de los papeles y cartones, que tira servilletas, cáscaras y cucharillas al suelo de los bares.

Usted, que decide taladrar sus paredes un sábado a las 11 de la noche.

Usted, que decide que los dependientes de las tiendas de ropa están para doblar camisetas y recoger lo que Usted tira por el suelo.

Usted, que se cree superior y exige atención fuera de horario público. Que exige rapidez porque ha aparcado en doble fila o en zona prohibida, o porque puede perder el ahorro de un transbordo en el bus.

Usted, que es racista, homófobo, xenófobo. Que se cree mejor que los demás por que sí. 

Usted...

lunes, 28 de enero de 2019

Muérete de Amor

Un texto de la escritora amateur argentina Maru Leone,  que invita a vivir la vida y a ser felices, se hace viral en internet  por expresar, de una manera cercana y efectiva, la necesidad de disfrutar de cada instante.. «Rodéate de amigos, escucha, no tengas vergüenzas... muérete de amor», aconseja.


Antes de decir que no, piensa que algún día te vas a morir. Sí, te vas a morir.

Métete al mar, despéinate... que la sal te endurezca el pelo y la piel, que te despinte. Métete de día, de noche... que una ola gigante te lleve a pasear y la arena se te meta en los calzones. Que el "topless" sea por la fuerza del agua, menos sexy y más divertido. Cágate mucho de risa, entiérrate en la arena, haz un castillito... sí, estás peludo, pero las ganas de hacer un castillito no se van jamás.

Tírate en paracaídas que tienes más probabilidades de morirte entrando el auto a la cochera de tu casa, cruzando la avenida apurado para ir a trabajar, o de un ataque al corazón post- estrés, post- chatarra, post- depresión. Acuéstate con tu perro y llénate la ropa de pelos, escucha su corazón... ese sí que late por vos.

Júntate con tus amigos aunque no tengas un puto peso. Siempre hay un paquete de arroz por ahí, o unas criollitas. Júntate con ellos y méate de risa y si los ves con el celular, tíraselo por la cabeza. Putéalos, que están ahí con vos... el resto puede esperar. Coman el asado, vayan a la montaña, pónganse en bolas en el medio de la calle. Sólo para reír. La amistad sana y no hay antidepresivo que le toque los talones.

Viaja. Ahorra y viaja. Quizás cuando termines de pagar la ropa que te estás comprando ya la hayas dejado de usar. Quizás cuando termines de pagarte tu casa se haya llevado la deuda... toda tu energía. Quizás cuando termines de pagarte el auto te hayas acostumbrado a caminar. Quizás cuando termines de pagar el microondas te des cuenta de que no hay nada como calentar en el horno. El somier extra súper archi blah blah "King" puede esperar, mejor una garrafita para la montaña. Escúchame pendejo, viaja.

Viaja, viaja para enriquecer el alma. Conoce gente, culturas, idiomas. Viaja para ver y escuchar que el amor en todos lados tiene la misma lengua. Viaja, tírate al pasto. Vacía cuarenta y cinco termos de "meta mate y charla" y que te quede la lengua verde de chupar la bombilla mientras guardas las fotos de ese paisaje en tu cabeza. Y si no hay plata, ándate igual. Ándate abajo de una planta. Tres frazadas, fideos blancos y nada más.

Escucha, escucha a tus viejos. Pregúntales todo lo que no sabes, todo lo que pasó. Cuántas veces amaron y cuántas perdieron un amor. Pregúntales que querían ser de grandes cuando eran chicos. Pregúntales porqué carajos no lo hacen si están vivos. Habla, habla con ellos que te escuchan hasta en silencio. Diles que los quieres y métete el orgullo post-moderno liberal de "todo me chupa un huevo" en el culo. Porque ellos también se van a morir. Abrázalos como si fuera la última vez... que ni las velas de cumpleaños, ni las estrellas fugaces, ni las vaquitas de San Antonio tienen el poder de conceder la inmortalidad.

Dilo todo. Dilo, escríbelo, transmite. Sácate la vergüenza de las venas. Dile que la quieres, dile que lo amas. Métele un beso para que no se olvide más. Dile que te duermes y te levantas pensándolo/a. Dile, dile todo lo que se te cruce por la cabeza. Sé asquerosamente romántico/a. Empáchate. Deja de hacerte el/la duro que todos bien sabemos lo que siente el otro. Así que... dilo. ¿Qué puedes perder? Dile lo que te gusta, lo que te enloquece, lo que te excita.

Deja de sobarle la espalda a la tristeza y abrázala, abrázala fuerte y que se vaya un tiempo para volver fresquita como una lechuga y así... la vuelves a abrazar.

Antes de tener hijos... sé un niño, sé un niño todo el tiempo que más puedas. Duerme, sal, ríete, come chocolates y gomitas y ríete. Fulmina tu juventud... antes de envejecer. Y cuando te pongas viejo, cuéntale a la generación entrante... qué significa cada una de tus arrugas. No les dejes tu cuerpo gris, déjales tus ganas de vivir. Dale viejo, déjalos que jueguen a la pelota en la siesta ¿Te acordás cuando jugabas a la pelota en la siesta? Dale, no llames a la policía. Cómprate un paquete de  globos y cuando te toquen el timbre mójalos también. Dale viejo, ¿viejo? ¡Las pelotas! Sí, viejas las pelotas pero sangre en el pecho. No fue hace tanto viejo, acuérdate y ríete con ellos... antes de decir que no.

miércoles, 16 de enero de 2019

Una tarea: ¡Volver a mirarnos!



Todos hemos sido víctimas de miradas que lastiman, y también protagonistas de otras que acarician. ¿Somos realmente conscientes de cómo miramos? ​En un mundo en el que la vida gira alrededor de mirar y ser mirado, la tecnología parece ser una barrera que nos desconecta. ¿Cuántas veces al día miras a alguien a los ojos, y cuántas veces miras a una pantalla?​ Las pantallas hackean ​la posibilidad​ ​del ​encuentro con el otro​.​ Liliana González nos invita a descubrir el poder de nuestras miradas​ para volver a encontrarnos​. Liliana es profesora y licenciada en Psicopedagogía. Su especialidad es la clínica de niños y adolescentes y la orientación familiar. Además, tiene 30 años de docencia en el nivel superior formando psicopedagogos y educadores especiales.


Hace 13 años sostiene una columna sobre educación en el noticiero del mediodía de Canal 8 de Córdoba (Argentina), y desde septiembre de 2017 se transformó en columnista educativa en el noticiero de Telefe (Buenos Aires). Sus columnas en medios de comunicación y sus libros son seguidos por miles de padres y educadores que buscan respuestas a cómo vincularnos con las nuevas generaciones.

lunes, 14 de enero de 2019

La cura para las personas LGTB

Circula por las redes sociales este texto, libre y respetuoso, aunque aún despierta comentarios de lo más variopintos, desde la más absurda y malentendida religiosidad hasta el odio más gratuito. Yo me quedo con lo positivo del mensaje.


Yo creo en la cura de las personas gay. ¿Sabes cuándo esa cura ocurre? Cuando, como vi hoy en un post, el padre pide que el hijo le dé un beso a su novio para sacarles una foto. También ocurre cuando el nieto le pregunta a la abuela: “¿Qué harías si trajese mi novio a tu casa?” Y ella responde: "Café”. O cuando alguien pregunta: “¿Qué piensas si un hombre se casa con otro hombre o si una mujer se casa con otra mujer?” Y la persona responde con otra pregunta: "¿Va a haber torta?".

La cura ocurrirá por completo cuando la culpa inculcada desaparezca, cuando el carácter prevalezca sobre la sexualidad, cuando la felicidad fuese alcanzada sin miedo, cuando sea posible ser feliz sin pensar en el pecado, cuando prevalezca la tolerancia.

La cura vendrá cuando el peso de las espaldas pueda ser finalmente retirado, cuando se acabe el sentimiento de ser un extraño en el nido, cuando todos sean igualmente amados independientemente de su naturaleza, cuando el mundo conozca el sentido real de la palabra “respeto”. De esa cura necesitamos todos nosotros. Porque cuando aceptamos que el otro sea... simplemente sea... de la manera que él/ella es, el mundo se vuelve más fácil ¡para que todos seamos de la manera que somos!

(Lo copié de un amigo que copió de una amiga que copió de un amigo, que copió de otro amigo... ¡Copia y difunde tú también!)