Las cintas de casete, aquellas que vieron la luz a principios de los años 60 del siglo pasado, son ya piezas de museo. No llegaron a los 50 años de vida, pero aún existen en casas de muchos, así como los viejos reproductores/grabadores. En principio, la casa Philips presentó los primeros aparatos reproductores de las cintas en 1963 y dos años después salieron al mercado los casetes vírgenes, que podían ser grabados y regrabados en casa con el contenido que le apeteciera al usuario. Uno de los fines de los casetes del siglo (y milenio) pasado era sacar la música en formatos diferentes al disco de vinilo y facilitar su transporte a cualquier lugar. Posteriormente, la cinta virgen fue lanzada al mercado por Maxwell y luego por TDK y mejorada la calidad del sonido con el sistema Dolby y las cintas de metal. Todo ello unido al walkman, que permitía ir por la calle escuchando la música que cada uno había seleccionado en casa.
Era "el-no-va-más" de la tecnología y de la modernidad. Llevar el walkman al cinto y los auriculares en las orejas daba cierto aire de "chulería". Un regalo ideal para los primeros ligues, más que nada si el enamorado se había tomado la molestia de currarse toda una tarde haciendo la cuidadosa selección de las canciones para llenar los 60 ó120 minutos de la cinta. Seguro que hay verdaderas joyas del cross-over de los 60´s y 70´s en casas de más de uno, mezclas de baladas, boleros, rock´roll... música bailable para la fiesta de la peña (imposible sacar los vinilos de casa a riesgo de ser desheredado).
Mi primera -y única- grabadora |
Y además del walkman, tuvimos simultáneamente la grabadora, elemento indispensable para tomar nota en clase y para hacer los primeros pinitos como periodistas. La exponíamos a los compañeros casi como un símbolo de status, comprada en los sanandrecitos (centros de venta de artículos de contrabando y predecesores de los todo a cien españoles). Y más de una vez nos jugó muy malas pasadas, cuando las pilas fallaban o se enredaba la cinta con la entrevista que te sacaría del anonimato de la sala de redacción. Esto último se intentaba solucionar dándole vueltas con un lapicero y poniéndole un peso colgándola del techo. Aún recuerdo algun reportaje que tuve que escribir de memoria, porque la famosa grabadora reproducía la entrevista como un alemán ebrio hablando y vomitando en cámara lenta.
Pero la nostalgia de los casetes la tengo por la música que contenía. No había problema en copiar en una sola cinta las dos o tres canciones que más nos gustaban de nuestros L.P.´s de vinilo. Las emisoras de radio anunciaban con anticipación la hora de música sin publicidad para que se pudiera grabar un programa especial de algún cantante. Y, por supuesto, no había detrás de cada usuario el temor de una sanción por supuesta violación de los derechos de autor, que para ello había otras normativas y métodos de recaudación.
El estuche para viajes y fiestas |
Todavía conservo muchos casetes, que han viajado desde el otro lado del Atlántico, que escucho ocasionalmente porque mi cadena musical aún tiene reproductor (y eso que es modelo 2000). Y me gusta ver cómo los tenía seleccionados, mezclados, marcados, decorados, enumerados... cada uno con un estilo. Ahora soy de compact disc (original) y de IPod, con su sonido limpio, pero no dejo de disfrutar el scratch de mis viejos casetes.