miércoles, 31 de diciembre de 2014

Balance de fin de año

Mi percepción, a medida que envejezco, es que no hay años malos. Hay años de fuertes aprendizajes y otros que son como un recreo, pero malos no son.

Creo firmemente que la forma en que se debería evaluar un año tendría que ver con cuánto fuimos capaces de amar, de perdonar, de reír, de aprender cosas nuevas, de haber desafiado nuestros egos y nuestros apegos. Por eso, no deberíamos tenerle miedo al sufrimiento y al temido fracaso, porque ambos son sólo instancias del aprendizaje. Nos cuesta mucho entender que la vida y el cómo vivirla depende de nosotros; el cómo enganchamos con las cosas que no queremos depende del cultivo de la voluntad. Si no me gusta la vida que tengo, deberé desarrollar las estrategias para cambiarla, pero está en mi voluntad el poder hacerlo. Ser feliz es una decisión, no nos olvidemos de eso.

Entonces, con esos criterios me preguntaba qué tenía que hacer yo para poder construir un buen año, porque todo estamos en el camino de aprender todos los días a ser mejores y de entender que a esta vida vinimos a tres cosas: A aprender a amar, a dejar huella y  a ser felices.

En esas tres cosas deberíamos trabajar todos los días. El tema es cómo. Y creo que hay tres factores que ayudan en estos puntos:

Aprender a amar la responsabilidad como una instancia de crecimiento. El trabajo, sea remunerado o no, dignifica el alma y el espíritu y nos hace bien en nuestra salud mental. Ahora, el significado del cansancio es visto como algo negativo de cual debemos deshacernos y no como el privilegio de estas cansados porque eso significa que estamos entregando lo mejor de nosotros. A esta tierra vinimos a cansarnos...


Valorar la libertad como una forma de vencerme a mi mismo y entender que ser libre no es hacer lo que yo quiero. Quizás deberíamos ejercer nuestra libertad haciendo lo que debemos con placer y decir que estamos felizmente agotados y así poder amar más y mejor.



El tercer y último punto a cultivar es el desarrollo de la fuerza de voluntad, ese maravilloso talento de poder esperar, de postergar gratificaciones inmediatas en pos de cosas mejores:


Darnos cariño y tratarnos bien como país y como familia, saludarnos en los ascensores, saludar a los guardias, a los chóferes de los buses, sonreír por lo menos una o varias veces al día. Querernos. Crear calidez dentro de nuestras casas, hogares, y para eso tiene que haber olor a comida, cojines aplastados y hasta manchados, cierto desorden que acuse que ahí hay vida. Nuestras casas independientes de los recursos se están volviendo demasiado perfectas que parece que nadie puede vivir dentro. Tratemos de crecer en lo espiritual, cualquiera sea la visión de ello. La trascendencia y el darle sentido a lo que hacemos tiene que ver con la inteligencia espiritual. Tratemos de dosificar la tecnología y demos paso a la conversación, a los juegos antiguos, a los encuentros familiares, a los encuentros con amigos, dentro de casa. Valoremos la intimidad, el calor y el amor dentro es nuestras familias. Si logramos trabajar en estos puntos y yo me comprometo a intentarlo, habremos decretado ser felices, lo cual no nos exime de los problemas, pero nos hace entender que la única diferencia entre ser feliz o no, no tiene que ver con los problemas que tengamos sino con la ACTITUD con la cual enfrentamos los que nos toca. Dicen que las alegrías, cuando se comparten, se agrandan. Y que, en cambio, con las penas pasa al revés: Se achican. Tal vez lo que sucede, es que al compartir, lo que se dilata es el corazón. Y un corazón dilatado está mejor capacitado para gozar de las alegrías y mejor defendido para que las penas no nos lastimen por dentro.



monje benedictino.

miércoles, 24 de diciembre de 2014

Oración de Navidad



Amigo Jesús:

Gracias por tu venida al mundo,
a mi vida.
Celebro lleno de gozo
tu presencia con todos nosotros.
Gracias por la Tierra,
el sacrificio y el dolor,
la tristeza y la angustia
que compartes con cada hombre.

Gracias también por la alegría y la Fe,
por el placer de ser,
por el don de existir,
por la esperanza grande y pequeña,
cerca y lejana.
Gracias por la plenitud y la Vida.

Navidad para ti es nacer
como hombre frágil en la tierra 
para que nazca en mí
todo sentimiento y afecto bueno,
firme e imperecedero para mi cielo eterno.

Quiero ser como Tú,
que eres un Dios-con-nosotros:
que yo sea un hombre con Dios.
Que tu nacimiento, ¡Oh Jesús!
haga brotar en mi corazón
un granito de Amor,
una semilla de plenitud,
un profundo deseo de servicio 
y haga de mi vida
una ofrenda para los que me buscan y me necesitan.
Y en mi mente, tu Espíritu
haga surgir un sutil
pensamiento de trascendencia.

Señor Jesús, te presento
mi cuerpo, mi corazón y mi mente
como lugar y espacio
lleno de ternura
para  tu nacimiento
esta Navidad.

P. Germán Baumgrats, S.V.D.

martes, 9 de diciembre de 2014

Nostalgia

"Cuando amamos
queremos ser
mejores de lo que somos"

Paulo Coehlo

Nostalgia


¿De qué se nutre la nostalgia?
Uno evoca la dulzura
cielos atormentados
tormentas celestiales
escándalos sin ruido
paciencias estiradas
árboles en el viento
oprobios prescindibles
bellezas del mercado
cánticos y alborotos
lloviznas como penas
escopetas de sueño
perdones bien ganados
pero con esos mínimos
no se arma la nostalgia
son meros simulacros
la válida
la única nostalgia
es de tu piel.

Mario Benedetti.

lunes, 8 de diciembre de 2014

Corazón de mudanza


Tengo el corazón de mudanza.
Esta casa sabe demasiado,
sus paredes escucharon tanto
que han salido grietas en el corazón de ambos.

Y han perdido ya su brillo los armarios
y las luces del salón ya se apagaron.

Esta nuestra casa se ha cansado
de peleas, gritos y portazos,
de esconder tras sus cortinas tanto desencanto
provocado por el paso de los años
y ha empezado tanto amor a hacernos daño.

Cajas de cartón amontonadas en la entrada.
¿Esto de quién es?
Si no te importa me lo quedaré.
Tengo ya al hablar una forzada naturalidad,
me puedo reír y a solas llorar.

Corazón de mudanza, tengo el corazón,
tengo... el corazón de mudanza.

Esta nueva casa es más pequeña.
Me acostumbraré a vivir en ella.
Por las noches estaré pendiente de la puerta
esperando como siempre a que tú vuelvas
y con tu ausencia dormi
ré cuando amanezca.

Toncho