Ojos Azules, Miguel, ahora descansa en paz. Cansado de luchar, de llorar, de sentir que no le querían como él deseaba, se entregó. Últimamente pensaba que sus amigos lo abandonaron, que quienes amaba o creía amar le habían dado la espalda. No toleraba las críticas que recibía y veía minada su autoestima. Quizás nunca comprendió cuánto le querían, cuánto amor estuvimos dispuestos a darle y le ofrecimos sin medida. A lo mejor su concepto del Amor era distinto al de muchos. Acaso esperaba ser amado de otra manera. Alguna vez su madre le dijo que cómo hacía para que le quisieran tanto. Pero Miguel seguía buscando, a veces dando palos de ciego, otras dándose al máximo. Y sufrió por sentirse malquerido. Y por no corresponder como otros le reclamaban.
Fue honesto. Supo decir lo que su corazón le dictaba. A veces se reñía a sí mismo por sus actuaciones. Otras se tragaba para él los fuertes juicios que él mismo se hacía. Le vi llorar muchas veces. Le vi solitario y amargado. Muchas otras compartí también con él las alegrías fugaces de las noches de copas, de las noches locas. Pero para él la vida era muy difícil, casi imposible de sobrellevar. Llevaba la tristeza en su interior, un lado oscuro que no pudo vencer. Pensaba que vivir era sufrir y hoy a sus 31 años, su cuerpo fue dejado en los brazos de la Madre Tierra.
Pero el Miguel que yo conocí, al que llamaba Ojos Azules, por su mirada como el mar y triste como una tarde de invierno, estoy seguro que ahora vive en paz, tranquilo, donde no hay dolor ni soledad. Estará en su cielo, con una sonrisa que ahora sí será de verdad, porque su Espíritu está libre de las ataduras terrenas, de los sentimientos humanos. Y también sé que ahora conoce toda la Verdad. La de todos y cada uno. Y nos sonreirá desde el Más Allá, al saber a ciencia cierta que sí le queríamos con toda el alma. Que sólo deseábamos que viviera intensamente. Y que hoy comprendemos con mucho dolor que no esté entre nosotros.
Con Alfonsina Storni, te digo esta noche, Miguel, Mi Querido Ojos Azules:
Sabe Dios qué angustia te acompañó
qué dolores viejos calló tu voz...
Cinco sirenitas te llevarán
por caminos de algas y de coral
y fosforescentes caballos marinos
harán una ronda a tu lado
y los habitantes del agua
van a jugar pronto a tu lado
Miguel, nos queda en el alma tu mirada, tu voz profunda y seca, las canciones que te gustaban y que nos traerá tu recuerdo cada que las escuchemos, las tardes de café y las noches que compartimos. El desayuno de la mañana y las charlas por el messenger. Los cubatas en cualquier garito, tus emociones reprimidas, tus reclamos de nuestra presencia y algunos silencios insondables. Nos queda tu memoria. Para siempre.
Descansa en paz, Amigo.