viernes, 24 de diciembre de 2010

Mi Carta Personal al Niño Dios

Querido Niño Jesús:

Hace muchos años, desde mi infancia, no me ponía a la tarea de escribirte una carta para pedirte regalos en la noche en que se celebra tu Nacimiento. Ya están lejanos aquellos diciembres en que esperaba con ilusión el atardecer para que se hiciera pronto la hora de irme a la cama para que no me encontraras despierto y no me dejaras al pie de mi cama los "traídos". Recuerdo especialmente aquella mañana en que al despertar teníamos mi hermano y yo, en medio de las dos camas de nuestra habitación, un precioso triciclo rojo con cajón trasero lleno de otros juguetes.

Iba creciendo y poco a poco la vida nos fue desvelando los secretos que sobre esa noche mágica guardaban celosamente mi madre y mi abuela. Pero nunca perdí el deleite que me causaba la celebración de tu cumpleaños. Siempre hubo en casa la alegría que comenzaba el 7 de diciembre, con sus velitas y faroles en el balcón en homenaje y oración a tu Madre y cada 24, en mi casa habitada ya por una familia de adultos, no faltaban nunca las risas cómplices de todos los que buscábamos debajo de la almohada y encontrábamos los regalos que teníamos unos para otros, celosamente escondidos desde semanas atrás.

Años después llegó a nuestras vidas un nuevo miembro, mi sobrino, que reavivó en todos el verdadero significado de la Navidad: la unión de la familia, el compartir la mesa y disfrutar en los ojos de un niño su carita de felicidad rasgando envoltorios. Aquel niño, ya todo un hombre, nunca olvidó -a pesar de la distancia- cómo recogíamos flores secas de palma para decorar el pesebre del salón, ni ha dejado de ayudar a su abuela a desenredar la maraña de cables de las minibombillas de colores del árbol de navidad.

A muchas personas no les gusta la Navidad. Quisieran que estas fechas se borraran del calendario festivo porque se agobian en medio de bulliciosos centros comerciales, comprando cosas que no necesitan ni ellos, ni sus hijos, ni los extraños a quienes regalan objetos inútiles, porque hay que cumplir con una tradición que no saben o no recuerdan de dónde viene ni por qué. Esos mismos que se agobian preparando opíparas cenas para sentarse a la mesa con familiares con quienes no se hablan en todo el año, esperando la mínima oportunidad para entablar discusiones estériles. Esos mismos que se declaran ateos, agnósticos, laicos o descreídos, ¿por qué celebran algo en lo que no creen?

Durante diez años he estado alejado de mi tierra natal y extraño cada vez más la celebración navideña. En Europa, donde nació la tradición de representar tu Nacimiento, éste adquiere otro color, el de la niebla, el frío, el invierno. No aquel del verano, la alegría, los villancicos y oraciones en los templos y en los comercios, el de compartir los postres con los vecinos de tu calle y la comida, la compañía y los juguetes con los más necesitados. Pero lo que más extraño es el compartir con la familia, con la mía, con la verdadera, así fuese el mismo plato común de cualquier noche, aunque nunca faltó algo especial en la mesa, porque era una fiesta. Nunca nos hizo falta comprar angulas de 2000 euros el kilo, ni darnos un atracón de mariscos para sentirnos en Navidad.

Ahora no tengo ganas de decorar mi vivienda con motivos navideños, ni de meterme en falsas muestras del llamado espíritu de la Navidad. Ahora solo quiero volver a tener la ilusión de un niño con sus juguetes nuevos. Por eso no pido un nuevo IPad, IPhone, ni un ordenador de última generación. No quiero que me regalen un "detalle" comprado a última hora y por salir del compromiso (un compromiso en el que no meto a nadie). Yo tengo una lista de pedidos que son mucho más que cosas materiales:

Que mi madre no esté ni se sienta sola; que ciertas personas no se aprovechen de su posición ventajosa para mentir, para no pagar justamente un salario -que debería ser sagrado-, para abusar de la confianza y de la lealtad; que la gente deje de fingir lo que no siente ni lo que no es; que yo reciba Amor, al menos en una mínima parte proporcional al que doy a algunos seres humanos, que lo rechazan, o no lo quieren o lo desprecian; que alguna madre no maltrate a su hijo y que aprenda de las lecciones que le da la Vida y a las que parece impermeable; que la gente sea consecuente con lo que dice; que los Amigos, los reales, sigan siendo los maravillosos Amigos que tengo, la familia que he escogido; que la depresión se aleje de algún corazón que amo.... y que cada Navidad vuelvas a nacer en mi corazón.

Mi Niño Jesús, Tú sabes mejor que yo todo lo que necesito aprender, sentir, saber y dar. Dame la sabiduría para entenderlo. No permitas que me falte el cordel ni que un mal viento me dé fin.

lunes, 20 de diciembre de 2010

El Regalo de los Reyes Magos

Un dólar y ochenta centavos. Eso era todo. Y sesenta de esas monedas eran peniques. Ahorrados uno a uno y conseguidos regateando con el tendero y el vendedor de vegetales y el carnicero hasta sentir rojas las mejillas con la acusación silenciosa de la avaricia que tales regateos implicaban. Della los contó tres veces. Un dólar y ochenta centavos. Y al siguiente día sería Navidad.

Ciertamente no había nada que hacer fuera de echarse a llorar en el miserable lecho. Y Della lo hizo. Lo que conduce a la reflexión moral de que la vida se compone de sollozos, llanto y sonrisas, con predominio del llanto.

Mientras la señora de la casa va calmándose, y va pasando de la primera a la segunda etapa, echemos una mirada a la casa. Un apartamento de ocho dólares a la semana. No se ajustaba exactamente a la descripción de una casa para mendigos, pero podría ser considerada así por la policía.

Abajo en el vestíbulo había un buzón al cual no llegaba carta alguna y un timbre eléctrico el cual ningún dedo mortal se atrevería a tocar. Además el apartamento aparecía con una tarjeta a nombre del “Señor James Dillingham Young”.

El “Dillingham” era conocido durante un período anterior de prosperidad cuando su dueño ganaba treinta dólares a la semana. Ahora, cuando sus ingresos se habían reducido a veinte dólares, pienso, se vieron en la necesidad de ajustarse a una modesta y humilde D. Sin embargo, cuando el Señor James Dillingham Young llegaba a su casa y subía a su departamento lo llamaban “Jim” y era abrazado cariñosamente por la señora de James Dillingham Young, a quien ya les hemos presentado como Della. Por lo cual está todo muy bien.

Della dejó de llorar y retocó el maquillaje de sus mejillas con el polvo del harapo. Se paró en la ventana y miró apenada a un gato gris que caminaba sobre una cerca gris en un jardín gris. Al día siguiente sería Navidad, y ella tenía solamente un dólar y ochenta y siete centavos para comprarle un regalo a Jim. Por meses había ahorrado cada centavo que había podido y ese era el resultado. Veinte dólares a la semana no alcanzaban para mucho. Los gastos habían sido mucho más altos de lo que ella había calculado. Siempre lo eran. Solamente un dólar y ochenta y siete centavos para comprarle un regalo a Jim. A su Jim. Había pasado muchas horas felices imaginando algo lindo para él. Algo fino y especial y de calidad —algo con las condiciones mínimas para que fuese digno de pertenecer a Jim—. Entre las ventanas del cuarto había un espejo de cuerpo entero. Quizás hayan visto un espejo de cuerpo entero en un apartamento de ocho dólares. Una persona muy delgada y muy ágil podría al mirarse en él ver su reflejo como una rápida secuencia de franjas longitudinales estando muy segura de lo que miraba. Della, al tener escasos recursos, dominaba el arte. Repentinamente se alejó de la ventana y se paró delante del espejo, sus ojos brillaron intensamente, pero su cara en menos de veinte segundos perdió todo su color. Rápidamente se soltó el cabello y lo dejó caer cuan largo era.

Ahora bien, los James Dillingham Youngs tenían dos posesiones de las cuales ambos estaban muy orgullosos. Uno era el reloj de oro de Jim que había pertenecido a su padre y a su abuelo. El otro era el cabello de Della. Si la Reina de Saba hubiera vivido en frente del apartamento, Della hubiera dejado colgar su cabellera en la ventana solo para mostrar su desprecio por las joyas y regalos de su majestad. Si el Rey Salomón hubiera sido el portero, con todos sus tesoros apilados en el sótano, Jim hubiera sacado delante de él su reloj cada vez que pasara, solo para ver su cara de envidia.

La bella cabellera de Della caía ondulada y brillante como una cascada de aguas castañas. Le llegaba más abajo de sus rodillas y se envolvía en ella como un vestido. Y entonces ella se la recogió de nuevo nerviosa y rápidamente. Dudó por un minuto, permaneció en pie mientras una o dos lágrimas caían sobre la gastada alfombra roja.

Se puso su vieja chaqueta café y su viejo sombrero. Con un revuelo de faldas y con el aún brillante centelleo en sus ojos, abrió la puerta nerviosa y bajó las escaleras hacia la calle.

Cuando se detuvo el aviso decía: “Mme. Sofronie: cabellos para todos los gustos”. Della subió y jadeando trató de tranquilizarse. Madame, larga, muy blanca y fría no se parecía en nada a la “Sofronie” de la entrada.

“¿Me compraría mi cabello?”, preguntó Della.

Yo compro cabello”, dijo Madame. “Quítese el sombrero y déjeme mirarlo”.
Cayó la rizada cascada castaña.

“Veinte dólares”, dijo Madame, levantando la masa con manos experimentadas.

“Córtelo rápido”, dijo Della.

Oh, y las siguientes dos horas transcurrieron volando sobre alas rosadas. Olviden la metáfora barata. Ella estuvo buscando en las tiendas el regalo para Jim.

Finalmente lo encontró. Estaba segura de que había sido hecha para nadie más que para Jim. No había ninguna otra como esta en las tiendas, y ella las había visitado todas ellas. Era una cadena de reloj en platino, simple y sencilla en su diseño, revelando así su valor solo por la importancia de su material y no por su ornamentación — todas las buenas cosas debían de ser así. Era digna del reloj. Así que tan pronto como la vio, supo que debía ser de Jim. Era como él. Serenidad y valor, la descripción se ajustaba a ambos. Veintiún dólares le costó, y ella volvió de prisa a casa con ochenta y siete centavos. Con la cadena en su reloj Jim querría en todo momento mirar la hora en cualquier compañía. Porque aun con lo magnífico que era el reloj, algunas veces Jim lo miraba a hurtadillas debido a la vieja correa de cuero que usaba en lugar de la cadena.

Cuando Della llegó a casa su excitación le dio paso a la prudencia y la razón. Ella cogió sus tijeras para el cabello y encendió el gas y fue a arreglar los estragos hechos por la generosidad sumada al amor. Lo cual es siempre una tremenda tarea, queridos amigos -una gigantesca tarea-.

En cuarenta minutos su cabeza está cubierta con diminutos y apretados rizos que la hacían lucir maravillosamente como un chico de escuela. Ella miró su reflejo en el espejo, larga, cuidadosa, y críticamente.

“Si Jim no me mata”, se dijo a sí misma, antes de que vuelva a mirarme, dirá que parezco una corista de Coney Island. Pero qué podía haber hecho yo. ¡Oh! ¿Qué podía haber hecho con un dólar y ochenta y siete centavos?

A las siete en punto el café estaba preparado y la sartén en la parte de atrás del horno caliente, lista para cocinar la carne.

Jim nunca llegaba tarde. Della dobló la cadena en su mano y se sentó en la esquina de la mesa cerca a la puerta por la que él siempre entraba. Entonces ella escuchó sus pasos en el rellano de la escalera en el primer piso, y por un momento se volvió pálida. Siempre tenía el hábito de decir una oración silenciosa por todas las cosas pequeñas del día, y ahora suspiró: “Por favor, Dios, haz que piense que aún estoy muy bonita”.

La puerta se abrió y Jim entró y la cerró. Se le veía delgado y muy serio. Pobre amigo, tenía solo 22 años y cargaba con una familia. Él necesitaba un nuevo abrigo y tampoco tenía guantes.

Jim se paró en la puerta, quieto como un perdiguero que ha descubierto la codorniz. Sus ojos se fijaron en Della con una expresión en ellos que Della no pudo reconocer, pero se aterrorizó. No era rabia, no era sorpresa, ni desaprobación, ni horror, ninguno de los sentimientos para los que ella estaba preparada. Él simplemente la miraba fijamente con esa peculiar expresión en su cara.

Della se levantó nerviosamente de la mesa y se acercó a él.

Jim, querido,” lloró, “no me mires de ese modo. Me he cortado el cabello y lo vendí porque no podía dejar pasar Navidad sin darte un regalo. Me crecerá de nuevo — ¿no te importa, verdad? Yo tenía que hacerlo. Mi cabello crece muy rápidamente. Dime „¡Feliz Navidad!, Jim, y seamos felices. No sabes qué bello, qué encantador regalo tengo para ti”.

“¿Te has cortado el cabello?”, preguntó Jim, lentamente, como si no fuera capaz de elaborar ese hecho evidente aunque hiciera un esfuerzo mental.

Cortado y vendido”, dijo Della. “
De todas maneras te gusto igual, ¿no es cierto? Sigo siendo la misma aun sin mi cabello, ¿no es así?”.
Jim pasó su mirada por el cuarto con curiosidad.

“¿Dices que tu cabello no está?”, dijo, con cierto aire de idiotez.

No necesitas buscarlo”, dijo Della. “Está vendido, te lo dije, vendido. Es Nochebuena, chico. Sé bueno conmigo, lo hice por ti”. “Quizás los cabellos en mi cabeza pudieran ser contados”, ella se acercó con una seria dulzura, “
pero nadie podría contar mi amor por ti. ¿Pongo la carne al fuego, Jim?”.
Jim pareció despertar rápidamente de su trance. Abrazó a su Della. Por diez segundos miró con discreción algún objeto en otra dirección. Ocho dólares a la semana o un millón — ¿cuál es la diferencia? Un matemático o una persona con inteligencia te habrían dado la respuesta incorrecta. Los magos habían dado al Niño regalos muy valiosos, pero aquel no estaba entre ellos. Esta oscura afirmación será aclarada luego.

Jim sacó un paquete del bolsillo de su abrigo y lo puso sobre la mesa.

No te equivoques conmigo, Della”, dijo. “
Pienso que no hay ningún corte de cabello o un peinado o un champú que pudieran hacer querer menos a mi chica. Pero si desenvuelves el paquete podrás ver el porqué de mi desconcierto al comienzo”.
Los blancos y ágiles dedos deshicieron el nudo y el papel. Y entonces un grito extático de júbilo; y luego, ¡ay! un rápido cambio femenino a histéricas lágrimas y llanto, necesitando que el señor del apartamento empleara de inmediato todos sus poderes de consuelo.

Allí estaban los peines — el juego de peines, uno al lado del otro, los peines por los que Della había suspirando en una ventana de Broadway. Bellos peines, auténtico carey, en el borde adornado con piedras preciosas y perfectos para usar en el desaparecido cabello. Eran peines muy costosos, ella lo sabía, y su corazón simplemente los había ansiado y anhelado sin la menor esperanza de tenerlos. Y ahora eran suyos, pero las trenzas que ellos podrían haber adornado ya no estaban.

Pero ella las oprimió contra su pecho, y finalmente fue capaz de mirarlas con profundos ojos y con una sonrisa dijo:
“¡Mi cabello crece muy rápido, Jim!”.
Y entonces Della brincó como un pequeño gato chamuscado, “Oh, oh”.

Jim no había visto su bello regalo. Ella lo levantó ansiosamente en la palma de su mano. El precioso y opaco metal pareció brillar con el vivo y ardiente espíritu de Della.
“¿No es maravillosa, Jim? Busqué en toda la ciudad hasta encontrarla. Podrás mirar libremente la hora cientos de veces desde hoy. Dame tu reloj. Deseo ver cómo luce”.
En vez de obedecer, Jim se tumbó en el sofá, puso sus manos bajo su nuca y sonrió.

Dell”, dijo él, “
olvidémonos de nuestros presentes de Navidad por un momento. Ellos son demasiado hermosos para utilizarlos solo como regalos. Yo vendí el reloj para conseguir el dinero para comprar tus peines. Y ahora pongamos la carne al fuego”.
Los Reyes Magos, como ustedes saben, eran hombres sabios —maravillosamente sabios—, llevaron regalos para el Niño en el pesebre. Ellos inventaron el arte de dar regalos de Navidad. Siendo sabios, sus regalos no estuvieron libres de sabiduría, posiblemente relacionaron la ventaja de intercambiarlos en caso de estar repetidos. Y aquí les he relatado con torpeza la historia de dos niños tontos que insensatamente sacrificaron los más grandes tesoros que tenían en su casa. Pero para terminar, digamos a los sabios de estos días, que de quienes dan regalos, estos dos fueron los más sabios. De todos los que han dado y recibido regalos, ellos, Della y Jim, fueron los más sabios. Ellos son los Reyes Magos.


O. HENRY (1862-1910) Estados Unidos.
O. Henry fue el seudónimo literario que utilizó William Sydney Porter.
Escritor, periodista, farmacéutico y cuentista.
Considerado por la crítica como un maestros del relato breve, su admirable tratamiento de los finales narrativos sorpresivos popularizó en lengua inglesa la expresión “un final a lo O. Henry”.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Lo han leído y me lo han dicho

Ayer me dedicaron estas palabras, tomadas de un blog. Cosas de la nostalgia pre-navideña y de la distancia fìsica de alguien que me quiere mucho (y quien es mi Amigo del Alma). ¡Gracias Niko!

Ya sé, ya sé; no soy claro... ¿cuándo lo fui?


Me pedís respuestas que me paso buscando, pero hasta un soñador colgado como yo necesita de certezas de vez en cuando y créeme que no las tengo.

Como en un mal guión tengo frases sueltas que no le agregan coherencia a mi discurso. Tenés razón, la madurez no es una de mis cualidades, claro que tampoco el peor de mis defectos.

Hemos pasado hermosos momentos y ambos tenemos el corazón roto. Y así tiene que ser.

Nos merecimos una historia con mejor final pero en ésta vuelta nos tocaron estos roles que bien supimos hacer brillar. No sos mi única razón para sentirme pleno, pero créeme que es la que busco cuando despierto. Me siento tan lejos de todo a veces que me asusto porque es como estar en órbita permanente. Pretendo ser blanco/negro y tengo más grises que película vieja.

Cuánto hay más allá de lo dicho y lo callado. Me acerco, me alejo; te acerco, te alejo, en este juego torpe que se me va de las manos y me resulta inmanejable. Tengo veinte razones para darte por mi conducta, pero solo te doy una para no enredarme y entonces entendés menos que antes y claro, resulto inentendible y te parece que cambio de la noche a la mañana pero esto no es de ahora, hace rato que me da vueltas pero no sé cómo decirlo. Ni siquiera cuando trato de llegar a mi corazón veo más claridad.

Y claro que tenés derecho a saber, ¿quién lo tendría más que vos? Nadie; sin embargo no doy señales de vida y no sabés a que atenerte. Opté por lo seco y despiadado y me arrepiento, cuando todo lo demás fracasó decidí innovar.

No te rindás, volá alto. Créeme que el amor se abrirá camino hasta llegar a vos y este dolor se aliviará.

Te voy a necesitar cerca esos días de perderme y encontrarme como mi único norte y orientación.

Ya lo dijo Desmond: "nos veremos en otra vida". Créeme.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Día Mundial del Sida

"La Vida es una enfermedad mortal, sexualmente transmisible".


Volvemos a otra conmemoración del Día Mundial del Sida. Prefiero llamarlo Día de las Personas que Viven con el VIH. Y digo VIVEN. No que mueren, ni que se están muriendo. En muchas ocasiones pienso que a esta pandemia del siglo XX (y XXI) tiene en su contra que se transmite principalmente por relaciones sexuales (tema tabú), que en sus principios se consideraba una dolencia propia exclusivamente de homosexuales (otro mito) y que es una enfermedad mortal.¡Como la vida misma!

¿Quién puede agregar un minuto de vida a sus años, por encima de lo que indefectiblemente debe vivir? Si todos -¡TODOS!- vamos a morir (esta tarde, mañana, el año que viene, dentro de 20 años), ¿por qué ponemos el sambenito a quienes son positivos al virus como no se lo ponemos a quienes padecen cáncer, y otras enfermedades necesariamente mortales? Porque está asociada al sexo, porque dicen que es un mal "buscado". Y olvidamos que el VIH sólo se transmite a tres tipos de personas: ¡Hombres, mujeres y niños!

En los países desarrollados, actualmente, los ciudadanos tienen acceso a los medicamentos antirretrovirales de manera gratuita, tratamientos que cuestan más de 800 euros al mes. En los países más pobres (como los africanos), los pacientes positivos al VIH tienen que resignarse a esperar una enfermedad oportunista que los lleve de este mundo a otro, sin tener acceso a las medicinas que les pueden garantizar una vida normal. Y en los países en vías de desarrollo aún hay que aguantar las opiniones de médicos y ministros de salud que miran hacia otro lado, como si las necesidades de salud pública no fueran de su competencia.
Sin embargo, todos los que requieren de tratamiento -mientras se perfecciona o descubre la vacuna efectiva-, sean de países pobres y ricos, tienen que enfrentarse también a la desidia de las multinacionales farmacéuticas; al desequilibrio económico entre los mundos (ya es bastante que hablemos de primero, segundo, tercer y cuarto mundo); a las intolerancia de ciertos sectores de la Iglesia: anticondón, homófobos, antisexo y discriminadores; a los medios de comunicación que hoy y en el Día del Orgullo Gay dejan un pequeño espacio en sus costosísimos programas, páginas y ondas para llenarlo de amarillismo, desinformación y notas de periodistas de escritorio y el resto del año se olvidan del tema.

Hoy tengo en el pensamiento y en el corazón a tantos amigos que trabajan por la prevención del VIH, a los voluntarios de Ong´s que regalan su tiempo para que otros tengan compañía, asesoría, asistencia médica y jurídica y un espacio en la sociedad. Pero especialmente hoy estoy con aquellos Positivos por la Vida, que no dejan decaer el ánimo, que viven cada día como si fuera el último (como debiéramos hacer todos, porque es la única certeza). Y expreso mi oración por aquellos que ya se han ido y me dejaron grandes y satisfactorios ejemplos de entereza vital.

domingo, 28 de noviembre de 2010

VIHvo: La Vida No Retrocede

Vivimos en una actualidad donde la política de la no empatía impera por todos los rincones, donde el manejo de la discriminación es nuestro arma de subsidencia más verosímil, y donde los enmarañados actos de "no amor" se siguen entregando a los niñ@s como ejemplo de buena educación.

A pesar de que el sida ya ha matado a más de 25 millones de personas, el VIH ha dejado de ser un tema de "actualidad" , ya nadie quiere hablar de él. No sabemos cómo aprendimos "a retroceder", pero sí es algo que no entendemos, ni toleramos. Me gustaría vivir en un mundo donde la moral fuera propia e independiente, donde nos despertáramos y los titulares de los periódicos alarmaran a la población entera con mensajes tipo: nadie está sólo, siempre hay esperanza, el VIH existe...

El amor y la bondad humana está en cada rincón esperándonos, y deseo que el trabajo del equipo que ha hecho esta campaña posible, conmueva a las personas tanto como lo ha hecho conmigo. El amor no es mentira; la vida nunca retrocede, no lo hagamos nosotros. Pásalo.

Campaña y spot dirigido por Rut Suso y producido por Maria Pavón.
Volando Vengo Producciones Creativas
VIHVO es un proyecto de Fundación triángulo

martes, 23 de noviembre de 2010

Manolo, el del bar

Conocí a Manolo hace un par de años, por casualidad, cuando entré a su bar a tomar el café mañanero de camino al trabajo. Su bar se llama Petit y hace honor a su nombre: Pequeño, tres mesas y seis sillas y la típica barra de algún mineral oscuro. Pero lo que no es pequeño es el calor humano que se siente allí. Todos los que entramos al bar, casi a las mismas horas, pidiendo siempre lo mismo, no sentimos como en casa. Siempre hay risas, un tema que comentar, una broma para hacer. Con el tiempo, los clientes nos vamos conociendo y nos convertimos en amigos, así sea durante los breves minutos que tardamos en beber una copa de vino o un café.

A Manolo, que abrió el negocio hace más de cuarenta años, podría recordarlo por su capacidad para traer siempre una anécdota a cualquier comentario de un cliente. De él escuché las escapadas de viaje con los amigos, cuánto le gustaba la buena mesa, cuánto quería a su esposa Aurora y a su hijo Sergio, cómo disfrutaba con las gracias de su nieta Nerea. Llegué a verle alguna vez bastante fastidiado con una lesión en la espalda y nunca le noté un gesto de malhumor: A las 6 de la mañana estaba al pie del cañón, con su carajillo a punto y el genio dispuesto para atendernos con diligencia.

Poco lo vimos este año por el bar. Enfermó de repente y pasó muchos meses de pruebas médicas y hospitalizado. Y con mucho coraje aguantó sus males hasta que su cuerpo no pudo más. Hace 23 días que recibimos la noticia con el escueto "Cerrado por defunción" en la puerta del bar. Y la verdad es que su ausencia se nota, más cuando vemos su imagen en un rótulo publicitario de una conocida marca de whisky encima de la máquina tragaperras.

En su velatorio estuvimos su familia, sus amigos, sus clientes. Por el bar han desfilado muchísimas personas a dar el pésame a su hijo. Pero lo que más me ha impresionado es que en esos lugares estábamos tranquilos, serenos, como si estuviéramos con él, como si de repente nos pudiera hablar de su amado equipo de fútbol, el Barça. Quizás porque sabemos que su tarea en este mundo estaba bien cumplida.

Su hijo Sergio, con quien alternaba el trabajo, ahora está a cargo del bar al cien por cien. Y seguro que lo hace tan bien como su padre. "Lo que se hereda no se hurta", dice un conocido refrán. Y no me cabe duda de que sigue haciéndonos grata la visita al Petit, donde el espíritu de Manolo seguirá presente.

*** *** ***
En su funeral pronunciaron las siguientes palabras:

No puedo pasar por alto la ocasión que nos ha reunido en este improvisado consejo de familia Montforte-Sierra. Bien es verdad que e su DNI no figuraba el apellido Sierra, pero por vínculo matrimonial él decidió incorporarlo. Así pues me permitido hacer público y poner en alta voz el cariño interior que todos los aquí presentes le manifestábamos y darlo a conocer a todo aquel que sea capaz de escuchar.

Finalmente, hoy y ahora, ya se ha presentado la fecha señalada en el calendario para que celebremos en este acto la despedida de Manuel. Es cierto que sólo se muere una vez, pero durante mucho tiempo y en tu caso, querido Manuel, han sido 62 años de tránsito vital desde su nacimiento en Caspe, la verdad es que o parecen demasiados años para desarrollar una vida. Sin duda que se nos han quedado a todos muchas cosas que compartir, momentos dulces y placenteros en que que reír y momentos en los que llorar y que por las circunstancias del destino ya no queda tiempo para poder llevarlas a cabo.

Escribió el filósofo Ben Franklin que "en cada vida debes trabajar como si fueras a vivir cien años y rezar como si fueras a morir mañana". Puedo aseguraros que Manuel durante esa parte de vida en la que yo he coincidido con él, trabajó con creces las horas correspondientes a sus cien años reglamentarios. Tan sólo dos días antes de su óbito y durante la hora de la comida en la habitación del hospital, sí, rezamos juntos, puesto que rezar es confiar en las personas que desinteresadamente te quieren ayudar, es el amor y el cariño que le unía a su familia: me habló de su esposa y de la dedicación que le estaba mostrando, me habló de su hijo y de su trabajo y rezar también es encomendarnos a ese Ser Supremo al que nos confiamos en los momentos de mayor zozobra, y eso os aseguro que lo hicimos.

A los 33 años en vida de San Agustín, cuando a la muerte de Mónica, su madre de 56 años, escribió: "mientras le cerraba los ojos, una tristeza inmensa invadió mi corazón e iba a echarme a llorar, se me desgarraba el alma porque mi vida había llegado a ser una sola con la suya".

Es probable que si Manuel en estos momentos tan dolorosos pudiera confortarnos de algún modo, lo hiciera de un modo similar a como lo hizo Mónica al decirle a San Agustín momentos antes del fatal desenlace: "lo único que os pido es que de vez en cuando os acordéis de mí ante el altar del Señor en cualquier momento que os encontréis".

Yo prometo hacerlo.

Y finalmente, quiero Manuel, o quisiera acabar este breve momento sin agradecerte muy especialmente los inolvidables momentos que hemos compartido en este mundo y la suerte que hemos tenido de conocerte.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Cometas en el cielo: ¡Por ti lo haría mil veces más!

"Es lo que le ocurre a la gente que cree lo que dice. Que piensa que a los demás les sucede lo mismo."

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"América era distinta. América era un río que descendía con gran estruendo, inconsciente del pasado. Y yo podía vadear ese río, dejar que mis pecados se hundieran en el fondo, dejar que las aguas me arrastraran hacia algún lugar lejano. Algún lugar sin fantasmas, sin recuerdos y sin pecados." (Comentario. Yo pensaba que eso me pasaría en Europa).

*** *** ***
"... con el tiempo he descubierto que lo que dicen del pasado, que es posible enterrarlo. No es cierto. Porque el pasado se abre paso a zarpazos."

jueves, 28 de octubre de 2010

Más y Menos

Un mensaje de George Carlin:

La paradoja de nuestro tiempo es que tenemos edificios más altos y temperamentos más reducidos, carreteras más anchas y puntos de vista más estrechos. Gastamos más pero tenemos menos, compramos más pero disfrutamos menos. Tenemos casas más grandes y familias más chicas, mayores comodidades y menos tiempo. Tenemos más grados académicos pero menos sentido común, mayor conocimiento pero menor capacidad de juicio, más expertos pero más problemas, mejor medicina pero menor bienestar.

Bebemos demasiado, fumamos demasiado, despilfarramos demasiado, reímos muy poco, conducimos muy rápido, nos enojamos demasiado, nos desvelamos demasiado, amanecemos cansados, leemos muy poco, vemos demasiado televisión y oramos muy rara vez.

Hemos multiplicado nuestras posesiones pero reducido nuestros valores. Hablamos demasiado, amamos demasiado poco y odiamos muy frecuentemente.

Hemos aprendido a ganarnos la vida, pero no a vivir. Añadimos años a nuestras vidas, no vida a nuestros años. Hemos logrado ir y volver de la luna, pero se nos dificulta cruzar la calle para conocer a un nuevo vecino. Conquistamos el espacio exterior, pero no el interior. Hemos hecho grandes cosas, pero no por ello mejores.

Hemos limpiado el aire, pero contaminamos nuestra alma . Conquistamos el átomo, pero no nuestros prejuicios. Escribimos más pero aprendemos menos. Planeamos más pero logramos menos. Hemos aprendido a apresurarnos, pero no a esperar. Producimos computadoras que pueden procesar mayor información y difundirla, pero nos comunicamos cada vez menos y menos.

Estos son tiempos de comidas rápidas y digestión lenta, de hombres de gran talla y corta edad de carácter, de enormes ganancias económicas y relaciones humanas superficiales. Hoy en día hay dos ingresos pero más divorcios, casas más lujosas pero hogares rotos. Son tiempos de viajes rápidos, pañales desechables, moral descartable, acostones de una noche, cuerpos obesos, y armario y muy poco en la bodega. Acuérdate de pasar algún tiempo con tus seres queridos porque ellos no estarán aquí siempre.

Acuérdate de ser amable con quien ahora te admira, porque esa personita crecerá muy pronto y se alejará de ti.

Acuérdate de abrazar a quien tienes cerca porque ese es el único tesoro que puedes dar con el corazón, sin que te cueste ni un centavo.

Acuérdate de decir te amo a tu pareja y a tus seres queridos, pero sobre todo dilo sinceramente. Un beso y un abrazo pueden reparar una herida cuando se dan con toda el alma.

Acuérdate de tomarte de la mano con tu ser querido y atesorar ese momento, porque un día esa persona ya no estará contigo.

Date tiempo para amar y para conversar, y comparte tus más preciadas ideas.

Y siempre recuerda:

La vida no se mide por el número de veces que tomamos aliento, sino por los extraordinarios momentos que no los quitan.

miércoles, 27 de octubre de 2010

¡A que te gusta la ópera!

Actuación sorpresa del Coro "Premier Ensemble" de AGAO en el Café Iruña de Pamplona, España. 7 de mayo de 2010. Celebración del "Día Europeo de la Ópera". Organizado por la "Asociación Gayarre Amigos de la Ópera de Navarra" (AGAO) http://www.agao.es/

domingo, 24 de octubre de 2010

En el aniversario de tu ausencia, compañero.

Elegía a Ramón Sijé
Miguel Hernández
10 de enero de 1936
(En Orihuela, su pueblo y el mío, se
me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,
a quien tanto quería)
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.
Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irá a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.

sábado, 23 de octubre de 2010

Mientras se lee esta columna

Por Paulo Coelho
(XL Semanal, 4 de octubre de 2010)


Me parece que esta columna mía se lee en aproximadamente tres minutos.

Pues bien: según las estadísticas, mientras transcurre este tiempo van a morir 300 personas y van a nacer 620.

Puede que yo le dedique media hora a su escritura: estoy concentrado en mi ordenador, con libros a mi lado, ideas en la cabeza, ruido de coches en la calle. Todo parece perfectamente normal a mi alrededor y, sin embargo, a lo largo de estos treinta minutos, 3.000 personas han muerto y 6.200 acaban de abrir los ojos, por primera vez, a la luz del mundo.

¿Dónde se encontrarán estos millares de familias que en los últimos minutos han comenzado a llorar una pérdida o a reír con la llegada de un hijo, un nieto o un hermano?

Me detengo a reflexionar un poco:
es posible que muchas de estas muertes pongan punto final a una larga y dolorosa enfermedad y que ciertas personas encuentren alivio en la visita del Ángel que ha venido a buscarlas.

Además, sin duda alguna, a centenares de estos niños que están naciendo los abandonarán al minuto siguiente y pasarán a engrosar las estadísticas de las muertes antes de que termine de escribir este texto.

Qué cosa. Una simple estadística, que vi por casualidad, y de repente me encuentro sintiendo todas estas pérdidas y estos encuentros, todas estas sonrisas y estas lágrimas.

¿Y cuántos están partiendo en soledad, en sus cuartos, sin que nadie sepa lo que les está ocurriendo?

¿Y cuántos nacerán a escondidas y serán abandonados a las puertas de orfanatos o conventos?

Sigo reflexionando: en su momento ya formé parte de la estadística de los nacimientos y un día también me incluirán en el número de los muertos.

Qué bien: soy plenamente consciente de que voy a morir. Desde que hice el Camino de Santiago, entiendo que, aunque la vida continúe y seamos todos eternos, esta existencia terminará acabando un día.

Aunque creamos en otras vidas,
lo que se nos ha concedido vivir es siempre el momento presente.

Las personas piensan muy poco en la muerte. Se pasan la vida preocupadas por cuestiones verdaderamente absurdas, dejando las cosas para más tarde, evitando toparse con los momentos importantes. No se arriesgan, porque consideran que es peligroso. Se quejan mucho, pero se acobardan a la hora de las resoluciones.

Quieren que todo cambie, pero ellas mismas se niegan a cambiar.

Si pensaran un poco más en la muerte, en ningún caso dejarían de hacer la llamada telefónica que les está faltando. Serían un poco más alocadas. No les daría miedo el final de esta encarnación, pues no se puede temer lo que es inevitable.

Los indios dicen: «Hoy es un día tan bueno como cualquier otro para dejar este mundo». Y un brujo comentó en cierta ocasión:
«Que la muerte permanezca siempre sentada a tu lado. De esta manera, cuando necesites hacer las cosas importantes, ella te dará la fuerza y el valor necesarios».

Espero que tú, lector, hayas llegado hasta aquí y seas consciente no sólo de lo que dicen las estadísticas, sino también de la misión que tienes en esta Tierra. Sí, es cierto que todos nosotros, más tarde o más temprano, vamos a morir.

Pero aceptarlo es la mejor manera de estar preparados para la vida.

(Nota: Subrayados de Merlín Púrpura).

viernes, 15 de octubre de 2010

Nairí Grigorian, café solo y dúo a dos pianos

Toma café solo, negro, con sacarina. Le gustan las ensaladas y el picante. Siempre está perfectamente vestida, elegante, glamurosa. Y siempre lleva un perfume delicioso. Es alta, se impone su presencia amable y su voz fuerte, con acento del este de Europa.
De origen armenio, la he oído hablar con claridad y firmeza de sus ideas sobre la cultura española. Un día me contó, con una pasión envidiable, que daba clases de piano, y nos conectamos a hablar de música y de sus conciertos por el mundo, sin más presunción que la que puede tener el sencillo agricultor.

Siempre quise verla y escucharla en una sala de conciertos. Y hace poco, sin más, me entregó en la barra del bar donde le sirvo el café o la comida a ella y su preciosa hija adolescente, entradas para uno de ellos. Me acerqué al Auditorio de Zaragoza a escuchar su dúo a dos pianos con Antonio Pérez Roy. Y descubrí mucho más de lo que esperaba.

Salió al escenario segura, sonriendo, firme. Durante el concierto no pude dejar de mirar su cara mientras escuchaba a Rachmaninov, Lutoslawski, Milhaud y Piazzola. Era todo un poema ver cómo comunicaba en el teclado y en su expresión corporal su pasión por la música, su personal interpretación de los sentimientos que los compositores crearon en unas partituras. Mi impresión era que ella estaba como en una celestial posesión de los espíritus de la pasión, la ternura, la melancolía o la nostalgia.

He re-descubierto una vez más que los seres humanos somos múltiples personas en un solo cuerpo, que nos ponemos frente a los demás y nos exponemos a que se queden con la primera impresión, con un mínimo concepto de nosotros, tan mínimo como el que nos mira quiera que sea. A esta mujer del café solo, negro, con sacarina, quizás muchos la puedan ver solamente como la "extranjera" que toca al piano. Yo sabía, hasta anoche, que era una buena mujer, afable, inteligente y buena conversadora. Y en su concierto comprobé que es más que una intérprete o ejecutante del piano. Es toda una artista. Es pasión. Es sensibilidad. Es vitalidad.

Ah, no he dicho que es Nairi Grigorian, de quien me siento orgulloso y honrado de servirle un café.

jueves, 14 de octubre de 2010

¡Y me vestí de baturro!

La RAE define baturro en la actualidad como rústico aragonés; pero hasta no hace mucho tiempo se podía leer: despectivo de «bato», «hombre tonto, rústico, poco inteligente»; para Borao, baturro «se dice de los jornaleros del campo y gente menos acomodada; pero es voz familiar»; y para Casares es adjetivo, «rústico aragonés»; finalmente, Rafael Andolz lo define como «natural de Aragón» o castizo, y afirma que «generalmente no tiene el sentido que le da la Academia». En realidad se ha perdido la acepción del adjetivo, como labriego o rústico, y ha cobrado el apelativo cariñoso del aragonés, aunque siga conservando el matiz peyorativo «baturrada». (Definición de la Gran Enciclopedia Aragonesa).

Casi a punto de cumplir diez años viviendo en Zaragoza, no había tenido la oportunidad o el arranque para vestirme de baturro y participar como otros miles de aragoneses en la Ofrenda de Flores a la Virgen del Pilar. El 12 de octubre, día de la Patrona de la Hispanidad, los fieles de esta tierra hacen largas horas de espera, bajo el sol o la lluvia, acompañados de sus fraternidades, cofradías, familias o peñas, rigurosamente vestidos con alguno de los trajes típicos de la zona, para formar con sus ramos de flores el manto de su amada Pilarica.

Desde la primera vez que la vi, con ojos de foráneo, me impresionó esa tradición de carácter religioso, acto central de una semana de conciertos, corridas de toros, ferias, jotas, bebidas y comidas... y todo el mundo en la calle. Y este año me dio por vestirme de baturro y llevar mis flores a la Virgen, como cuando niño las llevaba al altar del colegio. En esta tierra obtuve la nacionalidad española, en esta ciudad he vivido casi desde que llegué a Europa, aquí he soñado, reído, llorado y amado, así que me siento de aquí. Y esto responde a quienes me han preguntado por qué no me vestí con el traje típico colombiano (del cual sólo tengo el carriel que era de mi padre).



De verdad que es un toda una faena esto de la Ofrenda. Toca conseguir con anticipación el traje con todos sus accesorios: camisa, chaleco, fajín, pantalón corto, medias, calzones (calzoncillos largos -pero éstos no asoman por la cintura, sino que se ven por los bajos del pantalón-), el cachirulo (pañuelo atado a la cabeza), alpargatas (que al ser de suela de esparto (cabuya para los latinos) dejan pasar a los pies toda el agua que puede caer del cielo (como este año). No hablemos de lo que cuesta un traje a medida (un dineral), así que hay que alquilarlo. Hay que madrugar para encontrar a los "colegas" con quien se va a la Ofrenda. Hay que buscar por donde entrar al desfile... y caminar despacio, muy despacio, hasta llegar a la Plaza del Pilar y entregar el ramo a aquellos que se encargan de colocar las flores a los pies de la imagen de la Virgen, elevada sobre un gigantesco andamio que al final de la tarde tendrá un manto de varias toneladas de flores a sus pies.



Me emocionó llegar a la Plaza, elevar los ojos a la imagen y pedirle muchos favores. En realidad no hice un listado. Sólo mentalmente le dije a la "Pilarica" que ella sabía mis necesidades y que sabría cómo orientarme y que cuidara a mi familia y amigos.
Luego vendría el chocolate con churros, las fotos con el móvil, la visita a los amigos que no se creían ver a este paisa-baturro, la comida con una familia amiga... y la satisfacción de hacer parte de una nueva ciudad.

martes, 12 de octubre de 2010

Miguel Bosé: ¡Qué Cardio Tour!


Si tu no vuelves,

se secarán todos los mares

y esperaré sin ti,

tapiada al fondo de algún recuerdo.

Si tu no vuelves

mi voluntad se hará pequeña

me quedaré aquí junto a mi perro

espiando horizontes.

Si tu no vuelves

no quedarán más que desiertos

y esperaré por si algún latido le queda a esta tierra

que era tan serena cuando me querías

había un perfume fresco que yo respiraba

era tan bonita, era así de grande, y no tenía fin.

Y cada noche vendrá una estrella a hacerme compañía

que te cuente cómo estoy y sepa lo que hay

dime: amor, amor, amor, estoy aquí, ¿no ves?

si no vuelves no habrá vida, no sé lo que haré.

Si tú no vuelves

no habrá esperanza ni habrá nada

caminaré sin ti,

con mi tristeza bebiendo lluvia...

Anoche, como parte de la programación de las Fiestas del Pilar en Zaragoza, pude asistir al concierto de Miguel Bosé, dentro de su gira Cardio Tour, que comenzó el 7 de mayo en Medellín. No soy muy amigo de los conciertos en coliseos o polideportivos, porque me parece que no son sitios adecuados para la música, por cuestiones de acústica y comodidad, pero me sorprendió gratamente el Pabellón Príncipe Felipe a reventar de público, en graderías y en las pistas, adolescentes, de mediana edad y maduritos y maduritas que estaban a tope de adrenalina con este concierto.

Sobre el montaje, las coreografías, la iluminación, el sonido, el grupo de músicos no tengo queja alguna y los comentarios lo dejo a los expertos en estos temas. Pero sí tengo que hablar del arte que despliega este español, nacido en Panamá hace más de 50 años y honrado con la nacionalidad colombiana hace poco. Miguel Bosé llena un escenario, con su sonrisa, con su voz, con sus manos, con su baile... Es sencillo y simpático; rockero, romántico, hip hop y pop; gracioso y profundo; sereno y erótico, capaz de encandilar por igual a hombres y mujeres.

Me esperaba encontrar un auditorio lleno de gente de más edad, pero un artista como Bosé es capaz de mantenerse vigente durante más de treinta años gustando a los que eran jovencitos en los 70´s y a los que lo son en esta década del siglo XXI. Claro que estaban sus nuevas canciones -para eso se hace una gira mundial-, pero nadie se movió de su lugar hasta que nos regaló su Amante Bandido, Si tú no vuelves, Sevilla o Te Amaré, que ya son clásicos obligados en sus presentaciones.

Y me encontré también con que me volvió a remover lágrimas que llevo guardadas en el alma, por quien se fue hace poco menos de un año y aún no puedo ni quiero olvidar.

Te amaré, te amaré,

aunque ya no estés presente...

lunes, 4 de octubre de 2010

Día de San Francisco de Asís


¡Señor, haz de mí un instrumento de tu paz!
Que allí donde quiera que haya odio, siembre yo amor;
donde haya injuria, perdón;
donde haya discordia, unión;
donde haya error, verdad;
donde haya duda, fe;
donde haya desesperación, esperanza;
donde haya tinieblas, luz;
donde haya tristeza, alegría.

¡Oh, Divino Maestro!, que no busque yo tanto
ser consolado como consolar;
ser comprendido, como comprender;
ser amado, como amar.

Porque dando es como se recibe;
olvidando, como se encuentra;
perdonando, como es como Tú me perdonas;
y muriendo en Tí, nazco a la vida eterna.


Todos los días recuerdo y recito esta oración que aprendí en mi niñez en la parroquia de San Benito de Palermo, en mi Medellín natal. Quizás San Francisco de Asís es uno de los mayores santos de la Iglesia Católica. El Pobrecillo de Asís, el Cristo de la Edad Media, Patrono de la Paz, de la Ecología y de los Veterinarios. Al pie de los franciscanos supe de su vida sencilla y humilde, del primer pesebre que hizo en vivo en una fría noche de un 24 de diciembre y el que durante 22 años diseñé día a día durante la novena de Navidad con la invaluable compañía de mi amigo David. Supe de sus estigmas, del Hermano Sol y la Hermana Luna, de su Cántico de las Criaturas, de sus Hermanas Clarisas... Vestí su hábito marrón con su cordón de tres nudos cuando fui acólito...
Pero lo más importante es que no olvido esa oración, la de todos los días camino al trabajo, la que me concede la gracia de consolar, la que me ayuda a dar luz, esperanza y alegría.
El Señor te bendiga y te guarde;
te muestre su faz y tenga misericordia de ti.
Vuelva a ti su rostro y te conceda la paz.
El Señor te bendiga, hermano.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

¡Diez años ya!

Pasajeros con destino Madrid-Barajas, vía Miami. Maletas. Ilusiones. Enamorado. Nuevas expectativas. Madrid de los Austrias. Calle de los Mancebos. Viejos amigos. Nuevos oficios. Danzante para la tercera edad. Recogedor de desechos hospitalarios. Ensobrador de publicidad. Dependiente de Objetos del Mundo. Camarero. Curso de teleoperador. Expositor de fotografías. Cenas de lujo y conciertos clásicos. Museos, plazas y paseos. Mudanzas en el metro. Navidades sin familia. Desempleo. Cama de prestado. Filas por papeles. Cambio de ciudad. ¡Vuelve a empezar!

Zaragoza. Piso de alquiler. Nueva gente. Otros cursos. Hostelería. Repartidor de publicidad. Agencia publicitaria. Dependiente de locutorio. Desempleo. Viajes al extranjero. Ciudades que se caminan. Separación afectiva. Desenamoramiento. Depresión y ansiedad. Vivir solo. Apartamento nuevo. Cama sola. Animal de compañía. Ofrendas. Probar. Buscar. Aprender. Crecer. Aconsejar. Empatizar. Nuevos compromisos. Rupturas. Amigos que se han perdido. Amantes que se volvieron amigos. Amados que murieron. Amados que no se olvidan. Amigos de los buenos. Meteduras de pata. Explotación laboral. Racismo. Decepciones. Desengaños. Excepticismo.

Volver a la tierra madre. Regresos temporales. Amigos que siempre están. Visados denegados. Doble nacionalidad. Muere la abuela. No nos despedimos. Se gradúa el sobrino. Tampoco pude ir. Hermana que se casa. Ausencia en su boda. Título homologado. Salarios que no llegan. Palabras falsas. Palabras de corazón. Sentimientos reales. Soledades compartidas. Soledades tenebrosas. Sonrisas que se aprecian. Ni timonel ni dirección. Todo, ¿para qué?

Payaso. Bufón. Cretino. Prepotente. Tontico. Simpático. Inteligente. Subvalorado y subestimado. Sobrecargado. Malquerido a veces. Desqueriente otras. Otoñal por dentro. Primaveral por fuera.

¡Diez años ya! Diez años sin billete de regreso. Estado de limbo. ¿A qué volver? ¡Adelante es al frente! ¿Hay un horizonte? ¿Hay algo allí? ¿Qué esperar?

lunes, 27 de septiembre de 2010

Lo que me interesa

Me encontré este texto en un viejo cuaderno de apuntes:

No me interesa lo que haces para ganarte la vida. Quiero saber cuál es tu dolor y ti te atreves a soñar que te permites encontrar lo que tu corazón añora.

No me interesa cuántos años tienes. Quiero saber si te arriesgarías a parecer un tonto por amor, por tus sueños o por la aventura de estar vivo.

No me interesan qué planetas hacen la cuadratura de tu luna. Quiero saber si has tocado el centro de tu propio dolor, si las traiciones de la vida te han abierto o si te has encogido y cerrado por el temor de sentir más dolor. Quiero saber si puedes sentarte con el dolor, mío o tuyo, sin moverte para esconderlo o para resolverlo.

Quiero saber si puedes estar con el GOZO, tuyo o mío; si puedes danzar salvajemente y dejar que el éxtasis te llene hasta las yemas de los dedos de las manos y de los pies, sin advertirnos que debemos tener cuidado y ser realistas, ni recordarnos las limitaciones de ser humanos.

No me interesa si es verdadera la historia que cuentas. Quiero saber si puedes desilusionar a otra persona para ser auténtico contigo mismo, si puedes soportar la acusación de ser un traidor y no traicionar tu alma. Quiero saber si puedes ser fiel y por lo tanto confiable.

Quiero saber si puedes sentir la belleza aún cuando no todos los días son bellos, y si puedes encontrar la fuente de tu vida en su presencia.

Quiero saber si puedes vivir con el fracaso, tuyo o mío, y a pesar de ello pararte a la orilla de un lago y gritar "¡Sí!" al plateado de la luna llena.

No me interesa saber dónde vives ni cuánto dinero tienes. Quiero saber si puedes ponerte de pie, después de una noche de dolor y desesperanza, agotado y golpeado hasta los huesos, y hacer lo que hay que hacer por los niños.

No me interesa quién eres ni cómo llegaste aquí. Quiero saber si permanecerías conmigo en el centro mismo del fuego sin echarte atrás.

No me interesa dónde has estudiado, ni qué has estudiado, ni con quién lo has hecho. Quiero saber qué es lo que te sostiene desde adentro cuando todo lo demás falla.

Quiero saber si puedes estar solo contigo mismo y si te agrada verdaderamente la compañía que buscas en los momentos vacíos.

Sin más "palabras",

Elizabeth

domingo, 26 de septiembre de 2010

Otra de soledades: Tristes Amaneceres

Por Mariana Jara
Metro

Toni dice que no le gusta llegar a su casa porque sabe que nadie lo está esperando, por eso dejó morir las plantas que alguna vez tuvo en su balcón, para evitarles el dolor a la soledad, me contó. Hace tiempo que su alma suena a tango triste y no levanta cabeza. Debe de ser por eso que escucha tanto a Gotham Project. En teoría tiene todo para ser feliz, un buen trabajo en una agencia de publicidad, mujeres no le faltan, una vida social divertida, un ático con terraza y todos los DVD que quiere, sin embargo algo le hace tirar para abajo. Creo que le gusta recrearse en el dolor. Lo quiero infinitamente, pero me da mucho miedo contagiarme de esa nostalgia inconcreta, que tiene que ver más con lo que no se hizo bien, con los errores que se cometieron en el pasado, que con la gente que ya no está. Cada vez que tiene la incierta posibilidad de ser feliz, prefiere el camino contrario.

Esta mañana, mientras escuchaba a Diana Krall, me llamó para contarme un sueño. "Siento que estoy durmiendo con una mujer que no sé quién es, pero estoy muy a gusto y todo es maravilloso, y de ponto, se da la vuelta y sus ojos ya no son los mismos y su cuerpo empieza a cambiar, igual que su rostro, y va cambiando mil veces, tanto, que van pasando cientos de mujeres y ya ni sé quién era ella al comienzo y me despierto angustiado, desesperado, porque ya no sé quién era". No hay que ser Freud para adivinar lo que hace tiempo tengo claro. Toni se acostumbró a la melancolía, no tiene a nadie a quien extrañar, sin embargo sigue extrañando. Su última relación seria fue a los 25 años y acaba de cumplir 34, a partir de entonces nunca más se ha querido enamorar. Prefiere estar siempre de paso en la vida de la gente, porque tiene ese medio generacional que todos los treintañeros, que andamos perdidos buscando algo que nos ayude a cruzar ese vacío que se abre como un abismo entre la felicidad y el vivir.

Por eso sus relaciones nunca duran más de un mes y tiene todo un decálogo de normas: no le gusta llevarlas a casa, no llamarlas todos los días, no pasar nunca un día con ellas después de hacer el amor, nunca planear viajes juntos y no conocer a sus amigos. Así no engaña, ni se engaña, dice él. Después de 20 minutos de oírlo quejarse de que era el ser más infeliz de la tierra, me atrevía a contarle que hace algún tiempo la melancolía duerme en su cama. "Son esas mañanas en que le temo a la vigilia, porque en mi duermevela siempre pasa lo mismo. Él, que es el mismo de siempre, se levanta, como lo hacía antes, y ronda por la casa como un león controlando su territorio, para volver con todo su cuerpo a mi lado y buscar el calor de mi espalda, en un fuerte abrazo que me transmite la seguridad que emana del cariño. En mi sueño, los dos soñamos los mismos sueños, hasta que suena el despertador. Sólo que ahora cuando suena, ya no está, ni siquiera queda su olor y mis ojos se abren con una cortina de lágrimas. Y con un té con leche empiezo a resucitar y comienzo a encaramarme nuevamente arriba del mundo para que vuelvan a existir los minutos, las prisas, las reuniones, los proyectos y las nuevas conquistas".

Toni quedó algo sorprendido con mi confesión. "Hostia, tía, por qué no me lo habías dicho, y yo aquí dándote la lata con mis tonterías". Uno a veces ayuda a sus amigos sin quererlo.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Para una amiga que no se acostumbra a la soledad



"No, no, nunca estoy solo cuando estoy con mi soledad...
no, no, nunca estaré solo, estaré con mi soledad...
ella es mi más dulce costumbre...", canta Georges Moustaki.


Pero, por supuesto, llegar a nunca sentirse solo, nunca sentirse sola ni estar sola con la soledad es un duro aprendizaje; hacer de ella su más dulce compañía es también un aprendizaje que no se hace en unos días. Y mi amiga hace muy poco se separó después de una relación de más de quince años... Ella me dice a menudo: "Florence, yo quisiera saber vivir la soledad, pero no puedo, no puedo pasar un fin de semana sola sin desesperarme y ponerme a llorar... no puedo ni siquiera pasar un día sola".
Yo trato de explicarle entonces que ese aprendizaje se hace poco a poco y que la única receta es aprender y comprender que uno, una, nunca está sola consigo misma. Es decir, uno puede estar sola pero no sentirse sola porque la soledad permite confrontarse con uno mismo, permite descubrir alguien lleno de potencialidades, de posibilidades que nunca habían podido manifestarse. La soledad permite aprender poco a poco a amarse, amarse lo suficiente para nunca más sentirse sola y entonces la soledad se vuelve una soledad habitada, constructiva, creativa, generosa con una misma, con uno mismo; una soledad que consiente, que desarma, que posibilita llegar a esta casa interior que todos y todas tenemos dentro pero que dejamos tanto al abandono por la ansiedad de estar siempre rodeados, rodeados de otros, de otras.

La soledad es un regalo que uno se hace a sí mismo, a sí misma. Ese regalo me lo hice hace tiempo y, como dice Moustaki, mi soledad habitada se ha vuelto mi más dulce compañía. Toma todo el espacio en mi cama pero nunca me siento sola con ella. Pasar de vez en cuando un fin de semana sola en el apartamento es un goce, un regalo, una alegría sin nombre. Comer cuando uno tiene hambre, vestirse de vacaciones, ponerse los viejos suecos negros de los años setenta, disponer del tiempo al ritmo del seseo, escuchar una cantata de Bach o una canción de John Lenon a todo volumen y sin permiso, no responder al teléfono y no sentir el tiempo pasar.

La soledad permite el juego de la memora, el juego de los espejos y el encuentro con este otro yo desconocido que siempre me habita. La soledad permite también la pereza, el sueño e incluso facetas desconocidas del erotismo. Mi piel para mí; mi deseo para mí; mi placer para mí. ¡Qué regalo para una mujer! Pero no hay duda, es un lento aprendizaje; me acuerdo de los primeros meses, tal vez los dos o tres primeros años de mi separación, cuando todo era bueno con tal de no estar sola, cuando cualquier cosa, cualquier evento servía para tratar de conjurar la soledad. La soledad habitada, la soledad gozosa es una compañía difícil que hay que merecer porque ella no se regala. Con ella, las palabras ya no mienten, el tiempo tampoco y la vida se vuelve densa y a la vez más transparente.

Gracias a ella, he aprendido muchas cosas, he aprendido a escribir, a leer y a mirarme en el espejo sin miedo; he sabido también cuánto quería a la gente, a la gente que yo amo porque solo gracias a ella, a la soledad, conocí el precio de la compañía. A veces la traiciono pero siempre vuelvo a ella y sé que esta mujer amiga mía, cuando logre asumir la soledad, respirará mejor y sabrá con más claridad cuánto la queremos y cuán querida es.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Sobre máscaras

Los amigos de la mentira sufren un castigo bastante serio. Según Marguerite Yourcenar, "en ellos, a la larga, la máscara se convierte en rostro."

"Cada vez que me pongo una máscara para tapar mi realidad, fingiendo lo que no soy, lo hago para atraer a la gente. Luego descubro que sólo atraigo a otros enmascarados, alejando a los demás debido a un estorbo: la máscara. Uso la máscara para evitar que la gente vea mis debilidades y luego descubro que, al no ver mi humanidad, los demás no me quieres por lo que soy, sino por la máscara. Uso una máscara para preservar mis amistades; luego descubro que si pierdo un amigo por haber sido auténtico, realmente no era amigo mío sino de la máscara. Me pongo una máscara para evitar ofender a alguien y ser diplomático y luego descubro que aquello que más ofende a las personas con quienes quiero intimar es la máscara.

Me pongo una máscara convencido de que es lo mejor que puedo hacer para ser amado. Luego, descubro la triste paradoja: lo que más deseo lograr con mis máscaras es precisamente lo que impido con ellas.

La transparencia
Gilbert Brendon

miércoles, 22 de septiembre de 2010

He leído...

Hace unos años, esta frase escrita por el columnista Humberto López en el periódico El Mundo de Medellín:
"He oído hablar tan bien de ti,
que creía que estabas muerto".
La fotografía pertenece a una escultura
de un mausoleo del museo-cementerio de San Pedro,
en la ciudad de Medellín, Colombia.

martes, 21 de septiembre de 2010

Luz de Amanecer

"...Todos nacemos con una caja de cerillas en nuestro interior que se deben encender solas. Se necesita de la ayuda del oxígeno y una vela; el oxígeno puede provenir del aliento de la persona amada y la vela puede ser cualquier cosa: una melodía, una palabra, una caricia, un sonido, algo que dispare el detonador; pero cada persona debe descubrir cuáles son sus detonadores para poder vivir ya que la combustión que se realice debe encender una, eso es lo que nutre la energía del alma y si no hay un detonador, la caja de cerillas se humedece y ya nunca podemos volver a encender ni uno de ellos. Hay que encender una por una uno porque si con una intensa emoción llegaran a encenderse, se produce un resplandor tan fuerte que llegamos a un túnel esplendoroso que nos muestra el camino que olvidamos al nacer y nos lleva a encontrarnos con el perdido origen divino."

Luz de Amanecer,
citada por un personaje de Como Agua para Chocolate
(obra de Laura Esquivel).

martes, 14 de septiembre de 2010

Otras mentiras que nos creemos

La vida en las discotecas es de mentira. Bajo el láser y los neones no hay diferencias entre nosotros más sustanciales que un perfume o una etiqueta bordada en hilos dorados. Bailamos como locos, en la pista a rebosar, como si la danza fuera el único modo de soportar la soledad. Hemos salido de casa vestidos para el deseo. Cruzamos las cortinas del bar, de uno en uno, como si saliéramos a escena mientras oteamos entre el público el movimiento de una cabeza que nos resulte familiar. Sólo unos pocos sentidos nos son fieles en la penumbra, y mientras bailamos, jugamos a incitar y excitar para luego escabullirnos en la oscuridad como gatos.





Francisco J. Gutiérrez
La Inmortalidad
En el libro Tu piel en mi boca.