¡Señor, haz de mí un instrumento de tu paz!
Que allí donde quiera que haya odio, siembre yo amor;
donde haya injuria, perdón;
donde haya discordia, unión;
donde haya error, verdad;
donde haya duda, fe;
donde haya desesperación, esperanza;
donde haya tinieblas, luz;
donde haya tristeza, alegría.
¡Oh, Divino Maestro!, que no busque yo tanto
ser consolado como consolar;
ser comprendido, como comprender;
ser amado, como amar.
Porque dando es como se recibe;
olvidando, como se encuentra;
perdonando, como es como Tú me perdonas;
y muriendo en Tí, nazco a la vida eterna.
Que allí donde quiera que haya odio, siembre yo amor;
donde haya injuria, perdón;
donde haya discordia, unión;
donde haya error, verdad;
donde haya duda, fe;
donde haya desesperación, esperanza;
donde haya tinieblas, luz;
donde haya tristeza, alegría.
¡Oh, Divino Maestro!, que no busque yo tanto
ser consolado como consolar;
ser comprendido, como comprender;
ser amado, como amar.
Porque dando es como se recibe;
olvidando, como se encuentra;
perdonando, como es como Tú me perdonas;
y muriendo en Tí, nazco a la vida eterna.
Todos los días recuerdo y recito esta oración que aprendí en mi niñez en la parroquia de San Benito de Palermo, en mi Medellín natal. Quizás San Francisco de Asís es uno de los mayores santos de la Iglesia Católica. El Pobrecillo de Asís, el Cristo de la Edad Media, Patrono de la Paz, de la Ecología y de los Veterinarios. Al pie de los franciscanos supe de su vida sencilla y humilde, del primer pesebre que hizo en vivo en una fría noche de un 24 de diciembre y el que durante 22 años diseñé día a día durante la novena de Navidad con la invaluable compañía de mi amigo David. Supe de sus estigmas, del Hermano Sol y la Hermana Luna, de su Cántico de las Criaturas, de sus Hermanas Clarisas... Vestí su hábito marrón con su cordón de tres nudos cuando fui acólito...
Pero lo más importante es que no olvido esa oración, la de todos los días camino al trabajo, la que me concede la gracia de consolar, la que me ayuda a dar luz, esperanza y alegría.
El Señor te bendiga y te guarde;
te muestre su faz y tenga misericordia de ti.
Vuelva a ti su rostro y te conceda la paz.
El Señor te bendiga, hermano.
te muestre su faz y tenga misericordia de ti.
Vuelva a ti su rostro y te conceda la paz.
El Señor te bendiga, hermano.
Hola, paso a saludarte y decirte que tu blog es muy lindo sobretodo lo que has compartido desde tu experiencia de fe. francisco de Asís creo es uno de los personajes mas sensibles de la historia de la iglesia, un soñador, enamorado de la vida de la naturaleza. me e llegado a preguntar sera que francisco de Asís tendrá algo de gay??? bien yo me llamo francisco es mi santo protector y me identifico mucho con el, tal vez sea mi loca cabeza que imagina cosas raras o tu que opinas?
ResponderEliminarte mando un abraso y espero que estés muy bien
Hace mucho... mucho... no rezo.
ResponderEliminarAlgo paso del niño rezandero al adulto impío.
En fin... pero esa era una de mis oraciones favoritas... aquello de disfrutar de entregarlo todo me parecía fundamental... aun hoy me parece fundamental.
Saludos desde mi lejana galaxia
Francisco... uno de esos hombres que ayudan a mantener la fe... a pesar de tanta cosa.
ResponderEliminarSi se levantan los vientos de las tentaciones, sitropiezas con los escollos de la tentacion, mira a la estrella, llama a Maria. Si te agitan las olas de la soberbia, de la ambicion o de la envidia, mira la estrella. llama a Maria. Si la ira, la avaricia o la impureza impelen violentamente la nave de tu alma, mira a Maria. Si turbado con la memoria de tus pecados, confuso ante la fealdad de tu conciencia. temeroso ante la idea del juicio, comienzas a hundirte en la sima sin fondo de la tristeza o en el abismo de la desesperacion, piensa en Maria.
ResponderEliminarEn los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en Maria, invoca a Maria. No se aparte Maria de tu boca, no se aparte de tu corazon; y para conseguir su ayuda intercesora no te apartes tu de los ejemplos de su virtud. No te descaminaras si la sigues, no desesperaras si la ruegas, no te perderas si en ella piensas. Si ella te tiene de su mano, no caeras: si te protege, nada tendras que temer; no te fatigaras si es tu guia; llegaras felizmente al puerto si Ella te ampara.
ResponderEliminarSan Bernardo