viernes, 15 de octubre de 2010

Nairí Grigorian, café solo y dúo a dos pianos

Toma café solo, negro, con sacarina. Le gustan las ensaladas y el picante. Siempre está perfectamente vestida, elegante, glamurosa. Y siempre lleva un perfume delicioso. Es alta, se impone su presencia amable y su voz fuerte, con acento del este de Europa.
De origen armenio, la he oído hablar con claridad y firmeza de sus ideas sobre la cultura española. Un día me contó, con una pasión envidiable, que daba clases de piano, y nos conectamos a hablar de música y de sus conciertos por el mundo, sin más presunción que la que puede tener el sencillo agricultor.

Siempre quise verla y escucharla en una sala de conciertos. Y hace poco, sin más, me entregó en la barra del bar donde le sirvo el café o la comida a ella y su preciosa hija adolescente, entradas para uno de ellos. Me acerqué al Auditorio de Zaragoza a escuchar su dúo a dos pianos con Antonio Pérez Roy. Y descubrí mucho más de lo que esperaba.

Salió al escenario segura, sonriendo, firme. Durante el concierto no pude dejar de mirar su cara mientras escuchaba a Rachmaninov, Lutoslawski, Milhaud y Piazzola. Era todo un poema ver cómo comunicaba en el teclado y en su expresión corporal su pasión por la música, su personal interpretación de los sentimientos que los compositores crearon en unas partituras. Mi impresión era que ella estaba como en una celestial posesión de los espíritus de la pasión, la ternura, la melancolía o la nostalgia.

He re-descubierto una vez más que los seres humanos somos múltiples personas en un solo cuerpo, que nos ponemos frente a los demás y nos exponemos a que se queden con la primera impresión, con un mínimo concepto de nosotros, tan mínimo como el que nos mira quiera que sea. A esta mujer del café solo, negro, con sacarina, quizás muchos la puedan ver solamente como la "extranjera" que toca al piano. Yo sabía, hasta anoche, que era una buena mujer, afable, inteligente y buena conversadora. Y en su concierto comprobé que es más que una intérprete o ejecutante del piano. Es toda una artista. Es pasión. Es sensibilidad. Es vitalidad.

Ah, no he dicho que es Nairi Grigorian, de quien me siento orgulloso y honrado de servirle un café.

1 comentario:

  1. Precioso. He leido muchos comentarios sobre Nairi como pianista, pero me alegra leer uno de ella como persona. Es una de las mejores personas que conozco, además de una magnífica pianista.

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