En estas noches de insomnio, me entretengo con los libros (mucho mejor que las constantes repeticiones de los programas de telecotilleo-grito-insulto de alguna cadena de 5ª categoría, ¿o no?). Anoche le metí el diente, mejor dicho, el ojo y la mente, a un libro que regalé a una entrañable amiga por su cumple (y me beneficio del regalo, leyéndolo): Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven, del escritor, actor, director, guionista e ingeniero químico Albert Espinosa (Barcelona, España, 1973).
No voy a revelar el argumento de esta novela, "dedicada a todos los que siguen queriendo ser diferentes y luchan contra aquellos que desean que seamos iguales"; pero sí debo decir que engancha desde la primera página y que si el ejemplar de libro fuese mío, ya tendría subrayadas muchas frases (costumbre que tengo desde que tengo memoria y que dan fe de que un libro ha sido leído, disfrutado y poseído).
En los libros, como en las películas o en el teatro, se cuenta una historia, se entrelazan personajes, se lleva al lector por donde el autor quiere que vaya. Eso no es ningùn descubrimiento. Pero a veces hay una escena, una palabra, una frase, un decorado, una canción, que hace que aquel que entra en ella ponga una "pausa", que frene en seco, se meta en su propia historia y obtenga más disfrute. Es lo que me pasa con este libro. Me maravillan sus metáforas. Con una sola frase, con dos o tres palabras, me detengo, pienso, sueño, sin dejar de lado la historia saltarina que me va llevando y trayendo tras un personaje u otro.
Para ello, dejo aquí algunas de ellas, que al pasar los ojos por las letras de imprenta, se me quedan clavadas en algún sitio de las emociones.
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Por qué somos así si nos queremos tanto...
Nos dijisteis que hiciéramos el amor... y no la guerra. Os hicimos caso, ¿por qué entonces el amor nos hace la guerra?
No puedo vivir sin tí...
Sí que puedes...
Sí, pero no quiero.
(...)
Pero es difícil gozar con un "Te quiero"propio.
Nunca imaginé que unos cajones vacíos pudieran contener todavía tanto de lo que estaban llenos ni tampoco que nadie pudiera ser capaz de guardar tan rápidamente una vida en una maleta.
Lo mejor de recordar es que puedes regresar cuando lo deseas, nadie te puede robar o impedir eso. (...) siempre que vuelves, el recuerdo es diferente.
Y si el recuerdo es diferente, uno lo acaba siendo también, porque ahí están tus raíces y si tus raíces cambian, también cambia tu tronco...
Si quieres mucho, amas, es el grado superior, es automático, no busques más.
Si te pierdes de pequeño, no te perderás de mayor.
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Por ahí voy en la lectura. Seguro que esta noche encontraré muchas más. Pero las que te pueden impactar las debes encontrar tú, lector de este blog. Podremos coincidir o no, pero a cada uno le llegará donde debe.
Mi novio y yo siempre decimos que hemos aguantado tanto juntos, precisamente por ser tan diferentes, porque si el dice blanco, automáticamente yo digo negro, ¡y ya van para quince años juntos!... Y me ha impresionado la frase de los cajones y de la maleta, ya que cuando ordenamos los cajones, ese en el que vamos echando cualquier cosa, de forma desordenada, es cuando salen a relucir los recuerdos y las vivencias, buenas o malas, de toda una vida...
ResponderEliminarEl libro ya lo leí hace unos meses. Lo compré cuando la feria del libro.
ResponderEliminarMe gusta escuchar a Albert Espinosa cuando habla por la radio. Transmite un buen rollo increíble. Su cáncer, cuando era niño y adolescente, parece que le dió una perspectiva de la vida que le hace apreciar lo bueno sobre lo negativo.
Es un amarillo, como él suele decir.
Te alabo el gusto.
Besos y agur.
Yo también he leido el libro, me lo regaló un GRAN AMIGO, se llama Arturo.
ResponderEliminarEs sin duda uno de los libros más bonitos que he leido en toda mi vida. Un beso