miércoles, 7 de mayo de 2008

No permitas que te olviden

Hay muchas maneras de matar a una persona: se puede deslizar una seta venenosa entre un plato de inofensivos champiñones; con los ancianos y los niños es fácil fingir una confusión en los medicamentos. Se puede conseguir un carro y, tras atropellar a la víctima, darse a la fuga. Con el tiempo y la crueldad necesarios, es posible seducirla con engaños, asesinarla a bala o puñal en un lugar tranquilo, y deshacer luego el cadáver. Cuando no se quiere manchar las propias manos, no es sino salir a la calle y pedírselo a alguien con menos escrúpulos y menos dinero. Existen los químicos, brujería, envenenamientos progresivos, palizas por sorpresa o falsos atracos que terminan en tragedia.

Pero sin duda hay un método más fácil: El Olvido. La memoria, que se vuelve frágil con la edad, ayuda a enterrar el pasado. Cierra las puertas para que no aparezcan antiguos fantasmas y los muertos no regresen de la muerte. Se olvida todos los días. Se olvida tantas veces, a tanta gente. Pasa el tiempo, continúa la vida y los lugares son ocupados por otras cosas, por otras personas.

Luis Fernando Afanador
en la Revista Semana,
acerca de Melocotones Helados,
novela de Espido Freire.

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