viernes, 16 de mayo de 2008

Síndrome de Diógenes


No. No se trata de una entrada para hablar de este mal (al parecer de la era moderna). No es este un post médico-psiquiátrico sobre el "desorden del comportamiento que normalmente afecta a personas de avanzada edad que viven solas, caracterizándose por el total abandono personal y social, y por el aislamiento voluntario en su propio hogar, acompañándose en muchos casos de la acumulación en él de grandes cantidades de dinero o de desperdicios domésticos" (Wikipedia). Quiero hablar de esa tendencia que tenemos a atesorar cosas los que nos consideramos "personas normales". Unos separan, reciclan y tiran al contenedor respectivo sus basuras. Otros no se atreven a tirar nada, nada de nada, pero saben re-crear el objeto en otro, la bolsa en lámpara, la canasta en mesa y la lata en cenicero. Y en estos días conocí el caso de alguien que no tira cartas, ni fotos ni recuerdos de los amores del pasado, porque se sentiría sin nada a qué aferrarse. Y guarda la cajita de chicles que le dieron en la primera cita (o en la previa al "cortemos"). Y conserva la camisa que no se pone, la pasada de moda, la que no le gusta.

Como dice Rosa Montero en El País Semanal:

¿Hace mucho que no se ha parado un instante a revisar, con ojos analíticos, toda la mugre inútil que acumula en su casa? Cajones y cajones llenos de objetos muertos, cuidadosamente guardados allí algún remoto día pero hoy olvidados por completo. Armarios que son como la cueva de Alí Babá, repletos de bultos y artículos innecesarios. Bibelots y cacharritos y regalos arrumados en cualquier parte. Agendas viejas, móviles en desuso, cables inclasificables e incomprensibles provenientes de antiguos aparatos eléctricos, cargadores de otros aparatos que tampoco tenemos, cámaras de fotos antediluvianas, montones de pares de gafas inservibles, teclados de ordenadores viejos que no nos atrevemos a tirar, baterías gastadas, guantes descabalados. Y ropa. Ropa vieja, ropa estrecha, ropa fea que nunca nos ponemos. Zapatos, bolsos, cajas, maletas abolladas. Herramientas oxidadas o rotas. Guardamos las cosas más increíbles. Seguro que si vacía ahora mismo el cajón de su mesa de despacho encontrará media docena de objetos alucinantes y que ignoraba por completo que tenía.

Yo, como todos, cada que hago una revisión de papeles y papelitos que guardo, termino tirando muchos, pero siempre se quedan unos guardados "por si acaso". La ropa sí que la reciclo: A prenda nueva, prenda usada para el ropero del albergue. Las fotos de los viejos amores y las cartas que hoy me saben a mentira, se vuelven aire en el fuego purificador. Los regalos dados a destiempo van a dormir a la basura. Y los buenos recuerdos, los amorosos y vivificantes están donde nadie puede quitármelos: en la memoria de mi corazón.


El bastón, las monedas, el llavero, la dócil cerradura, las tardías notas que no leerán los pocos días que me quedan, los naipes y el tablero, un libro y en sus páginas la ajada violeta, monumento de una tarde sin duda inolvidable y ya olvidada, el rojo espejo occidental que arde una ilusoria aurora. ¡Cuantas cosas, limas, umbrales, atlas, copas, clavos, nos sirven como tácitos esclavos, ciegas y extrañamente sigilosas! Durarán más allá de nuestro olvido; no sabrán nunca que nos hemos ido.

(Jorge Luis Borges. Las Cosas).


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"...Un día comprendí que la función de toda gaveta es suavizar, aclimatar la muerte de los objetos haciéndolos pasar por su suerte de lugar piadoso, de capilla polvorienta donde, con el pretexto de conservarlos vivos, se les proporciona un tiempo decente de música agonía..."

(Roland Barthes).

4 comentarios:

  1. Yo soy muy dado a "atesorar" pendejadas que creo que en un futuro pueden traerme muchos recuerdos: el recibo de cuando fui a comprar algo con este susodicho, la boleta de teatro de la obra a la que fui con este otro susodicho, el coso del metro cuando me estuve echando miraditas con ese susodicho tan bueno... en fin. Que para qué más las guardo? Creo que llegan a tener un significado con el que depronto puede crear algún barullo artístico...

    Abrazo! muy bueno tu blog.

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  2. Me acabas de recordar que debo echarle una revisada a mi nochero...

    Pasar por aqui es TAN rico...

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  3. Hola Merlín,

    Yo era muy dado a guardar cosas... algo que he aprendido de Mi Hombre es a ser desprendido de lo que no necesitamos; con el tiempo uno aprende que necesita realmente muy pocas cosas para estar bien y ser feliz.

    Saludos,

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  4. hummmmm que maricada....
    Usted no tiene derecho a ponerme en evidencia ante el mundo entero!
    jejejejeje
    ya ves... yo me declaro guadador eterno de porquerías que me dieron, que nunca dí, que guardé para el recuerdo y la posteridad...
    algún día un reciclador me saltará de uno de los cajones de mi mesita...
    besos desde la lejana galaxia

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