“Han llamado a la puerta, y no, no era Miguel
tampoco esta vez. ¿Por qué no viene, por qué
es imposible que venga? Le estoy esperando siempre
para hablar como tan sólo podría hablar con él.
¡Le necesito tanto! Porque él resolvería
con un solo zarpazo lo que no logro entender.
Han cambiado los tiempos, ¡vaya si lo sé!,
y ahora está tan de moda jugar al ajedrez
que añoro aquella furia solar y aquel tajante
distinguir al íbero toro del manso buey.
Barajo y más barajo sus versos abrasados
mas su verdad radiante despierta aún más mi sed
de tenerle aquí al lado, para luchar, y ser”.
Gabriel Celaya (Guipúzcoa, 18 de marzo de 1911- Madrid, 18 de abril de 1991)
Esta poesía la dedicó Celaya a su amigo Miguel Hernández (pero hoy, la encontrarla, solo puedo acordarme de mi ausente Miguel)
las despedidas siempre son duras
ResponderEliminarlo triste y esperanzador es que con el tiempo llegamos a superarlas
miblogbyamo.blogspot.com
Ya sabes que estas separaciones de la vida y la muerte, no por ello menos injustas y dolorosas, desde la fe, son meramente transitorias... nos volveremos a encontrar con todos ellos, y nuestro mejor homenaje es llevarlos en el altar escondido de nuestra memoria y nuestro corazón.
ResponderEliminar