Todos los días pasaba frente a ella, camino de mi trabajo en el Palacio de Bellas Artes. Estaba allí, como muestra de un pasado lujoso de mi ciudad. Con los años, el mal entendido progreso cubrió el riachuelo con asfalto para dar paso a miles de coches. Cerca, una avenida nueva, como una cesárea en pleno centro de Medellín, derrumbó caserones, quintas, palacios de los que solo quedan fotografías y algún mural que lo recuerda. Pero la Quinta de los Barrientos seguía allí, envejeciendo, cayéndose a pedazos, subarrendada para ventas populares de mercados baratos, guarda-carros de patatas, refugio de niños de la calle, esperando a que alguien se apiadase de ella y recuperase su esplendor.
Cientos de leyendas urbanas hay alrededor de la ahora llamada Casa Barrientos. La que más recuerdo es aquella de la oferta que supuestamente le hicieron a sus dueños los propietarios de la Clínica Soma, colindante con la casa: "Queremos comprarles la casa para ampliar la clínica". A lo que los hermanos Barrientos contestaron: "Mejor les compramos la clínica para ampliar la casa".
Libe de Zulategui, artista y crítica de arte, me enseñó en un curso que uno puede tener su propio museo, su propia colección de obras de arte. Y junto a "mis" cuadros y esculturas, yo tenía en mi galería a esta casa. Soñaba con que fuese mía para crear allí mi estudio de fotografía y un centro de tertulias. La fortuna no me sonrió, pero la casa sigue estando en la Avenida La Playa de Medellín, ahora recuperada, restaurada y bien utilizada. Así que alguien me ha hecho la obra y la Quinta de los Barrientos sigue siendo mía.
Del blog Angel Lunático, con autorización de su autor, transcribo aquí sus aportes sobre esta joya de la arquitectura.
En esos años en que la quebrada Santa Elena corría libre, majestuosos caserones yacían a su orilla con sus tradicionales molduras, sus baldosas adornadas, fuentes de agua, palmeras. Uno a uno fue desapareciendo, reemplazados por edificaciones que sustentaran nuestro ascenso, hasta que fue un poco más que tarde para encontrarnos con que estábamos empezando a borrar nuestro pasado.
La quebrada fue ahogada con ríos de carros y una mole de brea renegrida, la avenida La Playa. La ciudad empezó a agrisarse, las costumbres a cambiar, los sombreros se dejaron a los campesinos y a los ancianos. La vieja Medellín fue quedando fragmentada, vedada por nuevas construcciones más modernas que le dieran un aire más cosmopolita. Solamente una casa quedó de aquella época de esplendor cuando todavía se respiraba oxigeno, la casa de los Barrientos.
A diferencia de lo que se cree, la casa no perteneció en sus inicios a la familia Barrientos. Ha pasado por varios dueños, entre ellos el primero, José Lorenzo Posada, quien la construye para su familia en 1895.Federico, Miguel, Emilia, Juan e Isabel, los hijos de Alejandro Barrientos Fonnegra y Maria Josefa Uribe Gaviria, son quienes adquieren la propiedad en 1925 por un valor de treinta mil ciento cinco pesos. En diciembre de aquel año muere Isabel, la hermana menor, y la parte que le correspondía pasa a sus hermanos. Lo mismo sucede con Emilia cuando fallece.
Pero los hermanos hombres habían relegado sus partes a acreedores, es así como Casa Barrientos, tras la muerte de su ultimo heredero, Federico, en 1983, comienza una serie de pleitos para encontrar su legatario. Un poco más de diez años duraron los litigios legales, tiempo en el que un albacea toma cargo de la construcción. “Esta persona se aprovechó de muchas cosas, dicen que él se robaba algunos de los muebles de la casa. La alquiló como posada. Le dio un mal uso”, es la historia narrada por Pablo Andrés Monsalve, estudiante de historia y promotor de la Casa de la Lectura Infantil, “Después el albacea huye. De él nunca más se supo nada, la casa se convierte en lo que se podría llamar vulgarmente El Hotel de los Gamines del sector”.
La construcción se fue llenando de huéspedes esporádicos, telarañas, maleza y una que otra leyenda urbana. No faltaron los cazadores de guacas quienes aseguraban que los Barrientos habían dejado su fortuna enterrada en el piso y las paredes de la casa. Cuando en 1995 la casona pasa a manos del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, está derruida, abandonada y saqueada; sus detalles han perdido el brillo de otros tiempos. El ICBF destina recursos para la limpieza y algunos arreglos, como el techo provisional de zinc. La casa permanece cerrada.
Pasarían ocho años hasta que finalmente el inmueble quedara al amparo de la Alcaldía de Medellín, que se comprometió a restaurar la edificación y darle uso público. En convenio con Comfenalco y la ayuda de la Fundación Ferrocarril de Antioquia, el municipio regeneró el bien que se convertiría en la actual Casa de la Lectura Infantil, abierta al público desde el siete de diciembre de 2007. “Primero se inauguró: la sala de lectura, la sala de exposición, la Bebeteca y el servicio de información local. En noviembre de 2008 se abrió la última etapa: el auditorio y el cafetín”, afirma Laura Arias, Coordinadora encargada y Gestora de información de la Biblioteca Pública Héctor González Mejía.
De la anterior construcción se conserva cerca del 89%, “hay cosas que se reformaron por modernidad. La casa iba a ser utilizada como bien público y debía tener una reestructuración para sismo resistencia moderna. Igual sigue siendo de tapia. Los materiales casi todos son los mismos, con pequeñas variaciones”, dice Pablo Monsalve. Pero Barrientos no es la única construcción que ha tenido la suerte de ser recuperada para ventura de la memoria urbana. La reparación de construcciones como el Palacio Bellas Artes, el Teatro Lido, y el mantenimiento de edificaciones como el Museo Teatro Prado, donde funciona actualmente El Águila Descalza, son ejemplos de conservación del patrimonio cultural e histórico de la ciudad.
Museo Teatro Prado, sede de El Aguila Descalza, Medellín, Colombia
Mural réplica antiguo Palacio Arzobispal, Avenida Oriental, Medellín, Colombia.
Ojala algún día tengas una casona como la de los Barrientos. Que bien que te haya servido la información. Un saludo desde tu tierra.
ResponderEliminarMuy completa la reseña de la casa.
ResponderEliminarLa casa de tus sueños... y de los míos.
Saludos,
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