La homosexualidad no es una enfermedad curable; la homofobia sí.
Indignación. Decepción. Rabia. Pena. Es lo que siento con las recientes declaraciones de dos representantes de la Iglesia católica sobre la homosexualidad. El sacerdote Jesús Calvo, de la diócesis de León (España), soltó por su boquita unas anticatólicas opiniones que nos han dejado atónitos. Según este cura, el cáncer que padece Pedro Zerolo, Concejal del Ayuntamiento de Madrid y Secretario de Movimientos Sociales y Relaciones con ONGs del PSOE, se debe a un castigo divino por ser homosexual (que califica de complejo de inferioridad); además realizó una fuerte defensa de la pena de muerte "para acabar con la basura social de este país", que es necesario apartar a los gays por riesgo de contagio y que el Papa es un hereje, entre otras lindezas.
Con pocos días de diferencia salta a la palestra otro cura. Fernando Sebastián Aguilar, recientemente nombrado cardenal por el papa Francisco, el mismo que dice que quién es él para juzgar a un gay, afirmó que la homosexualidad "es una deficiente sexualidad que se puede recuperar y normalizar con un tratamiento adecuado",comparándola con la hipertensión que él padece. Según el nuevo cardenal, "la homosexualidad es una manera deficiente de manifestar la sexualidad, porque ésta tiene una estructura y un fin, que es el de la procreación".
Son vergonzosas las actitudes de estos dos sacerdotes, porque, ante todo, contradicen las enseñanzas de la Iglesia que representan. ¿Dónde han olvidado aquel principal mandamiento que Cristo dejó: "Amaos los unos a los otros"? ¿Cuándo han olvidado el mandamiento de "No matarás"?
Decepcionantes, además, porque muchas veces la voz de dos impresentables puede hacer más daño que la labor callada de cientos de religiosos y laicos que se ocupan de enseñar al que no sabe, dar posada al que no tiene casa, dar de comer y de beber al que no tiene alimento ni bebida, curar al enfermo, consolar al triste, vestir al desnudo, consolar, aconsejar, perdonar... Para estos no hay difusión en los medios de comunicación, pero para las "ovejas descarriadas", como estos dos sacerdotes, sí que hay minutos en la televisión y en la radio y páginas en los periódicos.
Sorprendente la ignorancia de estos religiosos (si puede llamárseles así) que aún en pleno siglo XXI, sigan en contravía a la ciencia, calificando la homosexualidad como una enfermedad "curable". Yo pensaba que ellos tenían una educación y formación superior a la media, y creía que sabían que en 1973 la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) decidió eliminar la homosexualidad del Manual de Diagnóstico de los trastornos mentales, que en 1990 la Organización Mundial de la Salud (OMS), retiró la homosexualidad de su lista de enfermedades mentales y que la APA declaró expresamente en el año 2000 que no hay evidencia científica que apoye la eficacia de la terapia "reparativa" para alterar la condición sexual, por lo que no está incluida como tratamiento psiquiátrico.
Es una pena que estos conceptos erróneos tengan tanta difusión y que, en consecuencia hagan más daño. Que mucha gente tome la parte por el todo y se quede con ellos y no con la doctrina de Amor que Jesús predicó. Pero, por otra parte, son más de 2000 años en los que "las fuerzas del infierno" no hay podido con ella.
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