lunes, 4 de noviembre de 2013

Historias de metro


Alejandra

Tal vez fue después de ese beso en la estación de Suramericana que la ciudad se abrió para tragarme sin dolor, emulando la suave caricia que salió de sus manos al despedirse; quizás fue en ese momento con Medellín derrotando mis pupilas y la despedida de Alejandra fresca en mis entrañas que supuse su amor interminable como la tenue extensión de luces que componían la ciudad, ignoraba que desde ese instante, en que ella se alejaba sonriente, el olvido invadía nuestra historia y hacía de la ciudad mi única compañía. Alcé la mano y, sin quererlo, también le dije adiós.




La última estación

Ella sonríe. Él calla. Se miran. Uno frente al otro. Al fondo la ciudad. Próxima estación. Ella se angustia. Él promete seguirla si ella desciende. El metro parte de nuevo. Se miran. Ella baja la mirada. Coquetean. Él contempla el ajetreo de la urbe en los cristales. Próxima parada. Él sabe que irá tras ella. Última estación. Todos abajo. Se miran. La multitud los acerca.En la puerta sus dedos se rozan. Él se promete hablarle. La sigue. Sus piernas desfallecen. Ella se aleja. Ella sabe que lo ama. Se miran. Ella se pierde en la ciudad.


Francisco Felipe Pulgarín Hernández

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