lunes, 5 de agosto de 2013

Receta de cocina para disolver el recuerdo de un mal amor pasado

Del libro
Tratado de culinaria para mujeres tristes
De Héctor Abad Faciolince

Creíste haberlo amado alguna vez. Mejor dicho, lo amaste. Pero ahora, sólo pensar en él te produce escalofrío, repugnancia. Fue como amar un guerrero en armadura de la que sale, de repente  la floja gelatina viscosa de un ser abominable. ¿Cómo fue posible que yo, esta de ahora, haya querido a semejante...? ¿Cómo vivir con este recuerdo perfumado de rabia?
Lo malo es que todavía, de vez en cuando, te vuelve a la memoria su coraza vacía, su carne de molusco. Y tù quisieras poder sumar todas las miserias y pequeñeces de ese mequetrefe disfrazado de héroe para adquirir la perfecta indiferencia, para no pensar ya nunca más en él o pensarlo como se piensa en que se te olvidó comprar la jalea para el desayuno. Sin odio, sin temblores, sin ganas de venganza.
Una hechicera de los páramos del altiplano, una altiva hechicera, me dio una vez la receta para disolver el recuerdo disgustoso de un mal amor pasado. Para cancelar esta oprobiosa memoria, al parecer, se requiere volver a la sevicia de los rituales salvajes y, como en ellos, es necesario hacer violencia a un animal inocente pero, como el recuero, repugnante.
Habrás de conseguir una babosa, un caracol sin concha, mejor dicho. Una de esas que después de la lluvia se pasean parsimoniosas por el suelo, dejando una estela de baba espumosa que da bascas, como el recuerdo de aquel. Pondrás la babosa sobre un pañuelo de lino de color pastel y cogerás un puñado abundante de sal fina. Echa la sal sobre la babosa y aprecia cómo empieza a retorcerse y entre retortijones a disolverse en nada. No mires más, ata el pañuelo y entiérralo veinte metacentros bajo tierra. Con la babosa disuelta en sal se disolverá también ese asqueroso recuerdo.
 

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