miércoles, 7 de agosto de 2013

Plato para la melancolía


Del libro
Tratado de culinaria para mujeres tristes
De Héctor Abad Faciolince.

Haces volteretas con el cuerpo y la imaginación para evadir la tristeza. Pero, ¿quién te ha dicho que se prohíbe estar triste? En realidad, muchas veces, no hay nada más sensato que estar tristes; a diario pasan cosas, a los otros, a nosotros, que no tienen remedio, o mejor dicho, que tienen ese único y antiguo remedio de sentirnos tristes.
No dejes que te receten alegría, como quien ordena una temporada de antibióticos o cucharadas de agua de mar a estómago vacío. Si dejas que te traten tu tristeza como una perversión, o en el mejor de los casos como una enfermedad, estás perdida: además de estar triste te sentirás culpable. Y no tienes la culpa de estar triste. ¿No es normal sentir dolor cuando te cortas? ¿No arde la piel si te dan un latigazo?
Pues así mismo es el mundo, la vaga sucesión de los hechos que acontecen (o de los que no pasan) crean un fondo de melancolía. Ya lo decía el poeta Leopardi: "como el aire llena los espacios entro los objetos, así la melancolía llena los intervalos entre un gozo y otro". 
Vive tu tristeza, pálpala, deshójala en tus ojos, mójala con lágrimas,  envuélvela en gritos o en silencio, cópiala en cuadernos, apúntala en tu cuerpo, apúntala en los poros de tu piel. Pues sólo si no te defiendes huirá, a ratos, a otro sitio que no sea el centro mismo de tu dolor íntimo.
Y para degustar tu tristeza he de recomendarte también un plato melancólico: coliflor en nieblas. Se trata de cocer esa flor blanca y triste y consistente en vapor de agua. Despacio, con ese olor que tiene el mismo aliento que desprende la boca en los lamentos, se va cociendo hasta ablandarse. Y envuelta en niebla, en su vapor humeante, ponle aceite de oliva y ajo y algo de pimienta, y sálala con lágrimas que sean tuyas. Y paladéala despacio, mordiéndola con el tenedor, y llora más y llora todavía,  que al final esa flor se irá chupando tu melancolía sin dejarte seca, sin dejarte tranquila, sin robarte lo único tuyo en ese momento, lo único que nadie podrá ya quitarte, tu tristeza, pero con la sensación de haber compartido con esa flor inmarchitable, con esa flor absurda, prehistórica, con esa flor de col que nadie pone en los floreros, con esa melancolía, con esa tristeza florecida, tu misma tristeza de coliflor, de planta triste y melancólica.

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