Este artículo firmado por Mario Rivero, fue publicado en el diario El Colombiano en diciembre de 1995. Parece que sus deseos no dejan de tener vigencia. Sólo basta cambiar la fecha por la de este año.
Generalizando, sabemos que el hombre de este final de siglo, se encuentra en un deplorable estado de ánimo. Víctima de grandes tensiones e incertidumbres, y sin saber muy bien cómo escapar a ellas, contempla la vida, y el nuevo siglo, y el nuevo año, desde la perspectiva de sentimientos y pensamientos oscuros y pesimistas. Hace poco, pensé deliberadamente en El Decálogo, lo que conocemos comúnmente como Los Diez Mandamientos. Traté de repetir los cinco primeros de memoria, y observé que el conocimiento de ellos era inexacto. Es decir, que se dicen mecánicamente cosas que deberían pertenecer a una observación de sí. Y aunque los cinco segundos son también sicológicos, en su sentido último se refieren, en primer lugar a nuestra relación con la vida exterior. Pero primeros cinco mandamientos sólo se refieren a nuestra relación con nosotros mismos.
Si se mira bien, El Decálogo se propone integrar a la persona. Fortalecerla y hacer que tenga una relación más clara, o más sana, con todo cuanto tiene lugar dentro y fuera de ella. Le permite observarse a sí mismo desde ángulos bien definidos; hacer la luz dentro de sí, con el fin de ver lo que tiene lugar en él, y ver hacia dónde va, (considerado interiormente).
Sabido es que no podemos cambiar la humanidad, la vida. No podemos cambiar a los demás No podemos hacer un mundo nuevo. (Y si nos creemos capaces de hacerlo, pertenecemos probablemente a la franja lunática o a la esfera de los utopistas).. En sentido macro, no es posible cambiar nada, pero sería posible cambiar uno mismo y en la relaciones que se tienen con todo, si llegáramos a sentir que en este Decálogo, hay algo enteramente puro y que no se puede contradecir, y que al mismo tiempo está diciendo algo a nuestra vida práctica. Si pudiéramos cumplir tan sinceramente como fuera posible con él, se establecería un centro de gravedad sicológico, que llevaría a cada quien, aquí, aquí mismo, a una condición de bienandanza (nótese que no hablo de Bienaventuranza, hablo simplemente de bienandanza).
En conclusión: en mil formas diferentes en el mundo hay problemas y preocupaciones, y nadie está libre de ellos. Y en general tratamos de hallarles una solución -una solución final- como si después no hubiera ya preocupación alguna. Pero esto también es utópico, puesto que nada tiene una solución final. Intentar encontrar una solución final a las cosas, es lo mismo que querer eliminar la solas en los rumbos del mar. Lo que es preciso entonces es un buen navío, un buen timón y una buena brújula O para cambiar de metáfora, hacerse a unos buenos zapatos. No puede eliminar del camino de la vida todo el barro, las piedras, las empalizadas, los abrojos y los baches, pero se pueden fabricar unos buenos zapatos para andar sobre ellos. ¡Les deseo, pues, a todos en 1996 unos buenos zapatos!
Me ha gustado esa imagen de los zapatos como metáfora de todo lo que hemos de poner de nuestra parte para alcanzar nuestros deseos, también lo dijo el poeta español, "caminante no hay camino, se hace camino al andar" lo malo es que a veces somos tan vagos que queremos los deseos, los planes y las soluciones, hechas y en bandeja, sin esfuerzo por nuestra parte...
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