"El Día Mundial de la Lucha contra el Sida se celebra cada 1 de diciembre con el objetivo de combatir el estigma relacionado con el virus y de concienciar a la población de la necesidad de controlar su expansión.
Tras varios años de devastadores efectos a causa de la infección por VIH, la Cumbre Mundial de Ministerios de la Salud, dentro de sus programas de prevención, decidió en 1988 dedicar un día a la lucha contra el Sida.
Desde entonces los gobiernos y organizaciones de todo el mundo han apoyado esta iniciativa, y el día 1 de diciembre se ha constituido en una jornada de reflexión para las administraciones y para las ONGs responsables, y de concienciación para el conjunto de la sociedad."
La Asociación Apoyo Positivo, de Madrid, ha realizado un estudio sobre discriminación a partir de la medición de las emociones de los entrevistados, (utilizando un software desarrollado por Emotion Explorer Lab), con el objetivo de saber qué siente una persona ante el VIH y la posibilidad de compartir su vida con el virus directa o indirectamente. En la presentación del estudio, el pasado 28 de noviembre en Madrid, se hicieron públicas las estadísticas de esas emociones a las que muchas veces no les ponemos palabras, con lo que se pretende luchar contra el estigma que, después de tantos de años de investigación y de información pública, aún se tiene frente a la pandemia.
El estudio realizado entre 300 personas de Barcelona y Madrid, trae datos escalofriantes: El 75% no tendría una relación esporádica con alguien que tiene VIH si lo supiera de antemano; el 25% no se sentiría cómodo conviviendo con una persona seropositiva y el 75.6% considera que no hay suficientes ayudas en la respuesta al VIH. Con esta campaña, la Asociación quiere proporcionar mayor información profesional para erradicar esos miedos, evitar situaciones de discriminación y procurar un espacio de trabajo comunitario para mejorar la convivencia y celebrar la Vida.
Lamento que en pleno siglo XXI, varias décadas después de múltiples investigaciones científicas, cuando se siente cada vez más cerca una vacuna y la curación de una infección hasta ahora crónica, cuando se supone que vivimos en la era de la información, aún existan tantos mitos frente a la infección por VIH. Lo peor que tiene son los tabúes que lleva en sí misma: El sexo y la muerte, asociados al concepto cultural y religioso del pecado. Falta mucho para convencernos de que abrazarse, dar calor humano, en una palabra, quererse, no mata a nadie. Falta mucho para no sentirse culpable cuando se tiene un diagnóstico positivo, para no lacerarse pensando que desde ese momento se acaba la vida sexual y afectiva, para recordar que -positivo o no- la vida es una enfermedad mortal sexualmente transmisible, que no hay que rendirse, que hay que enfrentar y vencer los miedos, que cada minuto de la existencia en este mundo transitorio es un regalo y que los que aman de verdad lo hacen aunque tengas cáncer, alzheimer, diabetes o parálisis cerebral, porque te aman por todo lo que eres.
He tenido el privilegio de conocer a muchas personas portadoras del virus del VIH, seres humanos que se volvieron aún más humanos desde su diagnóstico, hombres y mujeres que abren su corazón y sus brazos sin miedo, que lloran sin sentir vergüenza de hacerlo, que ríen con ganas, que no temen dar abrazos de verdad. Algunos han marchado ya, y lo hicieron con serenidad en su rostro. Y no se murieron de SIDA, se murieron porque les había llegado su hora, porque ya habían hecho sus tareas de vivir, amar, aprender y compartir. Otros aún están aquí, asumiendo una nueva realidad serológica y vital. Y saben que me tienen a su lado, tanto como quieran y para lo que haga falta.
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El estudio realizado entre 300 personas de Barcelona y Madrid, trae datos escalofriantes: El 75% no tendría una relación esporádica con alguien que tiene VIH si lo supiera de antemano; el 25% no se sentiría cómodo conviviendo con una persona seropositiva y el 75.6% considera que no hay suficientes ayudas en la respuesta al VIH. Con esta campaña, la Asociación quiere proporcionar mayor información profesional para erradicar esos miedos, evitar situaciones de discriminación y procurar un espacio de trabajo comunitario para mejorar la convivencia y celebrar la Vida.
Lamento que en pleno siglo XXI, varias décadas después de múltiples investigaciones científicas, cuando se siente cada vez más cerca una vacuna y la curación de una infección hasta ahora crónica, cuando se supone que vivimos en la era de la información, aún existan tantos mitos frente a la infección por VIH. Lo peor que tiene son los tabúes que lleva en sí misma: El sexo y la muerte, asociados al concepto cultural y religioso del pecado. Falta mucho para convencernos de que abrazarse, dar calor humano, en una palabra, quererse, no mata a nadie. Falta mucho para no sentirse culpable cuando se tiene un diagnóstico positivo, para no lacerarse pensando que desde ese momento se acaba la vida sexual y afectiva, para recordar que -positivo o no- la vida es una enfermedad mortal sexualmente transmisible, que no hay que rendirse, que hay que enfrentar y vencer los miedos, que cada minuto de la existencia en este mundo transitorio es un regalo y que los que aman de verdad lo hacen aunque tengas cáncer, alzheimer, diabetes o parálisis cerebral, porque te aman por todo lo que eres.
He tenido el privilegio de conocer a muchas personas portadoras del virus del VIH, seres humanos que se volvieron aún más humanos desde su diagnóstico, hombres y mujeres que abren su corazón y sus brazos sin miedo, que lloran sin sentir vergüenza de hacerlo, que ríen con ganas, que no temen dar abrazos de verdad. Algunos han marchado ya, y lo hicieron con serenidad en su rostro. Y no se murieron de SIDA, se murieron porque les había llegado su hora, porque ya habían hecho sus tareas de vivir, amar, aprender y compartir. Otros aún están aquí, asumiendo una nueva realidad serológica y vital. Y saben que me tienen a su lado, tanto como quieran y para lo que haga falta.
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