Hoy leí en El Mundo, una hermosa columna de opinión sobre Chavela Vargas, la Dama del Poncho Rojo. Su autor, el periodista Antonio Lucas, me ha sorprendido por su conocimiento de la vida, obra (y hasta milagros) de la cantante mexicana, aquella que escuchaba mi abuela en discos de vinilo y de la que se sabía todas sus canciones. Y me han emocionado casi todas las frases, calificativos y descripciones que hace de Chavela, quien a sus 90 años se vuelve a subir a un escenario a cantar por García Lorca. No me resisto a transcribir el artículo. Que Chavela me gusta por libre, por reivindicativa, por sensible, por ser tan suya, por su voz, por su pensamiento y por su obra.
"El diablo tuvo el miedo que ella no sintió y le dejó levantarse de nuevo. Para entonces, Chavela Vargas era una nocturnidad de alcoholes, una derrota abierta en dos mitades, la danza primitiva del tequila sin vaso. La voz oscura. Las letras de José Alfredo. La vida como un magnolio tallado del todo. Chavela era ya un proyecto de su propio olvido. Y en el último trago nos vamos. Pero un día regresó para cantar de nuevo, como siempre, con los brazos abiertos, como un Cristo con el pelo de chico, como esos triunfadores que han perdido y lo dicen en corrido y en ranchera, con la tensión sublime y deslumbrante del romántico, de los pasionales con el ánimo desarreglado. De los que saben que el amor, al final, sólo existe como ausencia.
Chavela calza ahora más de 90 años y no es un cadáver en la percha del camerino. Tiene algo de prodigio, de milagro que nos saca a patadas del tedio. La virgen necesaria de los vicios, los pecados, la gracia, los excesos. Es la Piaf del cactus del peyote. Una mujer que logra hacer la vida más joven según envejece. "Si porque te quiero quieres, Llorona/quieres que te quiera más". Lo mejor de Chavela, como dijo alguien, es que interpreta sus canciones untándose el idioma en las heridas. Perfumada de pecados hermosos y fecundos. Saltando infiernos. Cuando era un esqueleto devastado jamás se lamentó. Cuando resucitó de sí misma, jamás impartió lecciones de socorrismo. Tal es la grandeza de los seres que aceptan de la vida, sobre todo, su perdición. Aquéllos a los que ya les es indiferente un sí o un no.
El tiempo ha logrado esa voz desordenando méxicos en su garganta. Y quién pudiera reír como llora Chavela (¿verdad, Joaquín?). Ahora trae un libro de memorias, Dos Vidas Necesito; un disco para seguir celebrando a Lorca, La Luna Grande; y un concierto en Madrid, para el martes. Ojalá que te vaya bonito. Ella ha vivido siempre en el caos de su instinto, que es una forma de decir que va dejando luces encendidas por el mundo. A Chavela no se le pueden escribir cosas normales, porque el abecedario se pone en ventolera. Si la oyes en directo sucede algo parecido: la suya es la crónica de un arañazo, que es también el nuestro. Y esa república nocturna está abultada de delicados matices, de intensidad, de límites, de dipsomanía, de íntimas derrotas pronunciadas a solas por una dama hecha de multitudes interiores. Si al escucharla lloran, no disimulen. Chavela, loba buena. Chavela, poncho rojo. Ponme la mano aquí, Macorina."
A mi también me ha encantado! Curiosamente lo que subrayas es genial.. Y añadiría lo del caos de su instinto :-)
ResponderEliminarNo conozco a CHAVELA VARGAS musicalmente, me refiero a tener discos suyos completos, pero tengo colaboraciones suyas con otros cantantes, de los que sí tengo disco, y he de añadir que me gusta esa voz, ese toque, esa interpretación, que como se suele decir, da "su típica voz aguardentosa"...
ResponderEliminaruna Grande
ResponderEliminaruna mujer que se ha bebido la vida a tragos, y que con todo el dolor y todos los excesos ha llegado hasta aquí. pura Verdad.
la vi el otro día, está muy mayor, pero son 90 años muy vividos.
un abrazo.