Gabriel García Márquez, (Gabo para los amigos -y todos sus lectores lo somos-), el más grande de los escritores del Realismo Mágico, el creador del maravilloso mundo de Macondo, donde sus habitantes luchaban contra el olvido pegando papelitos con los nombres de las cosas, sufre ahora una pesada ironía de la vida: ¡La Desmemoria! En el año en que cumple 85 años y 30 de haber recibido el Premio Nobel de Literatura, los medios nos sorprenden con la noticia de que padece demencia senil.
Me entristece esta noticia por esa jugada de la existencia. Superó un cáncer linfático, pero la misma quimioterapia que le prolongó la vida también acabó con muchas neuronas y defensas y aceleró el proceso que ahora mina su prodigiosa memoria. Ya es un hombre mayor y hay caminos que todos los humanos tenemos que recorrer. Ahora no podremos leer sus "Memorias" completas porque un escritor se alimenta de la memoria y en el caso de Gabo, el hijo del telegrafista de Aracataca, un pueblo perdido en la calurosa sabana costera de Colombia, su memorias personales se habían convertido en la memoria colectiva de casi todo un continente.
Ahora pienso una vez más en la magia de los libros como memoria, como prueba y constancia de los andares de escritores y de lectores. No podré olvidar mi primera experiencia en Cien Años de Soledad a mis 13 años, ni su reiterado estudio una y otra vez en la facultad de periodismo. Porque Gabo también fue periodista -a su manera ecléctica y poco ortodoxa, pero brillante-. Ni puedo olvidar al Ahogado más hermoso del mundo, a Un hombre muy viejo con una alas enormes, a aquellas historias de Amor en los tiempos del cólera, añoro El rastro de tu sangre en la nieve y la explicación de La luz es como el agua ("uno abre el grifo, y sale"), que dejaba a mis alumnos con la boca abierta cuando se los leía en clase.
Gabo podrá perder la memoria. Inevitable. Un día partirá a reunirse con Remedios la bella, la que ascendió con toda naturalidad al cielo mientras tendía las sábanas en el patio. Inevitable. Como también lo es que sus libros en papel o en e-books permanezcan aquí, en Macondo, en Aracataca, en México o en Madrid, "una ciudad sin mar ni río", donde unos chavales de primaria se ahogaron navegando por las cascadas de luz que corrían por el Paseo de la Castellana.
Me queda el consuelo que puedo volver a vivir en su mundo maravilloso, con rastros de sangre por los Alpes suizos, de historias que comienzan por el final: "El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5:30 de la mañana...") y no soltamos el libro hasta llegar a la última palabra. Puedo volver a Los Funerales de la Mamá Grande, al que asisten todas las misses habidas y por haber (incluida la del mango de hilacha), pasearme por palacios presidenciales con vacas subiendo por las escaleras, sufrir La increíble y triste historia de la Cándida Eréndira y de su abuela desalmada y revivir la Diatriba de amor contra un hombre sentado.
Gabo tiene la fortuna de que aunque el disco duro de su cerebro tenga vacíos recientes, su memoria está ahora traspasada al imaginario colectivo de sus lectores y a la creación de tantos que han seguido sus huellas.
No hay nada más humano que el arte, y dentrod el arte, siempre he preferido la literatura. Nos queda entonces la bella inmortalidad de la obra maravillosa de Gabo. A mi también me encanta "El Ahogado más hermoso del mundo" que tenía que llamarse Esteban... :)
ResponderEliminarPor que simplemente no podemos llamar a Melquiades y curarle...
ResponderEliminarSoy ateo pero si de Literatura se habla Garcia Marquez es Dios. Pero creo firmemente que aquella memoria suya esta ahi, con solo asomar la cabeza a los libros y mirar hacia macondo la podremos ver.
Lamentablemente debo decir que Gabo es mortal y la sombra de la muerte roja se asoma por su hombro, pero espero equivocarme y tengamos gabo para rato...
Saludos y muy buena publicacion