Junto cajitas. Cajitas esmaltadas, cajitas de madera pintada, cajitas de cristal, de porcelana, de metal, de cartón, de nácar, todas chiquitas.
En esas cajitas guardo los pedacitos de la felicidad. Porque la felicidad no es un enorme friso en la pared, sino un rompecabezas de pieza diminutas que se arma de a poquito.
Y no tiene una figura fija, preconcebida, sino varias figuras, todas cambiantes, que pueden variar según los días, según las horas, según los lugares...
Vos me enseñaste eso. Y muchas de esas cajitas tienen partes tuyas. No... no lo aprendí enseguida... me llevó tiempo... Cuando tu vida se apagó, el miedo y la soledad hicieron nudos con mis tripas. Golpeaba todas las puertas con terror de no ser escuchada, de no ser recibida. Y me juraba, cada día, golpear otras puertas y otras y otras, sin importarme quién las abriera, quién sería capaz de oír el sonido de campana al viento que emitía mi corazón... una campana de barco en medio del océano, una campana de catedral en medio del desierto, una campana quejumbrosa con sonido de pena y manantial al mismo tiempo... Hasta que empecé a abrir las cajitas. En una encontré un fósforo, uno de esos fósforos con los que encendías mis cigarrillos, y aunque casi no fumo, prendí uno y traté de hacer espirales con el humo, como hacías vos.
"La cajita de madera, la misma que contuviera lapicitos de color, fue la morada postrera de aquel que en su vida fuera su más preciado valor" |
En otra encontré unas tierritas de colores, de Purmamarca, y el norte le trajo paz y color al sur de mi inquietud, con su placita de vendedores de pesebres, su aire de celeste transparencia, sus montañas redondas... En la de porcelana, una rosa seca y un papel dobladito: "quinto aniversario". En la de plata, una medalla bendecida de la Virgen de Luján. Arena de la playa mansa, monedita de austral, un coralito africano, una entrada de cine, un boleto capicúa, un anillito que perdió la piedra, un cuarzo casi dorado, una plumita de colibrí... Todos itinerarios de caminos que recorrimos juntos y yo vuelvo a caminarlos llevando tus pasos encima de los míos, ahora que tus pasos no pesan nada porque son de apenas airecito, de apenas aleteo de mariposa, de apenas una lágrima... Ya ves, ya no golpeo puertas, sólo abro cajitas para no estar tan sola. Pero, eso sí, al mismo tiempo, abro también mi corazón...
Creí que el texto era tuyo, pero al ver el femenino de los adjetivos, y al final POLI BIRD, me di cuenta de que no, de todas formas me siento muy identificado con el texto... yo no tengo cajitas, tengo sólo una caja, de metal, en la que voy guardando "mis tesoros" (lo mismo que la pestaña de "mis chuminolas" del blog) y es que, a veces, en estados carenciales de ánimo ("Estoy follolla" -decía mi abuela para eso) me gusta abrir la caja y recrearme en todas las evocaciones que me traen las cosas que en ella atesoro... ¡Yo en la otra vida fui una urraca por mi afán en guardar cosas.... o esconderlas!
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