jueves, 3 de septiembre de 2009

Subrayados 15. Todas las Maldiciones del Mundo

Acabo de terminar de leer Todas las Maldiciones del Mundo, el segundo libro de Javier Quevedo Puchal. Decidí regalármelo de cumpleaños tan pronto supe de su aparición porque El Tercer Deseo, su primera publicación, me enganchó y me apasionó. En esta ocasión, la lectura de Todas las Maldiciones del Mundo me sumergió en una historia de soledad, de una lucha por borrar malos recuerdos, de cambiar una vida de errores, de búsquedas infructuosas del Amor, de nostalgia.

¿Qué harías si te ofrecieran la posibilidad de borrar tu pasado? ¿Sería mejor una vida sin remordimientos ni malos recuerdos? ¿Qué es lo que debió ocurrir para que quisiera olvidarte? Son las preguntas que se hace el protagonista, quien debe, como todos, hacer frente a sus miedos y a sus carencias para poder alejarse de la nostalgia.

Como siempre que me gusta un buen libro, me tomo la libertad de subrayar los párrafos y frases que me llaman la atención. Aquí transcribo una selección de ellas.


No conviene analizar demasiado la felicidad -(a veces, es eso y no otra cosa lo que lo estropea todo)-.

Yo solo entiendo de huecos por llenar. Un lado vacío de la cama y un lado vacío en el sofá. Un solo cepillo de dientes en el cuarto de baño. Una sola butaca en el cine. Comida para uno.

Has terminado siendo como el hueco que queda en la almohada, que sólo existe para recordarte que hubo alguien una vez, aunque la verdad es que ya no hay nada.

Por cada cosa que te hunde debiera haber otra que te pueda sacar a flote. Lo malo es que cuando estás de mierda hasta las cejas no resulta sencillo encontrar la orilla.

A veces la belleza es lo de menos. A veces, todo se reduce a que te cojan de la mano.

Los viejos tiempos no eran tiempos mejores, probablemente eran tan malos como éstos, solo que entonces no lo parecían.

De pequeño todo resultaba más simple. Llovían preguntas como "¿Qué quieres ser de mayor?" y uno nunca respondía con medias tintas. Cualquier cosa servía. De pequeño uno quiere ser futbolista, astronauta, estrella de Hollywood, piloto de Fórmula I, millonario o incluso feliz. La felicidad, sin ir más lejos, no era un estado transitorio, sino un objetivo que se alcanzaba y se retenía para siempre. Después, uno crece y deja lo de astronauta para otros, se pone a estudiar Magisterio y, con suerte, acaba de camarero en una pizzería. Es como un cuento de hadas sin hadas. Tus padre no están aquí para siempre, tus amigos tampoco. Nadie a quien quieras estará aquí para siempre... ni siquiera tú mismo.

Sólo digo que, de pequeño, cuando Dios aún existía y uno sólo se podía enamorar una vez y el amor era para toda la vida, las cosas eran más simples... hay gente que sólo se enamora una vez... Y gente que nunca llega a enamorarse... Pero esa gente no lamentará perder lo que nunca ha tenido...

Una mentira piadosa sigue siendo una mentira.

Yo no quiero deshacerme de mis recuerdos. Lo que quiero es vivir dentro de ellos.

Siempre he creído que hay gente que dice te quiero con la misma ligereza con que otra gente dice lo siento. Y hay quienes se empeñan en no decir nunca te quiero ni lo siento, como si fuera una cuestión de principios.

... la gente a veces no es mala, lo que pasa en realidad es que no sabe hacer las cosas de otra manera. Y cuando uno hace las cosas de la única forma que sabe, eso está por encima del bien y del mal. O por debajo, según se mire.

A veces, la gente no es mala. Simplemente, es imbécil.

Tiene gracia cómo el olvido barre con todo lo que no te importa un comino pero, en cambio, deja intactas las cosas que de verdad duelen. Tiene gracia que el olvido sea tan jodidamente selectivo.

El día que pierda el miedo del todo, me esfumaré.

Entre la felicidad de plástico y la desdicha en carne viva, todos nos quedamos con la mentira, que escuece un poco menos.

El sur que yo conozco tiene muy poco que ver con el tuyo. Créeme, siempre es más fácil estar de paso.
En todo este tiempo sin ti, nunca me he preguntado con suficiente empeño qué es lo que debió pasar para que te quisiera borrar por completo. Ignoro si fue alguna infidelidad por tu parte o una decepción demasiado pesada como para ignorarla. Ignoro si fui yo quien hizo algo terrible y por eso me abandonaste. Lo único que sé es que sigo queriéndote mucho después incluso de haber olvidado tus manías y tus detalles y los rasgos de tu cara. Y me gustaría pensar que ésa es, al fin y al cabo, la razón que me impulsa a no dar la vuelta y desandar el camino que me ha llevado hasta el sur. El amor que sigo sintiendo por ti, en fin, la necesidad de saber qué fue lo que ocurrió y, tal vez, la esperanza de poder recomponer lo que sea que hubiera roto. Me gustaría pensar que son esos los motivos que me hacen desviar de mi camino de regreso. Pero me temo que no. Sólo quiero vencer la inercia.

3 comentarios:

  1. Busca "La soledad de los números primos". Leerlo dependerá de ti. Beso.

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  2. A veces la belleza es lo de menos. A veces, todo se reduce a que te cojan de la mano.

    Se que te va a sonar muy personal, pero por comentarios como este es que la mayoria de las veces, me aguanto las ganas de entrar, aqui y leerte.... parce perdoneme pe es que del corazon toy malito...

    Te quiero mucho...

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