"Y me quedó el dolor para cantar, y la luna de abril para olvidar".
El viernes pasado tuve la ocasión de asistir al concierto que María Dolores Pradera ofreció con Los Sabandeños en el anfiteatro del recinto de la ExpoAgua Zaragoza. Bajo una noche estrellada de verano, estuve absorto mirando a esta mujer de la que escuchaba sus canciones en viejos discos de vinilo en la casa familiar en mi infancia.
Era una de las artistas favoritas de mi abuela y de sus hermanas, que escuchaban sus canciones latinoamericanas y españolas en tardes de juego de naipes y de meriendas. Mientras le oía cantar temas de Chabuca Granda, José Alfredo Jiménez, Atahualpa Yupanqui, Silvio Rodríguez o Carlos Cano miraba sus manos ancianas, sus arrugas de vida y de vivencias, sus gestos naturalmente feminos y vanidosos, su señorío, su elegancia. Tambien recordaba amores, desamores, escenas del pasado...
Lo mejor, esa voz que se conserva a pesar de los años. Una artista que celebró su cumpleaños (más de 80) encima de un escenario, entregada, vital, y que sabe llegar a todos y cada uno con sus boleros, que transmite sentimientos, que apetece abrazar. Toda una mujer, toda una señora.
Hola Merlín,
ResponderEliminarYo adoro a Maria Dolores, tengo mucha de su música y me se algunas canciones.
Toda una Señora.
Saludos,
Amo a María Dolores! Que afortunado poder ir al concierto, tengo su voz grabada en mi cabeza.
ResponderEliminarAbrazo!