Un artículo de Julia Navarro, publicado en Mujer Hoy,
el 12 de octubre de 2013.
el 12 de octubre de 2013.
Pues sí que ha cambiado la sociedad. De vez en cuando, me doy cuenta de que en ciertas cosas estoy fuera de "onda". El otro día esperaba a un amiga en un restaurante uno de esos sitios a los que la gente va más a ver y ser vistos que a comer. Mi amiga siempre llega tarde, así que me dediqué a observar a los que estaban ami alrededor. A la derecha había cuatro treintañeras muy estilizadas, subidas en tacones y vestidas con estudiada informalidad. No eran niñatas tontas, charlaban sobre bolsas, carteras de clientes, sociedades inversoras... Hablaban de millones de euros como de los más normal y una se congratulaba de lo que había hecho ganara un cliente. A punto estuve de preguntar cómo invertir mis ahorros.
Un camarero me distrajo mientras acompañaba a un cincuentón a la mesa de mi izquierda. Bronceado, vestía un traje que no era de los almacenes de la esquina y llevaba el cabello canoso repeinado... Yo le encontré algo raro: se le había ido la mano con las pinzas y las cejas delineadas le daban un tique de blandura. Llegó un amigo suyo un poco más joven. Y me quedé atónita con la conversación "¿Qué tal te ha ido?", preguntó el cincuentón. Su amigo respondió: "Me habías dicho que no dolía y que los pinchazos no dejaban marca, pero mira cómo tengo la cara". Me fijé y tenía rojeces en los pómulos y la comisura de los labios. "Pero es la mejor -dijo el cincuentón-. La rojez se te quitará en un rato". "¿Crees que he quedado bien?", insistió. "¿No me ves a mí?... Tú mismo dices que me ha rejuvenecido 10 años. ¿Te ha dado la crema?". Y estuvieron un rato hablando de inyecciones rejuvenecedoras, vitaminas, botox... En eso llegó mi amiga y saludó a los dos hombres y a una de las treintañeras. Al irnos, pregunté quiénes eran. "Ella es un fenómeno. Trabaja en una agencia de inversiones y se la rifan. Tiene 34 años y lleva carteras de gente importantísima... Ellos, pobrecitos, tienen los días contados. El canoso es director comercial, pero le van a echar por la edad, y el otro... no durará mucho". Como mi amiga y yo somos de la misma quinta, le dije que no veía razón para el despido Ella fue contundente: "Las empresas los prefieren jóvenes y en la suya han fichado a un chico formado en EE.UU. Ellos se han hecho algún retoque, pero aún así... Al canoso, yo misma le recomendé la doctora a la que voy para que me ponga botox, pero chica...".
El mundo ha cambiado y me temo que para mal. Mantener la ficción de una falsa juventud sólo nos sucedía a las mujeres, pero ellos también son ya víctimas de la superficialidad instalada en la sociedad. Debe ser más habitual de lo que imaginaba que los ejecutivos hablen de la tersura del cutis. Da pena que la ausencia de arrugas cotice más que la experiencia, el talento, la profesionalidad. Me pregunto si las treintañeras estarán en unos años como los cincuentones: desesperadas porque alguien piense que las arrugas cotizan mal en bolsa. O si seremos capaces de que lo que cotice de verdad en la selva de la vida sean el buen hacer, el esfuerzo y el talento.
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