Al cumplirse hoy 40 años del fallecimiento del escritor chileno Pablo Neruda (Ricardo Eliecer Neftalì Reyes Basoalto), recuerdo uno de sus poemas que más me gustan, Tus Manos, de su serie "Los Versos del Capitán", que he escuchado muchas veces recitados y cantados.
De Neruda ha dicho Gabriel García Márquez que es "el más grande poeta del siglo XX en cualquier idioma". El Premio Nobel de Literatura (1971) y Doctor Honoris Causa de la Universidad de Oxford fue considerado uno de los 26 autores centrales del canon de la literatura universal de todos los tiempos.
El primer vídeo es la interpretación de la cantante y autora de música popular uruguaya Laura Canuora. Y el segundo, quizás mi versión favorita, la de Manuel Picón y Olga Manzano, de una grabación hecha en Madrid en 1980 con la Orquesta de Radio Televisión Española.
Cuando tus manos salen,
amor, hacia las mías,
¿Qué me traen volando?...
por qué se detuvieron,
en mi boca de pronto,
por qué las reconozco.
Los años de mi vida,
yo caminé buscándote,
cruzé los arrecifes.
Subí las escaleras,
me llevaron los trenes,
las aguas me trajeron.
En la piel de las uvas
me pareció tocarte.
La madera de pronto
me trajo tu contacto,
la almendra me anunciaba
tu suavidad secreta,
hasta que se cerraron
tus manos en mi pecho,
y allí como dos alas
su viaje terminaron.
Y cuando tu pusiste
tus manos en mi cuerpo,
reconocí esa greda
y ese color de trigo,
como si entonces antes
las hubiera tocado,
y hubieran recorrido
mi frente y mi cintura.
Reconocí esas manos,
reconocí esas alas
de paloma dorada.
Su suavidad venía
volando sobre el tiempo,
sobre el mar, sobre humo,
y en la piel de las uvas,
me pareció tocarte.
La madera de pronto
amor, hacia las mías,
¿Qué me traen volando?...
por qué se detuvieron,
en mi boca de pronto,
por qué las reconozco.
Los años de mi vida,
yo caminé buscándote,
cruzé los arrecifes.
Subí las escaleras,
me llevaron los trenes,
las aguas me trajeron.
En la piel de las uvas
me pareció tocarte.
La madera de pronto
me trajo tu contacto,
la almendra me anunciaba
tu suavidad secreta,
hasta que se cerraron
tus manos en mi pecho,
y allí como dos alas
su viaje terminaron.
Y cuando tu pusiste
tus manos en mi cuerpo,
reconocí esa greda
y ese color de trigo,
como si entonces antes
las hubiera tocado,
y hubieran recorrido
mi frente y mi cintura.
Reconocí esas manos,
reconocí esas alas
de paloma dorada.
Su suavidad venía
volando sobre el tiempo,
sobre el mar, sobre humo,
y en la piel de las uvas,
me pareció tocarte.
La madera de pronto
me trajo tu contacto...
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