Por: José G. Anjel R.
A usted:
Que muchas veces se pone a nadar en recuerdos y una sonrisa le parte la cara pensando en las cosas que decía, que escribía casi al escondido, con la complicidad de la noche o de una mesa de café o escondido en un rincón de la oficina haciéndose el que trabajaba: te amo mucho, había escrito en el cuaderno o en la superficie de un papel lleno de dibujitos y cada palabra le daba un tono que lo envidiaría un poeta... eso, ¿a usted no le pasa que querría volver a lo mismo, a cabalgar en pos de una ilusión a inventar formas antigramaticales que el destinatario entendería? Y claro, piensa que sería muy lindo, pero...
A usted, que le perdió el miedo al insomnio porque así la noche le iba a rendir más para retener el sabor del último beso, que al momento de sentarse a escribir iba y escogía una lapicera azul y, como un cirujano que se apresta a hacer su mejor operación, comenzaba a rayar con cuidado y a dibujar letras al ritmo de una sinfonía o de una canción de Serrat, sintiendo todavía ese temblor en el alma de cuando la tomó de la mano, ¿Qué diablos le pasa ahora que lo único que escribe son memos y regaños, palabras sin imágenes y bla-blás que no llegan a ninguna parte? ¿Usted no querría cambiar su rutina de hoy por el sobresalto de cada uno de esos renglones donde no se cansaba de repetir te quiero, te adoro, sin vos me estoy perdiendo en este mundo? Podría ser, sería tan lindo.
A usted, que en el papel encontró la manera de decir lo que no había sido capaz hablando, que sin miedo se tildó de pirata, de enano, de fantasma y hasta de resucitado, que hizo rendir la letra para que no se le acabaran tan ligero las ilusiones, que habló de cómo tenía los dedos de los pies y de la cantidad de pelo que se le estaba cayendo, que intentó hacer un poema y acabó sorbiendo un tarrito de leche condensada, que dijo que el corazón se le estaba hinchando y no le daba miedo del infarto ¿qué tiene ahora entre el cuerpo que ya no es capaz de hacer estas cosas? Seguramente lo ha intentado, pero no ha seguido porque para qué eso era antes, que dirían, ya el cartel no es el mismo. Claro que sería tan lindo, pero...
A usted, que cuando cerró el sobre (siempre le pasaba) le dio un cierto malestar entre las tripas creyendo que se le había ido la mano, pero arriesgó a lo que dijeran y fue y echó la carta al correo por debajo de la puerta, eso, y volvió a escribir que en el aire estaba el amor, que lo había sentido en el viento y en los olores de la mañana, en el brillo de la luna y detrás de un aviso de cocacola, que mientras escribía no le importaba que lo echaran del trabajo o lo botaran de la universidad, en fin, entre comas y puntos reconocía que estaba loco de remate y enfermo del marote, que no se iba a dejar atropellar por las circunstancias y que le importaba un carajo echarse sobre una piedra a que lo secara el sol como como a Beltenebros, a fin de cuentas el amor era la cosa más maravillosa que había conocido, entonces ¿a qué viene que ya no sienta lo mismo, que ya no crea en lo que antes creyó con fe ciega? ¿No será que tiene miedo y se le está secando la vida? Claro que podría intentarlo de nuevo, sería tan lindo, se dice usted, pero...
A usted, que se sintió un caballero andante, un San Jorge contra el dragón, un príncipe valiente al rescate de su doncella, que intentó hacer que le rimaran las palabras y acabó con mirada de loco diciéndose que necesitaba algo más que una poesía, que le narró a ella cada resquicio de la calle, incluyendo faroles, tachos de basura y hormigas, flores a punto de secarse, rejas a medio despintar y señoras gordas hacia misa, eso, que utilizó más de tres estilos de letra par escribir te quiero tanto, que entre entre paréntesis escribió secretos y le contó desafueros, que no le dio miedo pintar un corazón que parecía una manzana mal hecha, que trató de hacer un poema y acabó diciendo mañana te voy a querer más, si no me voy a dormir ya me van a llevar donde el siquiatra... ¿qué le pasa ahora? Sería increíble volver a lo mismo, pero...
(Continuará)
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