miércoles, 11 de septiembre de 2013

A usted: que escribía cartas de amor y ya no... (2)

Por: José G. Anjel R.


A usted, que escribió mentiras porque el amor era su única verdad, que inventó rituales y maneras de vivir cien años, que con la garganta seca imaginó fuentes y aguas milagrosas, que encontró frutas maduras cuando no había cosecha, que se apoderó de la luna llena y la ofreció como si nada, que prometió praderas incendiadas y montañas sin escalar, que sugirió caricias y habló de miradas envolventes, que refutó la física en la ley de la atracción de los cuerpos, eso, que detuvo el tiempo y rescató caminos, que dijo que estaba llorando porque el corazón le dolía  que nunca tanta luz había visto en medio de tanta oscuridad, que filosofó y volvió a creer en Dios, que estuvo apunto de cortarse una oreja como Van Gogh, que narró unos celos peores que los de Otelo y sostuvo que Romeo era una pobre cucaracha en comparación a usted, que se llamó a sì mismo el amor de mil amores, que habló de la eternidad y el nirvana, que sostuvo que iba a dejar de fumar porque tenìa el pecho henchido de amor... hoy se sonríe y trata de hacerse el loco, pero en el fondo le da cosa y piensa que volverlo a hacer sería muy lindo, pero...


A usted, que casi se le seca el seso por andar elucubrando cosas imposibles a horas impredecibles, que trató de meter el alma en dos cuartillas, que juró en vano sin miedo a que le creciera la nariz, que sostuvo que  sería capaz de suicidarse, que su vida sin ella no valía nada y por eso iba a remitirse a Schopenhauer, que maldita sea no ser capaz de volar a medianoche para ir a darle un beso, que ojalá fuera el ángel de la guarda para no desampararla jamás, que iba a botar el reloj para que las horas no pasaran, que estaba fabricando una cajita donde guardaría solo palabras de amor, que daría su vida por sentir cerca esa piel de porcelana, que las lágrimas eran diamantes que rodaban por la cara, que estaba olvidando las matemáticas por fervor a ella, eso, que le daba puñetazos a la pared cuando se le agotaban las palabras, que se presentaba como Uvaldo el paralelo, lelo de amor y otras arbitrariedades, que suspiraba sobre el papel para que la carta llevara también suspiros, que se quejaba en la ventana para correr a escribir quejidos... ¿qué le pasa que ahora se pone colorado cuando le hablan de esas cosas? Y usted querría volver, sería tan lindo, pero...


A usted, que hoy no hace más que refunfuñar y hacerse el serio, que antes de meterse de lleno en la rutina tuvo un corazón que lo puso a recorrer esquinas, no le parece que para salirse de tanto susto y de tanta idera al baño, serìa conveniente volver a las andanzas de antes, tomar de nuevo el papel y llenarlo de cuanta cosa se le ocurra, que importa que al principio la vaina le quede grande y se embolate buscando el tiempo difuso de un verbo, a fin de cuentas usted traquea por falta de uso. Y antes de hacer mala cara y decir que estas cosas no son de grandes, aflójese un poco el alma y piense en lo bueno que vivía cuando, sin temor a que lo vieran, releía una boleta escrita por ella y se imaginaba que ese papel tenìa un olor muy especial porque era para usted y nadie más, eso, y ahí empezaba a sentir que lo zapatos no le quedaban tan estrechos y que a fin de cuentas no era tan feo  y la mesera que le cobraba la cuenta lo miraba(a usted) diciéndole qué le pasaba y usted nada, que a veces me dan calambres y en el interior sintiendo que lo que le daba era envidia de los grafiteros que escribían en los muros te quiero tanto,  tanto te quiero, perdóname, pero este amor me está matando, ¡te voy a acusar de intento de homicidio!

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