Anoche asistí a una celebración colectiva del sacramento de la penitencia. Sólo quiero comentar que fue un acto emotivo, sencillo e intenso para católicos practicantes, propio de los días previos a la Semana Santa. Una reunión en el templo para escuchar la Palabra y experimentar la gracia del perdón, luego de un examen de conciencia, contrición de corazón y propósito de la enmienda (algo que cualquier bautizado sabe).
Lo que quiero resaltar aquí son dos cosas principales: Primero, parece que las prácticas religiosas son cosas de personas muy mayores (no puedo calcular con exactitud la media de edad, pero seguro que no bajaba de los 50 años). Y segundo, y quizás lo que más me llamó la atención, es ver a los sacerdotes confesándose. Sí, a la vista de todos, con humildad, como cualquier hijo de vecino. Me impactó porque no recuerdo haberlos visto nunca acercándose de esta manera al sacramento, no porque piense que no pequen ni se confiesen, sino porque en los tiempos que corren, con tantos escándalos en el clero que desafían la justicia humana y la moral cristiana, es grato ver este ejemplo de humanidad y de catolicismo.
Sí, los curas pecan... Y los que vi anoche no se confesaron en la intimidad de los conventos o de sus casas. Lo hicieron en público, demostrando que son humanos, que se equivocan, que faltan... y que se arrepienten y piden perdón.
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