martes, 1 de mayo de 2012

Te saludo, mi pequeñ@

"Meses atrás quise enviarte una carta, pero finalmente deseché de hacerlo: luego de escribirla comprendí que había puesto mucho énfasis en el estilo y, como es de esperarse, se malogró. Una carta con estas características está buena para una casa editorial. No para su explícito destinatario. Ahora pondré énfasis tan sólo en aquellas verdades del corazón, lo que me asegura saber que pronto llegará a tus manos.

Ya ha pasado el tiempo de los pensamientos feroces, y vaya si las cosas toman una nueva envoltura. He vuelto a mis pretéritas labores de jardinería: riego las orquídeas sagradamente todas las mañanas, sin afán. Es como si la tristeza se hubiese enfadado conmigo y hubiese decidido buscar nuevos aires quién sabe en qué otro corazón. Esperemos que se demore lo suficiente como para que las orquídeas maduren, porque sin duda volverá.

Por el momento, a pesar de nuestros caminos desviados, sin esperanza a que se vuelvan a cruzar ya nunca jamás,me siento tranquilo; casi feliz. Me he puesto a pensar en estas noches de insomnio prolongado, mientras la sutil lluvia de estas madrugadas golpea rítmicamente el techo de mi desnuda habitación, la razón de este cambio de ánimo tan radical, y no se me ocurre otra cosa que ligarlo con la felicidad enorme que me produce saber que he  experimentado, como pocos, ese hormigueo subiendo por mis pies y acentuándose en mi vientre cuando te veía. Dicen algunos que eso debe ser el Amor. Yo digo que es malestar necesario para entender gran parte de la vida. Un malestar que probablemente nunca hubiese podido sentir sin tu generosa ayuda y que de alguna manera, ha justificado mi vida misma.

He pasado días maravillosos bajo el abrigo de tu cuerpo desnudo, por eso tan sólo era creyente cuando llegaba la noche, por fría y melancólica que pareciera. Todo lo demás era tan irreal y tan confuso... Contigo ni siquiera la enfermedad me podría haber doblegado. Pero esos tiempos se han diluido tan rápido como se diluyen los buenos propósitos en el hombre. Sin embargo, queda el recuerdo feliz y el hecho de saber que tu aroma sigue clavado en mis sábanas desteñidas. Con vos supe que para aligerar la vida no se necesitaban libros, que sólo era necesario una mujer desnuda flotando en medio de la noche. Un poco de piel y  de lágrimas  que hagan posible el milagro.

Bueno, dejémoslo así. Sé que te alegrarás con lo del jardín. Escríbeme de vez en cuando, extraño tus ya famosos ataques de melancolía.

Felices días. Con profundo amor,

Asterión"

Autor: Fabio Andrés Hurtado
Carta ganadora del concurso de cartas de amor (2005)
convocado por la Biblioteca de Comfenalco.

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