Acabo de devorarme las 226 páginas de Cuerpos Descosidos, la última novela publicada por Javier Quevedo Puchal. Y utilizo el verbo devorar, jugando un poco con la sensación que produce su lectura. Se trata de la historia encadenada de personajes y ciudades: Eva, Lucio, Ámsterdam, Valencia, South Yorkshire. Distintas etapas de sus vidas, que, obviamente, van cambiando con el paso de los años y de sus vivencias. Un diario de puro amor adolescente, un cabaret extraño, liberador y absolutorio; una magnífica comparación con la manera de limpiar las culpas del cristianismo, estrictos códigos de conducta; dones sobrenaturales y pasados inconfesables que regresan al presente.
En esta novela se ponen en presente miedos y dudas de las almas de los personajes. Quizás lo más relevante en todas sus líneas es la presencia de la culpa, esa culpa inserta en nuestras conciencias por la religión, la moral familiar y social, que nos lleva a realizar las más impredecibles acciones para tratar de librarnos de ella.
Conocí la obra de Javier Quevedo Puchal hace poco tiempo, cuando leí sus novelas "El Tercer Deseo" y "Todas las Maldiciones del Mundo" (Editorial Odisea). Y gracias a este medio moderno de comunicación que es Internet, me comuniqué con él y hemos establecido interesantes conversaciones sobre su trabajo. Hemos estado al tanto de la publicación de su última novela, que tuvo algún inconveniente para salir a la luz en estos tiempos de crisis. Y luego he tenido que esperar a que el libro llegara a Fnac bajo pedido. (Apoyo a los artistas, llaman a esto). Pero lo mejor es que tan pronto la he tenido en mis manos, bastaron tres noches para leerla, disfrutarla, asustarme, emocionarme...
Su autor nació en Castellón, estudió filología inglesa y literatura, ha sido crítico cinematográfico y articulista de revistas digitales. Pertenece a la Asociación Española de Escritores de Terror, género en el cual ha recibido diversas distinciones. Pero lo que más destacaría de Javier es su naturalidad como persona, su personal autocrítica como escritor y, por supuesto su indudable talento.
A él le pediría que no dejase de escribir, de ejercitarse y de regalarnos de tanto en tanto sus apasionantes cuentos y escritos. Y a los editores de libros, que llegue el día en que no haya que hacer milagros para publicarlos y distribuirlos para que lleguen a todos.
¡Enhorabuena, Javier, por esta nueva creación!
Interesante.
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