Hace siete años causó revuelo la publicación de una carta de una madre de familia en La Hoja de Medellín. En el número de junio 8 al 14 de 2000, Consuelo Pérez de Gómez escribía una carta en la que hablaba de la relación que tenía con su hijo "marica" expulsado de la casa por su padre, por el hecho de reconocerse homosexual. La carta la he guardado todos estos años porque es ejemplo de muchas cosas, de Tolerancia (palabra y concepto gastado y mal interpretado todos los días), Amor y Respeto. Me vino a la cabeza buscarla dentro del cofre de mis tesoros, a raíz de mi encuentro con la película Nosotros Dos (The Sum of Us), de la que hablé en la anterior entrada. La transcribo aquí:
"Tengo un hijo de 32 años "exiliado" en El Cairo, a donde se fue a vivir luego de que "su padre", "mi esposo", lo echó de la casa por "marica". Él ahora vive feliz en la ciudad de sus sueños, en la ciudad de Lawrence de Arabia, de Peter O´Tool. Para mí es un misterio cómo se sostiene pues yo le mando "dolaritos", pero me imagino que allá como aquí, no alcanzan para nada. Mensualmente le mando una "valija diplomática" (llena de recortes de periódico, de revistas, de fotos de Medellín, de casetes de vídeo con lo mejorcito de la televisión, con casetes grabados con mi voz y las de sus hermanos y amigos, con areparina, frisoles, bocadillos, arequipe, papitas fritas con sabor a limón, con café colombiano, en fin, son tantas cosas y a la vez tan pocas), con un amigo diplomático que vive en Italia y que como él es "marica"; él me retribuye mis regalos con unas cuantas palabras garrapateadas en una carta que a veces es inmensamente chiquita -20 páginas- y otras exuberante -más de 50-, pero como les digo, su letra apenas si la entiendo yo. Él vive con su amigo catalán (no español) y juntos trabajan en lo que pueden, desde taxistas y guías de turismo hasta profesores de español. ¿Se los imaginan? Yo no. A veces cuando logro "robarle" un poco de plata a mi marido le mando artesanías que ellos venden a precio de oro y otras, como la última vez, frisoles paisas que venden a los pocos paisas residentes en Egipto.
Una sola vez lo he podido visitar y eso a escondidas de "su padre", pues nos encontramos en Atenas porque si llegaba a Colombia con pasaporte sellado en Egipto capaz era de matarme. Lo vi feliz, con 10 años menos de los pocos que tiene, más bello, más moreno, más culto, más internacional, más metido en el cuento del cine, de la literatura, de la poesía, de la pintura, más en su cuento, cuento que en Colombia, con "su padre" recordándole en todo momento que es marica nunca hubiera podido vivir. Siempre le mando La Hoja que desde cuando vivía en Colombia le encantaba y en varias ocasiones les han mandado recados que nunca les he entregado. Cuando vi en uno de sus últimos números una carta "qué me dejó tu amor...todo menos pesares", se la envié subrayada con resaltador amarillo pues a mí me causó un impacto tremendo, me encantó la forma en que dos hombres pudieron vivir su amor abiertamente, sin los problemas que tuvo mi hijo en Medellín, me conmovió que lo que más recuerda el autor de la carta es la forma como creció intelectualmente con su amigo, y me conmovió porque eso es lo que está tratando de hacer mi hijo en El Cairo. Pero lo que más me conmovió es la carta que acabo de recibir de mi hijo y de su amigo, como cualquier carta "cursi" vino manchada por los lagrimones que a los dos les caían cuando la escribieron, lagrimones por los recuerdos que les trajo a cada uno de su condición familiar, pues a Pablo (por Picasso, Neruda y Casals) también lo echó su papá de Barcelona, y también como a mi Julián, por "marica", lagrimones porque lo narrado por el autor de la carta es lo mismo que cada mes me narran mis hijos desde El Cairo, me cuentan qué libros leyeron, qué películas ven, a qué conciertos van, qué mezquita, que bazar nuevo conocieron, con quiénes tomaron el "té helado de jazmines". Esta vez mi hijo y su amigo les mandan a decir (...) que en Colombia como en España, como en cualquier país del mundo, artículos como el publicado son los que se necesitan para que "los padres" se vayan enseñando a ver la pareja homosexual como una pareja común y corriente, con los mismos problemas y las mismas aspiraciones de cualquier pareja heterosexual. Mis hijos Julián y Pablo les mandan a decir que reten a cualquier pareja "normal" a que con sólo seis meses de relación recuerden a su pareja no por las veces que se acostaron o por las discotecas que visitaron o por las comidas en los mejores restaurantes o las idas al club los sábados sino por los libros que juntos leyeron, o la música que juntos escucharon, o las películas, o los poemas que compartieron. (...)"
Nada como saber de la dureza de la vida -como supongo en esta madre- para tratar de evitarles complicaciones innecesarias a los demás. Chapeau!
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