domingo, 30 de noviembre de 2008

Paseo dominical


Tarde de finales de otoño. Frío tolerable. Cielo azul. A rastras salgo de casa, casi en contra de mi voluntad. La invitación de un excelente amigo puede ser una buena terapia. Y sí que lo es. Caminar despacio a orillas de mi amado río Ebro. Sentir los rayos del tímido sol de la víspera de diciembre. Escuchar el canto grabado de los pájaros... Conversaciones intrascendentes y otras no tanto...


El sonido de las hojas secas de los árboles sobre el pavimento. Mi árbol favorito movido sin cesar por el viento. Un hombre solo pescando a orillas del río. Niños y adultos aprendiendo a patinar...

Luego una comida casera hecha como siempre con mucho cariño, talento y sazón. Dos o tres copas de vino tinto. Música uruguaya y brasileña. Y sobre todo, repito, buena compañía, palabras fáciles, tranquilidad y sosiego. Aislado, protegido.

¿Para qué pedir más?

1 comentario:

  1. Tienes razón: Tranquilidad y buena compañía es de las mejores cosas que uno puede tener en la vidas.

    Saludos,

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