Por Víctor M. Juan Borroy
Director Museo Pedagógico de Aragón
A los niños mimados por la fortuna sus padres los despiertan con besos o les susurran canciones al oído hasta que abren los ojos para inaugurar cada mañana el mundo. Luego, desayunan con tiempo suficiente para cogerle el aire al día, sin que haya ninguna pantalla encendida; conversan con sus padres de las aventuras que les deparará la jornada; recuerdan cuentos, adivinanzas o trabalenguas y casi siempre ríen por las cosquillas que las palabras les hacen en el alma.
La educación elitista que reciben algunos niños va acompañada de paseos con sus abuelos que son los encargados de proteger sus sueños, envolviéndolos en un papel burbuja fabricado con ternura y con palabras que nunca se lleva el viento. Los niños privilegiados saben que los adultos que los rodean valoran cada uno de sus pequeños logros. Además, reciben una esmerada educación en valores. Sus padres les trasmiten la pasión por equipos humildes porque se aprende más en la derrota o cuando se presentan las dificultades, que ganando todo el rato.
Si te digo que a veces no entiendo lo que pasa...
ResponderEliminarMe imagino que es la edad...
La negri, desde la PM
XOXO