Una Oración en el Camino de Santiago
Inspirada en el poeta brasileño Vinicius de Moraes
Por Paulo Coelho
«Tened piedad de los que tienen piedad de sí mismos y se consideran buenos e injustamente tratados por la vida porque no merecían lo que les sucedió –pues éstos jamás conseguirán sostener el Buen Combate–. Y tened piedad de los que son crueles consigo mismos y sólo ven maldad en sus propios actos y se consideran culpables por las injusticias del mundo, porque éstos no conocen Tu ley que dice: `Hasta los hilos de tu cabeza están contados´.
»Tened piedad de los que mandan y de los que sirven muchas horas de trabajo y se sacrifican a cambio de un domingo donde está todo cerrado y no existe lugar a donde ir. Pero tened piedad de los que santifican su obra y traspasan los límites de su propia locura y terminan endeudados o clavados en la cruz por sus propios hermanos, porque éstos no conocerán Tu ley que dice: `Sed prudentes como las serpientes y simples como las palomas´.
»Tened piedad de los que comen y beben y se hartan, pero son infelices y solitarios en su hartazgo. Pero tened más piedad aún de los que ayunan, censuran, prohiben y se sienten santos y van a predicar Tu nombre por las plazas, porque éstos no conocen Tu ley que dice: `Si yo testifico respecto a mí mismo, mi testimonio no es verdadero´.
»Tened piedad de los que temen la Muerte y desconocen los muchos reinos que recorrieron y las muchas muertes que ya murieron y son infelices porque piensan que todo acabará un día. Pero tened más piedad de los que ya conocieron sus muchas muertes y hoy se juzgan inmortales, porque desconocen Tu ley que dice: `Quien no nazca de nuevo no podrá ver el Reino de Dios´.
»Tenedla de los que no creen en nada, porque ellos nunca oirán la música de las esferas. Pero tenedla más aún de los que poseen la fe ciega y en los laboratorios transforman mercurio en oro y están rodeados de libros sobre los secretos del tarot y el poder de las pirámides, porque éstos no conocen Tu ley que dice: `Es de los niños el reino de los cielos´.
»Tened piedad de nosotros, Señor, porque muchas veces pensamos que estamos vestidos y estamos desnudos, pensamos que cometemos un crimen y en verdad salvamos a alguien. No os olvidéis en vuestra piedad que desenvainamos la espada con la mano de un ángel y la mano de un demonio sosteniendo el mismo puño. Porque estamos en el mundo, continuamos en el mundo y Te necesitamos. Necesitamos siempre Tu ley que dice: `Cuando os mandé sin bolsa, sin alforjas y sin sandalias, nada os faltó´».
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