martes, 25 de agosto de 2009

Miró en el cielo de los gatos

Diego me lo tenía de sorpresa una noche a mi regreso del trabajo. Lo encontré acurrucado en un pequeño espacio entre el lavabo y un armario. Sólo tenía unas semanas de vida y era una bolita pequeña de pelos blancos y negros. Lo llamamos Miró y siempre fue un lindo y buen gatito. Se comportaba bien, no arañaba los muebles, nunca rompió nada y era muy mimoso con sus dueños y con las visitas. El único mal que hizo en su vida fue a causa de su llegada a la edad adulta. Marcó su territorio en el primer celo, con el característico orín amoniacal, sobre mi nueva cazadora de piel... y esto le costó sus huevos, es decir, la castración. Así que era virgen, casto y puro.

Luego, cuando me decidí a vivir solo, me lo traje conmigo. Se convirtió en mi compañero de piso. Dicen que los gatos no viven en nuestra casa sino que ellos nos permiten a los humanos vivir en la suya. Y nos llevamos muy bien. Cotilleaba las bolsas que traía de la calle. Me ronroneaba entre las piernas mientras desayunaba, dormía la siesta conmigo y se echaba una cabeceadita en la alfombrilla del baño mientras me afeitaba cada mañana. No era un minino esquivo, de los que se esconde cuando llega alguien a casa. Al contrario, era un confianzudo que en minutos se tumbaba en el regazo de quien le caía bien (eso si, selectivo el chaval).

Gozó de cabal salud, excepto por el accidente en que se rompió una pata por quedarse dormido en el alféizar de la ventana y caer al patio de vecinos. Vaya carreras me hizo dar a urgencias y a cirugía. Pero, como buen felino, en un día ya estaba caminando por todas partes. Pero, al cabo de sus 7 años, ha tenido una dolencia en su hígado de la que se negó a recuperarse. De nada valieron tratamientos, una semana de hospitalización, alimentación intravenosa, inyecciones, pastillas y muchos mimos. Se negaba a comer lo cual era fatal porque colapsaba su hígado. Le vi deprimido, negándose a mirar a nadie (ni veterinarios ni amigos), no comió nada por su propia voluntad; cuando volvió a casa solo la recorrió por todas partes y se buscó un rincón donde enrollarse y quedarse inmóvil.

Después de mucho pensarlo, de semanas de intentar recuperar su salud, he tomado la decisión de que no puedo dejarlo vivir así (si eso es vivir) . Miró, casi como una persona, decidió no luchar más por una de sus siete vidas. Esta tarde me despedí de él, lo alcé en brazos y le hablé como siempre. Me despedí y le achuché aunque no me mirase. Le llevé por última vez a la consulta del veterinario para que le practicaran la eutanasia activa. Me aseguraron que no sufriría. Que moriría en medio del sueño. No quise ver cómo le inyectaban. Regresé a casa y por primera vez, al cruzar la puerta, no tenía a quien dirigirle la palabra. Ya no volveré a oír cómo me contestaba, a su manera, cuando le hablaba. Ya no está tumbado en el sofá. Ya no me tira su juguete para que se lo lance y me lo regrese. Ya Miró no está aquí.

Aunque suene cursi, estará en el cielo de los gatos.

9 comentarios:

  1. Dios mio...

    Entonces lo que yo algún dia sentí por bodeler lo has sentido tu por Miró.

    Solo un amante empedernido de los gatos puede comprender la tristeza que reflejas en tus palabras. A tal punto de dejar acer una gotita de sal por sus mejillas.

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  2. Mi querido señor Merlín, de verdad lo lamento mucho, me he conmovido mucho con la historia y la verdad, estoy más que agradecido con que la hayas compartido... creo que ahora sólo queda pensar en la alegría de haber compartido con un ser tan especial.

    Un abrazote.

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  3. Me ha conmovido tu relato, eres un tio con mucha sensibilidad y ese gato tuyo era tu confidente tu amigo y tu compañero mas fiel. Es duro desprenderse de alguien a quien quieres pero es muy importante , aunque nos duela y nos quedemos un poquito solos evitar que sufran. Ha sido muy generoso por tu parte y seguro que ha agradecido tu generosidad.La despedida con sus ojos tristes te lo ha trasmitido. No tengas pena su estrella esta en el firmamento chiquitina pero brillante. Un abrazo y animo

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  4. Hola Merlín,

    Adoro los gatos... Es mas yo soy un gato.

    Ese amiguito te acompañó a su manera durante mucho tiempo y aunque reconozco que has hecho lo mejor para evitarle mayores sufrimientos, puedo entender que te sientas un poco triste y solitario.

    Un abrazo.

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  5. Como amo a los gatos, me he conmovido hasta las lágrimas con la historia de Miró. No sólo por la situación, dolorosa sin duda, sino también por la forma en que la escribes. Aunque vengan otros gatos a vivir contigo, Miró será siempre él, único e irreemplazable.
    Un abrazo,
    Tere

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  6. No se que s peor si que haya muerto Miro, sentir que te me quedaste solo y no poder hacer nasda...

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  7. Hola Papillo, lo siento mucho por Miró, me ha dado mucha pena cuando me has dicho que Miró ya estaba no estaba contigo y que estaba en el cielo, como tú bien dices, en el cielo de los gatos.

    He podido ver a Miró en sus últimos momentos-días y la verdad que cada vez que te acompañaba ver a Miró y lo veía ahí en la jaulita todo tristón, me daba mucha pena y la verdad tenía esperanzas, como todos, que se iba a poner bien.

    He compartido poco momentos con Miró, solo en mis visitas a mi gran amigo Arturo. La verdad que nuestra relación era un poco distante, jejeje.

    Miró lo recuerdo como una bolita peluda, casi siempre tumbado en el sillón verde de Arturo, con sus cojines. Recuerdo las veces que Miró estaba dentro de mi maleta curioseando lo que había y dejándome toda la ropa llena de pelo. También recuerdo en invierno, cuando me ponía mis zapatillas, se acercaba y acariciaba su carita peludita con las zapatillas.

    La verdad que Miró, era muy importante en la vida de Arturo, no era solo su compañero de piso o su animal de compañía. Formaba parte de su vida y siempre estaba a su lado, en los momentos bueno y en los no tan buenos.

    Miró te extrañaremos mucho, sobretodo tu papito Arturo, tu compañero del alma.

    Hasta siempre Miró.

    Petonets

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  8. Merlin,
    Cuando se ha vivido algo similar es un poco más fácil entender la sensación que deja la ausencia de un compañero como Miró.
    Como siempre lo único que queda es la tranquilidad de haberle dado todo lo que se pudo, incluyendo la terminación del sufrimiento.
    Un abrazo.

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  9. Yo y los gatro sno nos lelvamos bien, es claro por que soy ratón, pero la conmovedora historia de miró nos acerca a lso recuerdos mas queridos de los seres amados que uanque no son racionales nos han brindado mucho mas d eloq ue han hecho muchos humanos.

    H Ellorado tristemente por la muerte de un perro que tuve y hace pocos dias supe qu eno habia muerto esta vivo aunque colea poco porque los años no le dan, linda historia.

    Un abrazo Merlin.

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