sábado, 19 de abril de 2014

¿Casa de oración?

"Dios dice en la Escritura: Mi casa será casa de oración. 
Pero ustedes  la han convertido en refugio de ladrones." 
(Lucas 19, 45-46)

Jueves Santo. Uno de los días más importantes de la tradición católica. En otros tiempos, templos repletos de creyentes, piadosos, orando, asistiendo a la liturgia de la institución de la Eucaristía y del Mandamiento Nuevo del Amor. Y digo en otros tiempos porque ahora -al menos en la España que me tocó vivir- la Semana Santa es, para la mayoría, una manifestación del folclor. Reconozco que son emocionantes sus tambores, sus procesiones, las cofradías e imaginería religiosa que recorren las calles de ciudades y pueblos, pero no deja de sorprenderme ver los templos con tan pocos feligreses en el culto y la falta de respeto que se presenta en ellos. 

El templo es un lugar sagrado y  tanto  los practicantes como los que no lo son, deben mantener la compostura y el respeto. Asistimos a ceremonias de carácter político, académico o deportivo y mantenemos el protocolo y cierta solemnidad en ellas. Pero últimamente veo con sorpresa que eso no es así en la iglesia. He acudido al culto este Jueves Santo y me indignó el comportamiento de los presentes, hablando en voz alta, como en medio de una plaza pública. Y no me refiero a los menores, que guardaban la compostura mejor que cualquiera. Me refiero a personas adultas, muy adultas, hombres y mujeres, abuelos, conversando de cosas banales, aun en momentos muy sentidos de la celebración de ese día.

En otro momento, también esta Semana Santa, no pude resistirme y llamé la atención a unos cofrades que llevaban el hábito de San Francisco y a una mujer, muy compuesta y muy maja, con su mantilla y su peineta y sus ropas de luto, que hacían corrillo conversando en medio del templo, mientras unos pocos tratábamos de tener unos minutos de recogimiento y reflexión. 

¿Los sacaría Jesucristo a latigazos, como hizo con los mercaderes en su tiempo?


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