Por Gerardo Meneses Claros
Ganador del VI Concurso Departamental de Cuento,
Huila (Colombia), 1998.
Imagen: Abel Cruz |
No sufro. Le doy el volumen al radio y mi escoba cómplice me sirve de micrófono y lo imagino sentado en el escaño del zaguán como único espectador, sintiendo una a una cada nota de esta canción que la hicieron como para mí. Y se la canto fuerte, con ganas, haciendo dúo con la Landín, cerrando los ojos cuando dice que todo fue un juego, no más que en la apuesta yo puse y perdí. Y me acerco a su cuerpo y le bailo coqueta cuando la orquesta hace ese solo divino de trompetas que me enerva cada vez que lo oigo. "No, no sufro, ya no. Solo que un amor tan grande no merece un olvido tan cruel".
No le hace que haya sido él quien se haya ido. No le hace que desde ese día me haya vuelto otra. Porque la misma no soy desde la madrugada que me desperté con él al lado pero con la sensación de haber dormido sola. Lo vi levantarse desnudo y ponerse la ropa aún en la penumbra del cuarto, lo vi sacar del armario sus cosas sin decir palabra y lo vi salir erguido, imponente, como es él, sin volverse a mirarme sino siguiendo la línea del horizonte que ya otra mujer le había trazado y que él, por ser hombre, iba a seguir.
No le pregunté nada porque sabía que nada me respondería, pero a partir de entonces empecé a pegar una a una en cada rincón del corazón, las imágenes que vivimos juntos y que habrán de acompañarme hasta la muerte cuando haya completado el álbum que quiero mostrarle el día que decida volver. Y si no vuelve, allá él, él es el que se lo pierde.
Fue mu vida y yo fui la suya, pero bien claro que sí lo tengo: el corazón de nosotras está hecho de otra cosa diferente del de ellos.
Por eso lo entiendo. Por eso este mundo anda y seguirá andando. Porque eso lo sé, ellos tienen el corazón diferente, el alma distinta del de una, porque si no, cuál sería la gracia.
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