Hoy las calles de Zaragoza tienen otra imagen. Sonidos de tambores, bombos y trompetas. El olor a fábrica de papel y a río Ebro se ha sustituído por el del incienso y la mirra. El color del pavimento y de su desértico paisaje se ha llenado de morados, azules, negros y marrones de los capirotes, hábitos y capas de cofrades y hermandades. Las mujeres de vestuario moderno han mutado en manolas de peineta y mantón de encaje. Sobre las cabezas de todos se mueven lentamente, como flotando, inmensos pasos con imágenes escalofriantes de la Pasión de Cristo. Los templos, antes vacíos en las mañanas, ahora son museos llenos de personas que miran y fotografían Dolorosas de cara juvenil, Cristos agonizantes y muertos, Verónicas y soldados romanos con cara de fascinerosos. Cofrades que asustan con sus vestimentas, inmóviles, prestando guardia ante sus Patrones Celestiales.
Calles pateadas de arriba a abajo. Familias enteras. Turistas despistados. Fotógrafos con cámaras de gran formato y aficionados de teléfono móvil. Comparaciones de redobles. Inmigrantes africanos que venden discos pirateados. Policías que hoy no los acosan. Camareras agobiadas. Torrijas cuaresmales. Y alguna oración por el camino.
¡Es Semana Santa!
Más importante es todo lo que estos días nos hagan meditar, reflexionar y pensar sobre el sacrificio redentor de Cristo, su impacto en nuestra vida y cómo resucitemos, cómo encaremos este don que es la vida mientras lo tengamos... en tu caso, puedes disfrutar tranquilamente del aspecto folklórico, porque el religioso ya sé que también lo celebras y lo vives... ¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN, aunque sea por adelantado!
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