martes, 10 de febrero de 2009

A veces llegan cartas (11) ¿Sabes qué...?

Ando hecho una confusión. Yo, como tú, hacía mucho tiempo no me quedaba en nadie. O mejor, tenía la actitud de ser esquivo ante quienes se acercaban a mí con la intención de ser mi pareja, mi compañía, o simplemente una oferta de amistad.

Hace unos días apareciste por mi vida. Sólo bastó abrir una puerta, curiosear un poco...y allí estabas tú. Toda una caja de sorpresas, una caja que me atreví a abrir y aún no comprendo lo que tiene dentro.

Pienso que podría llegar a comprenderte y que ese es un riesgo que me atrevo temerosamente a correr. He descubierto que guardas celosamente cosas tuyas que yo debería saber y, sabes qué, ese misterio, esa forma tuya de manejar la paradoja, lo-no-dicho, lo adivinable, ejerce una poderosa fascinación en mi innata curiosidad por las mentes humanas.

Usualmente manejo los hilos de una relación y a tí, con sorpresa lo observo, te he permitido manejar el zar, tus apariciones, tus comunicaciones y hasta mi programada rutina.

¿Sabes por qué? Porque eres precisamente un misterio que se me pone enfrente, quizás con todas las respuestas que no dejan preguntarse. porque eses una paleta de colores de la que no sé cuál escoger. Porque eres como el hombre que calculaba números, cifras, logaritmos y hasta silogismos y al que nadie de atrevería a interrumpir.

¿Sabes qué? Quisiera que de repente te abrieras como los libros para poderte leer. Que me dejaras interpretar los acertijos, retar a tu esfinge, procurando seguir las pistas que a cada momento dejas por ahí al azar.

¿Años? Tu edad es sólo un sofisma de distracción. has tomado la vida demasiado en serio y demasiado en broma como para no saber qué deseas. Pero eso, sabes, es lo que yo quiero conocer. No quiero adivinarlo, quiero que lo digas.

Esto sí lo sabes. A mí, el esquivo y receloso, has traído brillo, ilusión, entusiasmo. Y como soy un romántico de los aterrizados, puedo someterme a que esto dure un día, un año, una vida o solo un instante, por el mero hecho de que me permite pisar más duro, caminar con la cabeza en alto, sentir que el oxígeno pone ebrios mis pulmones y que vale la pena cantar -aunque desafinado- y subir las escalas de tres en tres.

¿Sabes qué? Me volví celoso del tiempo en que no estás aquí y hasta de tus numerosas ocupaciones. Nunca lo fui por el pasado, por quienes te amaron o creyeron amarte. Ellos pueden contar con mi feliz olvido. Pero el Hoy sí lo disputo. Ese Hoy que es inmutable, corto y efímero. Lo disputo con el cariño, el afecto, el amor... llámalo como quieras. Esos sentimientos tuyos los quiero para mí. Mis armas son esas mismas. Mi capacidad de amarte es suficiente para ganarle al tiempo, a la distancia, a los demás que exigen tu presencia.

Sí. De pronto esto es ser posesivo. De pronto no me conformo con 50 minutos de tu estar aquí en 8 días. ¿Sabes? Eso muy poco tiempo para quien ha podido sentirte bien cerquita, cálidamente, sin relojes ni prisas, con el cuerpo y el alma desnudos de otros cuerpos y otras caricias. Para vos he guardado muchos kilates de ternura, muchas palabras que recordé al conocerte, muchas horas de espera, el más dulce de los poemas, los mejores chocolates, mi piel sobre el corazón blandito y endurecido, las horas de música, café y cocacolas, el tercer cubito de hielo de mi nevera, en fin, toda una serie de elementos que juntos no pueden decir lo que has revitalizado en mí.

¿Sabes qué? No quiero malgastar mi amor en otra gente porque a tí te bastó una palabra, un gesto y una caricia para que mis meses de frìo se olvidaran de pronto y se convirtieran en las calurosas tardes y las refrescantes noches de verano (con estrellas, luna llena y luceros) de mi Medellín festivo.

Y, ¿sabes qué? Por tí, contigo, recuperé el tiempo, desperté de ese estado invernal, aunque a veces tus apariciones de estrella fugaz me dejen taciturno y con algo de gris en el alma.

Cuando te pierdes a lo largo de mi calle, cuando miras el reloj más de una vez, mi corazón está triste. Una canción española suena a despedida y yo quisiera que estuvieses aquí y la convirtieras en una fiesta de bienvenida.

¿Sabes qué? Yo sé que esto es arriesgado pero es vital. Dices que no te quedaste en nadie pero en mí te detuviste. Yo no me había detenido en mucho tiempo, pero obedecí tu señal. Y aquí estoy, dispuesto a caminar contigo, juntos, en la misma dirección. Si quieres, podemos hacer que dure más que un día, un mes o un solo instante.

Pero, ¿sabes qué? Te prometo que será infinito en cuanto dure.

Junio 7, 1990
23:25 h.

1 comentario:

  1. Ey...

    No puedo negar que, por momentos, alcancé a sentirme destinatario de esa carta... algunas cosas sonaron en mi mente mas duro de lo que deberia;)

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