No hay campana que suene, ni voz que advierta: "Esta es la última sonrisa que verás de él." Simplemente pasa… y uno sigue caminando cuando en realidad, la vida es un suspiro disfrazado de rutina.
Hoy podrías estar viviendo el último café con tu madre, el último abrazo de tu hijo sin prisas, la última carcajada con ese amigo.
Hasta que ya no está.
Y no lo sabes.
Y no lo piensas.
Y no lo agradeces.
La costumbre nos anestesia. Y sin darnos cuenta, vamos tachando instantes que jamás volverán, como si tuviéramos repuestos de alma o tiempo en el cajón.
Hoy estás usando por última vez ciertas palabras, recorriendo por última vez ciertas calles, mirando por última vez ciertos ojos. Pero sigues aplazando besos, posponiendo abrazos, guardando "te amos" para un momento más especial que tal vez nunca llegue.
Nos enseñaron a coleccionar cosas, pero no momentos. A trabajar por futuro, pero no a detenernos en el ahora. A planear el viaje pero no a saborear el trayecto.
Y es que nadie piensa que lo cotidiano es, en realidad, sagrado.
La vida no avisa. Solo arranca páginas. Y tú decides si las llenas con presencia o con excusas.
Así que vive… Como si cada paso fuera la última danza, como si cada palabra fuera testamento, como si cada mirada fuera despedida y cada instante, un regalo que alguien más no tuvo.
No esperes más a que la ausencia te recuerde que cada instante que pasa son las últimas veces de algo... No desperdicies más en la queja, la culpa o el vacío las últimas veces de amar a los que están y hacerles sentir el amor.
Tú estás vivo... No desperdicies el milagro.
Fernando D'Sandi.