martes, 26 de abril de 2016

Vivir en Disneylandia, un artículo de Carmen Posadas

"Seguimos a salvo en Disneylandia?» -se preguntaba Arturo Pérez-Reverte después de los últimos atentados terroristas. La suya ha sido una de las pocas voces discordantes en el mirífico coro que suele acompañar este tipo de horrores y que se caracteriza por rituales de parte de los buenos ciudadanos como cambiar su icono de Facebook o Twitter por un lazo negro; repetir mucho «Yo soy Charlie», «Yo soy París» o «Yo soy Bruselas»; o tapizar los lugares del atentado con ramos de flores, cartas y velitas. Hablando de velas, tal vez ustedes recuerden un vídeo que se hizo viral después del 13N. En él, un padre intentaba explicar a su hijo de cuatro años lo sucedido en París y convencerle de que lo importante no son las armas. «Ellos son muy malos -argumentaba el niño-, no son gente agradable, hay que tener mucho cuidado y cambiar de casa». «Oh, no, no te preocupes, no tendremos que irnos; Francia es nuestra patria» -lo tranquilizaba el padre, pero la criatura seguía dudando-: «Son malos, papá, tienen pistolas y nos pueden disparar». «Pero nosotros tenemos flores» -insistía el padre, con aire tranquilizador, a lo que el niño, después de mirarle como si fuera un poco lelo, añadía con sentido común admirable-: «Pero las flores no sirven para nada, papá...». «Claro que sirven -porfiaba su irredentamente optimista progenitor-. Mira toda esa gente poniendo flores. Son para combatir a las pistolas». «¿Y las velas?» -preguntaba el niño-. «Las velas son para recordar a los que se han ido». «Ah, las flores y las velitas son para protegernos» -repetía la pobre criatura sin mucha convicción-. 

El vídeo ha tenido no sé cuántos millones de descargas en el mundo entero desde entonces y casi otros tantos comentarios positivos y entusiastas: qué bonito mensaje, qué hermoso modo de explicar a los pequeños lo que está pasando en el mundo. Por lo visto, nadie se para a pensar si a los niños se les hace o no un favor contándoles la milonga de que las flores y las velas nos protegen «de los malos». Habrá quien argumente que aquel niño era demasiado pequeño como para darle otra explicación, pero me temo que, de ser mayor, también le habrían contado similar cuento de hadas. Es lo que hoy hacemos todos, intentar evitar a los niños la visión del lado más 'feo' de la vida. Hasta los cuentos clásicos han sido tuneados. El lobo ya no se come a la abuela de Caperucita, la bruja de Hansel y Gretel jamás tuvo intención de zampárselos, solo hizo la casita de chocolate para invitarlos a merendar; y Pete, el malo de las películas de Mickey, se ha vuelto un santo varón. 

Hace unos meses, educadores, escritores y médicos se reunieron para examinar este fenómeno bajo el lema Maldad, Perfidia y Espanto en la Historia de la Literatura, y llegaron a una sorprendente conclusión. Mientras los niños, incluso los más pequeños, son capaces instintivamente de diferenciar el bien del mal cuando se les cuenta una historia, los adultos parecen haberse infantilizado. El niño distingue a la perfección lo uno y lo otro, mientras que los mayores se interesan por historias maniqueas en las que los buenos son buenísimos y los malos, malísimos. Historias planas que no aportan nada al debate intelectual o moral. ¿Se han fijado en la cartelera de cine? Años atrás, más de la mitad de las películas que se exhiben habrían sido consideradas infantiles. ¿Qué hace que dos adultos queden para ver Caperucita Roja, Blancanieves o Shrek?, y ¿qué indica este dato sobre la sociedad actual? Decía Bruno Bettelheim, en su célebre Psicoanálisis de los Cuentos de Hadas, que los cuentos clásicos en los que están presentes la crueldad, la violencia y hasta la injusticia cumplen una misión pedagógica fundamental, como preparar al niño para el mundo que se encontrará cuando crezca, mientras que pintar un mundo idílico e irreal lo único que consigue es criar personas inmaduras. ¿Será esa una de las razones por las que de un tiempo a esta parte vivimos en esa Disneylandia de la que hablaba Pérez-Reverte? Ojalá la realidad no nos expulse de un guantazo de tan lindo paraíso.

Artículo publicado el 24 de abril de 2016, en XL Semanal.

1 comentario:

  1. Me parece una reflexión muy acertada contra el falso infantilismo que parece imponerse en una sociedad cada vez más propensa a endulzar la vida de algunos y esconder las miserias de otros.
    Un saludo.

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