viernes, 18 de octubre de 2013

El mañana que te espera

Foto: Merlín Purple
Modelo: Jean Yves
Fuera brillaba el sol. Dentro de su alma aún llovía. Se sentía como la primavera: inestable, cambiante, raro. Siempre le habían gustado las bibliotecas, porque pensaba que todo se podía aprender en los libros, como si una página en blanco de su vida se pudiese rellenar con palabras ajenas. Todos los días iba a coger o devolver algún libro porque le encantaba sumergirse en historias inventadas, reales, alucinógenas, caóticas... todas escritas con la sangre de otras venas que no eran las suyas, pero que le atrapaban. Ése era él: un mero espectador de las vidas de otros, de las muertes de otros, de unos otros de ficción.
Caminó por los pasillos silencioso, con "El Quijote" entre sus manos, conteniendo las ganas de llorar.¿Cuánto tiempo había tirado a la basura creyendo que tenía toda la eternidad? Fue entonces cuando descubrió que la vida sólo es una, que el tiempo no perdona, pero avanza sin descanso mientras él se fiaba de aquel fantasma de dientes afilados que siempre le susurraba: "Mañana lo hago, no hay prisa". Pero el mañana no esperaba por él ni por nadie: un día las palabras hermosas ya no podrían ser escritas y la carretera iría a dar a un callejón sin salida, sonde el destino era un viejo bufón que se reía desesperadamente.
Entró al baño y se miró en el espejo, pidiéndole ser el protagonista de unas imágenes que nunca volvería a ver. De pronto, una mano desconocida se apoyó en su hombro, un hombre extraño le miraba las pupilas. Y lo vio todo claro, puro, cristalino. El deseo afloró y les sacudió los cuerpos excitados y eréctiles. Las lenguas acariciaron sus cuellos, sus miedos, sus tormentas. Cuatro manos, dos bocas, mil gemidos, un orgasmo y semen resbalando por los bordes de sus fantasías. Por fin, empezaba a escribir su propia historia desde fuera del armario. Nunca más volvería a pensar: "Mañana lo hago, sin prisas", aunque le costó entender que ningún libro le enseñaría estos secretos. Mientras tanto, fuera empezó a llover. Dentro de su alma, en cambio, había salido el sol.

Arantxa Morales.


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