viernes, 23 de diciembre de 2011

Gracias a la Vida

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me dio dos luceros que, cuando los abro,
perfecto distingo lo negro del blanco,
y en el alto cielo su fondo estrellado,
y en las multitudes el hombre que yo amo.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado el oído que, en todo su ancho,
graba noche y día grillos y canarios,
martillos, turbinas, ladridos, chubascos,
y la voz tan tierna de mi bien amado.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado el sonido y el abecedario,
con él las palabras que pienso y declaro:
madre, amigo, hermano, y luz alumbrando
la ruta del alma del que estoy amando.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado la marcha de mis pies cansados;
con ellos anduve ciudades y charcos,
playas y desiertos, montañas y llanos,
y la casa tuya, tu calle y tu patio.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me dio el corazón que agita su marco
cuando miro el fruto del cerebro humano,
cuando miro el bueno tan lejos del malo,
cuando miro el fondo de tus ojos claros.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado la risa y me ha dado el llanto.
Así yo distingo dicha de quebranto,
los dos materiales que forman mi canto
y el canto de ustedes que es el mismo canto,
y el canto de todos, que es mi propio canto.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
(Violeta Parra)

He tenido la oportunidad de asistir a la presentación de fin de curso de los estudiantes del Colegio de La Purísima de Zaragoza, especializado en la educación de niños con problemas de audición. Justo en Navidad recibo este regalo de la Vida y me llenó de emoción. Pocas veces, poquísimas, nos ponemos frente a frente con las facilidades que tenemos: Escuchamos, vemos, olemos, tocamos, sentimos los sabores, podemos caminar, correr, bailar. Y hoy me encuentro con un grupo de niños y adolescentes con limitaciones (no sé si en realidad las tienen después de verlos actuar) que felizmente contaban con sus gestos y sus "palabras" un cuento de Navidad, cantaban y bailaban canciones del mundo Disney y disfrutaban viendo a sus padres y demás familiares aplaudiendo y tomándoles fotos y vìdeos.

También vi a un grupo de profesores cuya tarea no se puede pagar con un simple salario. Transpiraban vocación y pasión por su tarea, subidos en el escenario ubicando a sus alumnos, dirigiendo al mejor estilo de Whoopi Goldberg en Sister Act (Cambio de Hábito). Pensaba, mientras los miraba, en cuántas horas de trabajo y cuánta paciencia tienen que tener para lograr que estos pequeños y no tan pequeños humanos puedan comunicarse con la mayor normalidad posible.

Me emocioné escuchando sutiles mensajes sobre la discriminación, sobre la humanidad que debe buscarse y se encuentra en el interior de las personas; con los chicos más limitados físicamente, actuando en sus sillas de ruedas en primera fila del escenario; con los niños bailando (posiblemente sin escuchar la música), tocando instrumentos básicos, saludando a sus padres y felices por los aplausos (que quizás sólo veían) y por las fotografías que les tomaban.

Y medité, hasta las lágrimas, en aquellos que maldicen de la vida que les ha tocado vivir teniéndolo todo, que protestan porque no se compran un nuevo par de zapatos cuando hay tantos que no pueden caminar, que no saben sonreir cuando pueden hablar, ni escuchar el concierto del canto de los pájaros. Y me acordé también de aquellos orgullosos y valientes padres que ni siquiera se lo plantean matar (abortar) a su hijo porque, posiblemente, pueda tener una limitación física o mental.

Gracias a la Vida, que me ha dado tanto. Gracias a la Vida que ha dado a estas personas la oportunidad de unos padres amorosos y unos maestros dedicados a hacerles el mundo más amable. Y ojalá que no se me olvide que no debemos ser como los ídolos de barro: que tienen oidos pero no oyen, ojos y no ven... y no tienen corazón.

3 comentarios:

  1. discapacidades como no poder ver, no poder escuchar, no poder caminar, son retos difíciles con las que muchas personas luchan en su vida diaria. Sin embargo, una discapacidad peor y casi imposible de superar es la de aquellos que nacieron sin empatia

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  2. Cuanto mérito tienen esos niños, y cuantísimo mérito todos esos educadores que, con verdadera vocación y tantísima paciencia, han enseñado a esas criaturas para que consigan hacer cosas como la que nos narras. Ojala hubiera muchas personas así en este mundo.

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  3. Todos los que reniegan de la vida, máxime si lo tienen todo, son unos desagradecidos con la vida misma, cuando ante sí tienen cientos y cientos de ejemplos de superación de otras personas a las que se les negaron las mismas oportunidades, bien de salida (como las distintas discapacidades y enfermedades) o bien durante la propia carrera de la vida (educación, factores ambientales, nivel socioeconómico, etc, etc...) no se trata de ser conformistas, pero sí de dar gracias a Dios por lo que somos y lo que tenemos que, seguro, seguro, echando la vista atrás, hay gente en peores condiciones que nosotros...

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