sábado, 26 de febrero de 2011

Diego El Cigala, Garganta de Arena

"Canta, garganta de arena!...
Canta,
que Troilo desde el cielo
debajo de tu almohada
un beso te dejó"


Cigala & Tango es el testimonio musical del concierto que Diego El Cigala ofreció anoche en la sala Mozart del Auditorio de Zaragoza. Ya se le conocía por otros trabajos discográficos, siendo el más popular Lágrimas Negras, realizado con el pianista cubano Bebo Valdés. Pero el de anoche no se quedó atrás. Ante un auditorio con aforo casi completo y acompañado por cinco músicos extraordinarios, interpretó canciones tan universales como El día que me quieras, Sus ojos se cerraron, En esa tarde gris y la más contemporánea Garganta con arena.

Y su "garganta colorá", refrescada por una bebida naranja (que no debía ser sólo Fanta porque la bebió "a la salú de u´tede´"), llenó a los espectadores de emociones. Ataviado con un traje negro, zapatos de charol, dos anillos en cada mano y varias pulseras, los llevó por las sensaciones del amor y el desamor del tango y el sentimiento del cante andaluz.

Mientras se le escucha interpretar a los clásicos, se podría pensar que los puristas de la música dirían que eso no es tango. Su garganta de arena quizás no pasaría una audición para Operación Triunfo, pero ¿quién quiere la pureza de la técnica sin el sentimiento que debe comunicar una canción? El Cigala es atrevido y en su atrevimiento triunfa. La fusión no es fácil hacerla con éxito porque o lo haces bien o lo haces mal, sin términos medios. Hay que saber lo que se quiere decir, saber tomar lo mejor de cada corriente y crear una nueva, que llene, que satisfaga, que llegue al alma. Como cada una de las canciones que regaló a su público, que ahora llena los teatros de gran parte del mundo. De él ha dicho la prensa argentina: “El flamenco y el tango se dieron la mano”, “Tangos y palmas con sangre gitana y un cantor único”, “Una invasión musical andaluza”.



Sus ojos se cerraron
Tango 1935
Música: Carlos Gardel
Letra: Alfredo Le Pera

Sus ojos se cerraron...
y el mundo sigue andando,
su boca que era mía
ya no me besa más,
se apagaron los ecos
de su reír sonoro
y es cruel este silencio
que me hace tanto mal.

Fue mía la piadosa
dulzura de sus manos
que dieron a mis penas
caricias de bondad,
y ahora que la evoco
hundido en mi quebranto,
las lágrimas pensadas
se niegan a brotar,
y no tengo el consuelo
de poder llorar.

¿Por qué sus alas tan cruel quemó la vida?
¿Por qué esta mueca siniestra de la suerte?
Quise abrigarla y más pudo la muerte,
¡Cómo me duele y se ahonda mi herida!
Yo sé que ahora vendrán caras extrañas
con su limosna de alivio a mi tormento.
Todo es mentira, mentira es el lamento.
¡Hoy está solo mi corazón!

Como perros de presa
las penas traicioneras
celando mi cariño
galopaban detrás,
y escondida en las aguas
de su mirada buena
la suerte agazapada
marcaba su compás.

En vano yo alentaba
febril una esperanza.
Clavó en mi carne viva
sus garras el dolor;
y mientras en las calles
en loca algarabía
el carnaval del mundo
gozaba y se reía,
burlándose el destino
me robó su amor.

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