miércoles, 11 de febrero de 2009

A veces llegan cartas (12): Un mes y siete dìas después

Lástima que no hubieras conocido este texto que escribí para tí sólo unos minutos antes de que llegaras a mi casa, con la firme intención de terminar la relación que habíamos emprendido un mes y siete días antes.

Espero que después de leerlo y analizarlo comprendas el por qué de mi actitud durante nuestra última conversación. Perdóname si soy duro contigo, pero te concedo el derecho de que tengas estas líneas. Las que ya conocías y querías tener no te pertenecen pues renunciaste a ellas y a su significado.

Perdón, gracias y adiós.



Quizás no valga la pena contar los días que has estado realmente aquí, conmigo. Cualquier comparación resultaría inútil, si se trata de tí. Apareces y desapareces. Tu mundo es inalcanzable, incompresible o impenetrable. Juegas al acertijo. Y esta vez no quiero adivinar.

¡Me rindo! Así, simplemente. me bastó verte hoy para entender que la ilusión desapareció. te encargaste de correr el velo que habías puesto delante tuyo. A ti sólo te importa regodearte con un "Dios mío Santo, qué malo soy" y a mí eso no me va.

¿Sabes? Yo ya no estoy para ser un ovillo de lana que un agraciado gatito enreda y enreda, hala y deja, para volver a enredar un rato después. Afortunadamente, tengo la suficiente fuerza de carácter para comprender que lo mío no es recibido, que lo que tengo par ofrecer -y ofrecí- no ha sido tomado en cuenta.

Después de un tiempo he podido tomar la decisión, clara y definitiva, de no lucharte. Alguien decía que las batallas contra las mujeres o contra el Amor son luchas perdidas. En realidad, esta no es una lucha perdida porque no la libré como hubiera querido. Pero no lo hice porque tú y nadie más que tú me enseñó que no valía la pena tomarse el esfuerzo.

¿Qué sentido tuvo el buscarte, el llamarte, el querer que permanecieras conmigo, si tú realmente no lo querías? Pienso que de haber logrado que te quedaras, sólo habría obtenido un pájaro preso que agonizaba de tristeza. Tu sentido de la Libertad es muy diferente al mío. Quizás tú la ubicas a sólo unos metros de tu propio espacio corporal. Para mí es mantener presente la opción de irse y no poder hacerlo porque nos atan lazos de voluntad, entrega y cercanía a quienes hemos ofrecido esa libertad.

A tus valores se oponen los míos y es posible que muy pocos se complementen. Yo, al contrario que tú, procuro permanecer bien alejado de la venganza, el odio y el rencor, porque estoy convencido de que sólo envilecen a quien los siente. Yo, al contrario que tú, sí creo en el Amor, en la confianza, en la entrega a otro ser, sin restricciones ni largos periodos de prueba. Yo, al contrario que tú, no me avergüenzo de sentir, de amar, de decir lo que siento por alguien, porque creo en el don infinito y milagroso de una palabra a tiempo, de un abrazo al corazón y de una sonrisa que ilumina un rostro. Yo no temo mirar a los ojos ni que miren a los míos.

No puedo comprender tus ausencias indiscriminadas, tus silencios inesperados ni tus compromisos impostergables. Cada actitud de este calibre, cada que no soportas que te mire, cada que no puedes contestar una pregunta, siento que te pierdo, o mejor, que me pierdes.

Yo no soy el hombre más experimentado, pero cada vivencia que he tenido me ha dejado al menos una lección. Y después de estos tres o cuatro "amores" he tenido tristeza, o angustia o alivio, pero, sobre todo, la seguridad de que me ha ayudado a crecer como persona.

Asumo la edad adulta con todas sus responsabilidades y ese hecho me lleva a exigirme cada vez más. Hay cosas en que soy intransigente. No concedo descuentos a la medida de afecto y similitud que he establecido para quien haya de ser mi pareja. No por ello voy a impedirme conocer nuevas personas pero, eso sí, serán puestas a prueba.

Por lo general, esa prueba e corta. Me basta un poco de tiempo, como en tu caso. Al principio, como ya lo sabes, el saber de tu existencia me llevó a caminar un poco más aprisa y a sentir que tú podrías llenar mi vida de mucho más que ilusiones. Pero no fue así.

Te repito que con mi poca pero fructífera experiencia, he decidido no someterme a chiquilladas ni a concesiones perdedoras.

Renuncio a este juego en el cual hice lo que me permitiste hacer. Y como no todo han de ser reproches, te agradezco las pocas horas conmigo, tu música y tu voz, los pequeños detalles y los ratos de intimidad que procuraste actuar de la mejor manera que sabias o podías. Gracias pro cada abrazo, cada caricias, cada beso espontáneo, cada "Yo también" arrancado a la fuerza como respuesta a mis "Te quiero".

A pesar de todo esto no deseo continuar la partida. Mientras tú no hayas conciliado tu pasado con tu presente, tus deseos con tus realidades, tu sentir con tu actuar, no podrás retener a un amigo, a un compañero o a un amante.

Si alguna vez hubo cadenas entre tú y yo, a partir de este instante han quedado sueltas. te dejo para que seas tú y busques -y ojalá encuentres- tu propia razón de ser.

De nuevo, gracias por este tiempo y por todo lo bueno que me diste.

Perdóname, no por dejarte o por irme, sino por no haber hecho caso de tu "premonición" de querer terminar esta aventura.


Junio 26, 1990

18:40 h.

Un mes y siete días después

de haber abierto aquella puerta.

1 comentario:

  1. A diferencia del anterior...

    Este parece a algo que seguramente hubiese escrito yo... hace mas o menos cuatro meses...

    Increible!

    ResponderEliminar