lunes, 13 de octubre de 2008

Un hombre ideal: Miguel Bosé


Hace un tiempo, la socióloga francesa afincada en Colombia, hablaba de Miguel Bosé en el diario El Tiempo de Bogotá. Hablaba de Bosé como un hombre ideal. Yo no sé si lo será. Le he visto personalmente dos veces (una en una entrevista que le hice para El Colombiano y otra anoche en un concierto en Zaragoza), le he escuchado muchas y me ha gustado siempre.

Ayer, en un Paseo de la Independencia abarrotado de gente, en el cierre de las Fiestas del Pilar en Zaragoza, vi cientos de contrastes. Personas de mediana edad que nos llenábamos de nostalgia con Amante Bandido, Linda, Amiga, Don Diablo o Sevilla; gente más joven que también se sabe sus canciones, una mujer en su privilegiada ventana saltando como loca aplaudiendo y cantando a su ídolo. Pensé un comentario que me han hecho: "Cuántas personas y cuántas historias hay en este sitio". Sí. Cada uno con sus amores y desamores, a cada uno le llega una canción u otra. Cada uno recuerda, revive, llora y olvida.

Y volviendo al comentario de Florence Thomas:

"Confieso que existe un amante bandido con el cual me gustaría pasar una noche, ese es Miguel Bosé. Me cambiaría de los estériles amantes que he podido conocer (algunos, no todos), machos engreídos que creen sabérselas todas. Me reconciliaría del todo con esta nueva masculinidad que apenas se está esbozando.

Por un hombre así, sería capaz de volver a creer en el amor, en un amor posible; sería capaz de volver a conocer noches en blanco y días de desorden. Sería capaz de recrear un amor "que no haga más preguntas, preparado a no entender, que mire bien de frente, suficientemente fuerte; amor que no busque salida y no me cueste la vida".

Bello, Miguel Bosé no confiesa nunca que lo es y sin embargo nos lo dice todo el tiempo. Pacifista, andrógino, herido, vulnerable y sabio.

Hombres tiernos, hombres frágiles, hombres reconciliados con su feminidad, hombres cobardes como los llamaba una heroína de Gabo; es decir, hombres presentes y decididos a renegociar la vida cotidiana: hombres capaces de bañar a un recién nacido, hombres que se inventan cuentos de lobos buenos y princesas estúpidas para sus hijas, hombres que lloran en público, hombres dialogantes, hombres humildes y asombrados por el misterio de la sexualidad femenina, dispuestos a dejar de ser amos del saber sobre el mundo, el saber sobre las mujeres; hombres de imaginación lúdica que permita posponer el tiempo; hombres sin afanes, dispuestos contemplar más que consumir a la otra, al otro; hombres amantes, bandidos, irreverentes con el erotismo, creativos en los momentos de penuria eréctil cuando por fin sus manos, su lengua -que es saber y palabra, pero también sabor- recorrerá nuestra geografía femenina; hombres bisexuales, hombres tiernos con hombres, hombres que también aman a hombres".

No hay comentarios:

Publicar un comentario