martes, 4 de marzo de 2008

A veces llegan cartas (5) (Primera Parte)

Sólo quiero decirte
que si de algo sirve...
estoy contigo;
lo suficientemente lejos
para que puedas
conservar tu mundo
y lo suficientemente cerca
para poder quererte.



No hay que ser mago, ni sacar un esotérico tarot amarillo de la solapa para conocer la cálida y vulnerable superficie de tu alma. Bastan tus gestos cotidianos, dos o tres palabras que asoman bajo ellas mismas, para entender que a veces sientes miedo, un miedo de los que sobrecogen el alma. A un buen observador tú le dices cuándo necesitas un tibio abrazo al corazón, un aliento para tu marcha, una explicación al espacio que no puedes llenar ni mantener limpio del todo.

La Cábala, el Tarot, las Runas... el Psicoanálisis... yo... diremos lo mismo: Abre las ventanas, mira cómo las cortinas quieren volar a los cerros de tu ciudad; los rayos del sol te dejarán ver las partículas de polvo que flotan en tu espacio; el aire enrarecido se llenará de un oxígeno nuevo que lo purificará; el transeúnte que por azar cruza tu calle se sorprenderá por una música que le regalas y no puede poseer porque tampoco es tuya.

Barre esa habitación a la que ahora entra luz. Ahuyenta las malas energías, los espíritus burlones que empequeñecen el espacio e impiden resonar las melodías; descubre el color de ese viejo grabado; voltea el colchón y ahoga el insomnio de todas las noches sin esperanza; cambia de lugar esos preciados objetos y guarda algunos otros.

Sentirás un ligero cansancio tras la lucha con cada recuerdo; cualquier astilla puyará tu piel o hará sangrar tu dedos... (pero la astilla sale con una aguja y la sangre estanca presionando la piel un poco).

Date un buen baño. Aplícate la mejor de tus lociones. Túmbate en el suelo (donde ahora no hay pegotes). Pon una música suave y recorre con tus ojos cada rincón. Reconoce esas nuevas formas que te acompañarán cada vez que pises el umbral. Ellas siempre estarán ahí a menos que las cambies de sitio o las arrojes a la calle (por la ventana que sólo cerrarás para dormir, para ausentarte). Y cuando no haya luz, aquellos terribles fantasmas no podrán acceder a la oscuridad porque en medio pondrás un mundo de velas encendidas que iluminan la vida al perseguir estrellas, cometas y esperanzas.

¿Qué quieres tú? ¿Un Amor loco? ¿El amour fou, daliniano, surrealista y fuera de todo control? ¿Quieres promesas, pactos y compromisos? ¿Quieres llenar vacíos de presencias, llenar esas ausencias con una simple mirada, un gesto, un beso fugaz? ¿Quieres explicarte lo-no-dicho, lo interpretado sin tener un código o una clave?

¿Tenemos nosotros la explicación tangible de lo intangible? ¿Quién sabe lo que es el amor? ¿Shakespeare, Virgilio, Yourcenar, los poetas, los críticos, los pensadores, los carteles publicitarios, los que hacen el amor? ¿Tú? ¿Yo?
Esa palabra con la que todos juegan ha soportado todas las definiciones, todas las clasificaciones ("hay amores que nos llevan al abismo y hay amores de los buenos como tú"), todas las categorías. Hay quienes dicen que se aja, se gasta y se estropea; hay quienes predican que cuando uno lo tiene puede hacer lo que quiera. Pero, ¿puede alguien comunicar su esencia y retenerla? Para mí es algo superior, así como una melodía que nos llena, nos excita y no podemos retener más que en el pensamiento.


(Continuará)

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