miércoles, 30 de enero de 2008

A veces llegan cartas (1)




Me encantan las cartas -de amor y de las otras-. Escribirlas y recibirlas. Guardo algunas que he enviado junto a otras que me han regalado (dirigidas a mí o no). Y una de las cosas que más me gusta de ellas, en los tiempos que corren, es que son de las escritas sobre papel, bien sea a mano o "a máquina" u ordenador. Aquí una de ellas (de la cual no soy su autor)...


C.:

Sin más rodeos, me hostigué, me cansé. Llegué al punto en que no quiero volver a hablar del pasado, ni de nada que lastime mi existencia, en relación con los desaciertos del ayer. Los errores son para corregirlos, no para convertirlos en la sombra que no nos deja vivir... ¡Quiero experimentar, en toda su dimensión, la sensación de olvido! Pero quiero experimentarla de verdad.

No me parecía prudente escribirte; sin embargo, quiero que quede constancia de mi decisión, para que puedas recordarla cada vez que intentes flaquear o desconocerla. Con toda sinceridad, te confieso que llegué al total cansancio. Cuatro meses sufriendo por algo que no vale la pena y hablando de lo mismo terminan por enloquecer al más cuerdo de los seres... ¿Por qué escribir? Después de pensarlo cuatro días, me dije: Escribiré para poner fin a esta situación, de una vez por todas. Espero que me respetes ese derecho sagrado. Soy yo la que no quiere volver a saber nada de nada. Es mi elección y no tiene reversa.

El segundo favor es que no me vuelvas a buscar para nada. No importa la razón por la que sientas necesidad de establecer contacto, pero quiero confesarte que no estoy en condiciones de prestarle ayuda a alguien que esté en dificultades. Es mejor que acudas a las personas indicadas para ello... Quedé un tanto lastimada y apenas estoy en vías de recuperación.

No voy a reprochar ni a calificar nada. Cada quien es libre de hacer de su vida lo que quiera. Tú no eres la excepción ni yo tampoco. Lo que está muy claro es que mi tipo de "organización" es bien diferente del tuyo y no hay forma de que coincidan. Eso es suficiente para poner fin a algo que, en esencia, jamás fue. Yo quiero estar bien, muy bien, mejor de lo que imaginé que podría lograr en otros momentos. Y lo voy a conseguir, cueste lo que cueste.


Hay cosas que no modificaré nunca: mis principios fundamentales, mi escepticismo con respecto a la gente; mi fe hasta la muerte, en quienes creo -porque son poquitísimas las personas que me sacan de la permanente incredulidad-; mi liberalismo y mi responsabilidad. Ante lo demás puedo hacer concesiones, puedo ceder, pero la circunstancia nuestra está ubicada en los puntos que te señalé al principio y esa es la razón por la que no puedo seguir ahí esperando lo inesperado y tolerando lo intolerable.

¿Qué voy a hacer? Ese es mi problema. Tiene que existir una fórmula de la felicidad para mí -y mira que te estoy hablando de una de las cosas en las que jamás he podido tener fe, como en el futuro, por ejemplo-. Por eso estoy en manos de las personas en las que creo ciegamente y tengo la convicción de que ellas me van a ayudar a ver mejor el mundo.

Te deseo la mayor y más positiva de las suertes y te reitero, con toda sinceridad, mi petición de desaparecer.

Suerte,



Yo


Medellín, abril 17 de 1989.

1 comentario:

  1. Hola Merlín,

    A veces es mejor cerrar la puerta de un solo golpe que hacerlo de a poquitos o mantenerla entreabierta.

    Es mas doloroso, abrupto y radical... pero es lo mejor.

    A mi me cuesta un trabajo enorme!!!

    Saludos,

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