lunes, 14 de enero de 2008

Las despedidas

Para Jordi, Amn y Fer.

Alguna vez leí que las despedidas son diferentes según el lugar. Una cosa es aquella romántica de las películas donde los amantes se besaban y decían adiós en el andén del viejo tren de vapor. Otra, la despedida en el aeropuerto, más fría, como plastificada, separados por la cristalera de la sala de espera. Seguro que en todas hay lágrimas. Unas por el amor que se va (así sea temporalmente). Otras por el pariente que emigra a buscar otras oportunidades. O porque no se sabe cuándo volveremos a la tierra propia.

En estos días he experimentado una sensación especial con esto de las despedidas. Viene en autobús una entrañable amiga a pasar la Nochevieja conmigo. Feliz encuentro, abrazos y besos de bienvenida y de despedida. Un par de fines de semana después recibo la visita de un amigo que huía del stress de la gran ciudad y quería al menos "desconectar" por un fin de semana. Gratas compañías las de ambos. Tranquilidad, conversación y confidencias sosegadas, afecto mutuo, paseos por los pocos oasis de esta ciudad. Pero todo se termina. Vuelve el síndrome de domingo por la tarde. Ya viene la semana con sus agobios. Y hay que volver a casa.

Ellos vuelven a la suya, metidos en un autobús casi cuatro horas. Yo vuelvo a la mía, paso entre paso, desde la estación. La despedida allí, sincera, entrañable, con el abrazo y la sonrisa amiga. Pareciera que nos volveremos a ver muy pronto, quizás en unas horas. Pero lo profundo viene después, cuando decido postergar el regreso a casa, para no sentir que allí no hay nadie. Para no sentir tanta soledad. Para no echarme a llorar. Para no sentir que he perdido a alguien.

Siempre queda el amoroso sonido del móvil que anuncia un mensaje de texto: "Ya he llegado. Gracias y hasta la próxima". Y siempre tengo los pasos sabios al rinconcito de quien me recibe advirtiendo que "no tengo nada qué ofrecerte", olvidando que siempre me ha dado lo que me hace falta: Su abrigo en el mismo centro de mi corazón.
(Foto de Olivier Rieu)

3 comentarios:

  1. mandingo me hiciste llorar.

    Ve, efectivamente despedirnos en el anden es como un "ahorita" vuelvo que voy a buscar el pan para tomar el algo esta tarde y rematar asi, esa orgia de los te quiero! o sin mas terminar la tarde haciendo el perro. Más este privilegio de tenerte en mi vida iluminando, acompañando, animando, simplemente compartiendo y por que no? dandome la cantaleta de que ando muy malgeniada.

    Los cuerpos se distancian pero el calor, los besos, los abrazos permanecen. Los tatuamos, queremos que se imprengnen en nuestro ser, que por nada se nos esfumen.... y ademas nos quedan esas fotos con cara de pedos pero abrazados y cada vez que las repaso, me viene ese olor a canela, panela y coco.

    Pero no sos el unico que va alargando la llegada a casa. Yo tambien me voy desde la estación a mi casa caminando y mirando lo que no me importa, mas que nada para atajar las lagrimas, por que no puedo volarme otro ratico para reirme a carcajadas o seguir oyendo tu musica de que me voy a arrugar.

    Te quiero desde lo mas de alma, es una suerte que me hayas llamado aquel 31 de diciembre, y este año lo hemos celebrado a lo grande. Por que ademas he podido conocer una bella persona que se te acompaña.

    Que dicha que la distacia sea algo tan facil de saltar (a veces)

    Tu flaca.

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  2. Poco sabemos de lo que recibimos de los demás, pero mucho menos de lo que les damos. ¡Cómo va a imaginarse nadie que puede dar lo que cree que no tiene! (Estos humanos son/somos tan raros...)

    Por cierto, ya que describes lo que podría ser un triángulo... ¿te das cuenta de que tú estás en el centro?

    Un beso.

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  3. Nunca me han gustado las despedidas, porque las conversaciones y las risas quedan en puntos suspensivos, mientras el alma se pregunta ansiosa cuándo será la próxima vez...

    Despedirse es morir un poco. En cada adiós se quedan jirones de alma y luego me embarga la peor de las nostalgias, el regreso a la soledad y a los porqués nos tenemos que dejar.

    Hoy me despedí de Tere y como siempre, me quedan tantos temas por hablar, tantas confidencias por compartir, tantas carcajadas sin salir.

    Te quiero mucho y nunca dejaré de extrañarte.

    MARISA

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